a libertad de tránsito y la de emigrar siempre ha sido un tema espinoso en los países de corte socialista, y en la práctica casi todos optan por restringir este derecho. Fue hasta la caída de muro de Berlín, en 1989, cuando se empezó a cuestionar esta política restrictiva y se dio cierta apertura. El muro simbolizaba, con justeza, la política de que nadie sale y nadie entra a ese territorio confinado.
No se dejaba entrar, visitar o turistear en estos países simplemente por una cuestión ideológica y una posible contaminación, con ideas y prácticas extranjerizantes, propiamente capitalistas e imperialistas. Y no se dejaba salir por una intrínseca necesidad de control y porque existía la posibilidad de que se fueran casi todos.
En algunos países, como Cuba, no se restringe el tránsito, pero sí la migración interna, además de la internacional. El gobierno controla los flujos por medio del acceso a la vivienda, no hay un libre mercado propiamente dicho, existe la posibilidad del trueque o el intercambio, pero nadie quiere dejar La Habana para irse a Camagüey.
En China, el acceso a la ciudad también está restringido por el acceso a la vivienda y por otra serie de permisos y requerimientos que impiden a los provincianos instalarse en la ciudad. Aquello de las invasiones de terrenos baldíos, en nuestros países, no se da en los países socialistas.
Por su parte, la emigración suele estar controlada por la emisión de pasaportes, tener una visa del país de destino y otra serie de requerimientos. Esto funciona en el caso de Cuba, dada la situación de insularidad, pero no en el caso de Venezuela, donde es prácticamente imposible impedir la salida, aunque la frontera esté cerrada. El control en la emisión de pasaportes, como en el caso de Venezuela, dificulta a los migrantes el cruce fronterizo entre países, pero en la práctica no impide la circulación. Una nueva modalidad es la de anular los pasaportes de los venezolanos en el exterior, a lo que se suma la imposibilidad de renovarlos.
Ahora podemos constatar que tanto el capitalismo depredador como el socialismo controlador generan migraciones masivas. Cada vez que se abre un puerto o hay un resquicio, en el caso de Cuba, decenas de miles optan por dejarlo todo y emigrar. Y en el caso de Venezuela no hay control de salida propiamente dicho, por eso se dio una migración explosiva en muy poco tiempo. Lo que en Cuba demoró 70 años para que saliera 15 por ciento de su población, en Venezuela demoró 10 años para que emigrara 25 por ciento de su población.
Son casos diferentes en cuanto al proceso migratorio, pero ¿las causas son las mismas? Podríamos decir que las llamadas causas estructurales
que explican, en parte, la emigración en los países capitalistas son diferentes en los países socialistas. El asunto de la libertad, en múltiples ámbitos, resulta crucial.
En Cuba, el acceso a la educación, la salud, el trabajo y la vivienda están resueltos por el Estado. Los dos primeros de manera satisfactoria y los restantes de manera precaria. Pero esta precariedad se dio, en un comienzo, en el contexto de un proyecto político, con esperanza en el futuro y con un liderazgo y control carismático, como el de Fidel Castro. Además, había un enemigo claro y definido, lo que funcionó durante una primera época y en la primera y segunda generación revolucionaria, que se quedan en el país. En la actualidad, eso ya no funciona y están sometidos al control burocrático.
No obstante, otro asunto no resuelto que afecta a toda la población es el de la alimentación. El racionamiento es la más clara expresión del fracaso del modelo. Y esto se da en un contexto de vecindad con la abundancia: Estados Unidos. A los males propios de Cuba hay que sumar el bloqueo, pero también una política específica de refugio para los cubanos, que quizá sea en buena parte la gran responsable del flujo migratorio.
En el caso de Venezuela, investigaciones recientes (LAMP-ENIR-Colmex) señalan que la gran explosión migratoria se dio después de la muerte de Chávez, con la llegada de Maduro al poder, carente de todo liderazgo, torpe, represor, ocurrente e incapaz de mantener la economía a flote. Los venezolanos no miran al futuro, ven lo que tenían en el pasado y lo que han perdido. Un quinquenio de hambre, devaluación, inflación y violencia fueron razón más que suficiente para que un cuarto de la población emigrara.
En estos casos, la migración es una válvula de escape para el gobierno en el ámbito de la política interna, pero también la salida masiva le otorga algunas oportunidades a los que se quedan, 8 millones de bocas menos que alimentar, de vivienda y de empleo cuentan en el panorama general. Pero además, los que se van operan como un subsidio de los que se quedan por las remesas, es la mejor manera de obtener divisas.
Por definición, a los regímenes socialistas les interesa sobremanera controlar a los que llegan de fuera e impedir, o dificultar, la salida de sus ciudadanos. Pero el modelo del muro de Berlín ya no funciona en un mundo globalizado. Hay políticas mucho más sofisticadas de control y apertura migratoria. La cancelación del requisito de visa para cubanos, por parte de Nicaragua, es una válvula de escape para Cuba que ha sido concertada entre ambos países.
Como quiera, el campo de estudio sobre la migración en los países de corte socialista está muy poco explorado. Valgan estas líneas para empezar la reflexión y la discusión.