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Toros

Continúa en la Plaza México el desfile de diestros improvisados

Fue desaprovechado el noble encierro de los hermanos Quijano Dávalos
 
Periódico La Jornada
Lunes 12 de agosto de 2024, p. a34

Una de las desventajas de la autorregulación que sostiene al neoliberalismo es que no hay autoridad que se anime a meter al orden a empresas socialmente irresponsables que ofrecen espectáculos, por mal ejemplo el futbol y los toros, donde los propietarios del negocio hacen lo que les viene en gana, mientras gremios, asociaciones, alcaldías y comisiones sirven para lo que se le unta al queso y un público cada vez más escaso hace acopio de fe, esperanza y caridad, sabedor de que no hay quien vele por sus intereses.

Si no les gusta que no vayan, argumentan los ineptos del negocio taurino, pretendiendo que su descabezada oferta de espectáculo agota la grandeza de la tauromaquia.

En la quinta novillada de la temporada hicieron el paseíllo los jóvenes Luz Elena Martínez, duranguense de 24 años con 25 novilladas toreadas; Paco de la Peña, de Tlalnepantla, estado de México, de 19 años y con 36 festejos en su haber; y Kevin Loyo, de Reynosa, Tamaulipas, con 22 años, quien entre otros logros estuvo en el Centro Internacional de Tauromaquia y Alto Rendimiento (Citar) en España. Bien.

A ninguno de los tres le valieron sus antecedentes frente a un noble encierro de la ganadería neoleonesa de La Playa, propiedad de don Alonso Quijano Dávalos y de su hermana doña Teresa, quienes obligados por el público fueron sacados al tercio al concluir el festejo y recibieron la ovación más sonora de la tarde.

Poco premio para tanto desvelo y esfuerzo, pero suficiente para honrar la memoria de sus antecesores.

La pregunta sigue en el aire. Cero y van cinco novilladas y, salvo el hidrocálido César Ruiz que en la tarde inaugural cortó una oreja con mucho peso gracias a su variedad y entrega, el resto de los actuantes no han dado muestras sino de falta de oficio, de técnica y, lo más grave, de hambre de ser, de destacar incluso a costa de su físico.

Pero si dos de los alternantes se fueron a la enfermería, comentó alguien. Sí, pero no fue por su entrega sino por sus carencias, dada la nobleza repetidora de los de La Playa, que se aburrieron de tanto embestir a muletas sin temple ni ligazón.

Los ejemplares fueron aplaudidos

Varios ejemplares fueron aplaudidos al saltar a la arena y cuatro de ellos ovacionados en el arrastre. Ninguno de los alternantes fue sacado al tercio, a diferencia de tres banderilleros.

Ni modo que los muchachos sean incluidos por sus éxitos recientes o por una trayectoria sostenida o por un padrino poderoso o porque contribuyen a los gastos de la empresa. Eso ni pensarlo. Pero la pregunta sigue en el aire sin que nadie atine a contestarla: ¿Con qué criterios la empresa de la Plaza México seleccionó su elenco de toreros para la temporada chica?

El que haya sido fue pésimo y exhibe de cuerpo entero el menguado espíritu de servicio de tan alegres promotores, no se diga su dudosa sensibilidad taurina.

Algo dijo Luz Elena con el noble primero de la tarde, al que lanceó con suavidad gracias a la acometida del novillo. Sin lograr estructurar la faena dejó buenos muletazos por ambos lados, y cuando el novillo tenía todavía varios pases adentro, se tiró a matar por segunda ocasión siendo corneada en el muslo derecho.

Con un público de dulce, ansioso de gritar ole y justificar lo que pagó por la entrada, De la Peña dejó ir a su primero no sin antes exhibir la calidad de la embestida y su escasa disposición. Escuchó dos avisos antes de que doblara el astado. Con el cuarto de la tarde, Mezquite, un precioso ejemplar que recargó en varas y que correspondía a Luz Elena, el joven De la Peña fue prendido en un instante en que le perdió la cara, recibiendo un puntazo en el glúteo izquierdo.

Con cuatro novillos a su disposición, Kevin Loyo nada pudo hacer, como no fuera exhibir sus carencias y su falta de actitud.

Lo que dejó huella en otra fallida función fueron la birria y los exquisitos tacos de la taquería El Paisa de la plaza de toros México, que en la esquina de Augusto Rodin y Maximino Ávila Camacho –¡vaya mancuerna!– atiende su propietario don David Guízar, apoyado por sus colaboradores Martín y Juanito, el descuartizador. ¡Esas son faenas!