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Tregua estival
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▲ Una mujer se asolea en la escalinata de los invernaderos del parque André-Citroën durante el caluroso verano de París.Foto Afp
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omo un paréntesis encantado, en el corazón del verano, por ahí del 14 o el 15 de agosto, se ve desaparecer de la capital a los franceses malhumorados que la abandonan para aprovechar sus cinco semanas de vacaciones, derecho del que disponen, poco a poco, desde las huelgas gigantes de 1936, llamadas las huelgas felices. Contrariamente a lo que se piensa, este y otros avances sociales no fueron obtenidos por reivindicación del gobierno de Léon Blum, sino concedidos, a pesar suyo, por el presidente socialista.

Blum llegó al poder encabezando el Frente Popular, coalición de las izquierdas de entonces. Retomemos la cronología. La victoria del Frente Popular fue concedida en las elecciones legislativas del 26 de abril y del 3 de mayo de 1936. Por primera vez, un gobierno socialista toma las riendas del poder. La frustración social fomentada por la crisis de 1929 se combina con la esperanza de ver la llegada de la izquierda al poder. Las huelgas felices estallan en toda Francia a partir de mayo: en muchas ciudades, fábricas enteras cesan el trabajo. La bandera roja es izada en muchas de ellas.

El 28 de mayo los obreros de Renault entran en huelga. Una atmósfera festiva y solidaria paraliza casi todos los sectores industriales. El 4 de junio se constituye el gobierno de Léon Blum. Francia está inmovilizada en ese momento con casi 2 millones de huelguistas. Se organizan piezas de teatro, picnics improvisados en los patios de las fábricas, los obreros bailan al son del acordeón. Un ambiente festivo reina en el país. La filósofa Simone Weil describe el movimiento social de 1936 en su libro La condición obrera de la manera siguiente: Independientemente de las reivindicaciones, esta huelga es, en sí misma, una alegría. Una alegría pura. Al flamante gobierno socialista instalado el 6 de junio no le queda más opción que negociar los llamados acuerdos de Matignon, firmados el 7 y el 8 de junio, que conceden aumento de salarios a los obreros.

Una serie de leyes sociales son votadas casi inmediatamente: limitación de la semana de trabajo a 40 horas y ley sobre las vacaciones con remuneración de 12 días hábiles. En el curso del siglo XX, las vacaciones pasan a tres semanas en 1956, a cuatro en 1965 y a cinco en 1982 bajo el mandato del presidente François Mitterrand.

El júbilo popular de los recientes Juegos Olímpicos en París coincide con el resultado de las elecciones legislativas decididas por el presidente Emmanuel Macron a raíz de la victoria de la extrema derecha en las elecciones europeas. ¿Qué aspiración se esconde detrás de ese resultado? ¿Qué quieren los franceses? El presidente Macron desea una clarificación y pone así su mayoría en juego: díganme si de veras quieren un gobierno de extrema derecha o si me siguen teniendo confianza. Su apuesta es la de siempre: el espantapájaros de la extrema derecha o yo. Así, se organizan, en la precipitación, elecciones legislativas que desembocan en un resultado inédito con una asamblea dividida en tres tercios. Contrariamente a la expectativa del presidente francés, no hay mayoría, ni del partido presidencial, ni de la extrema derecha. Las alianzas formadas para derrotar a la extrema derecha dan sólo una ligera mayoría al Frente Popular en su nueva versión, reunión de izquierdas y ecologistas. Para el presidente Macron eso no es suficiente para nombrar un gobierno de izquierda. Decide así un statu quo durante la tregua olímpica, sin nombrar un primer ministro que encabece un nuevo gobierno, como es costumbre, después de cada elección de diputados.

La alegría de los Juegos Olímpicos, como la de los bailes de 1936, se apaga poco a poco. Una atmósfera de farniente reina bajo el calor tormentoso de agosto. Los franceses aprovechan sus vacaciones. ¿Cuál coalición podrá gobernar la República Francesa? La tregua estival impone una pausa política y laboral. ¿Las huelgas felices regresaran en septiembre con el retorno de los veraneantes?