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El maestro John Mayall
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▲ El músico estadunidense John Mayall falleció a los 90 años el pasado 22 de julio en su casa de California.Foto tomada de la página web del artista
 
Periódico La Jornada
Sábado 10 de agosto de 2024, p. a12

John Mayall trascendió hace apenas unos días en medio de la conmoción del mundo de la música.

Sucede que un artista del blues es longevo por naturaleza y Mayall tenía 90 años cuando exhaló por última vez y por eso su deceso fue un hachazo. Estaba en plena producción.

El primero en manifestarse fue Eric Clapton, uno de sus muchos alumnos. Visiblemente conmovido, lanzó un mensaje en el que agradeció a su mentor haberlo formado.

Todos sabemos que no se explica Eric Clapton sin John Mayall, como no se entiende la evolución que tuvieron el rock y el blues británicos y sus correspondientes estadunidenses, sin la presencia, durante décadas, del maestro Mayall.

Como todo guía trascendental, sus enseñanzas seguirán caminando el curso de los días y de los años.

Hay, como en la mayoría de los casos de músicos, una tendencia a relegar a zonas de olvido e ignorancia los valores verdaderos. Para empezar, suelen endilgarles apodos equívocos. En este caso, lo de el padrino del blues blanco es una barbaridad.

Es como los que insisten en decirle a Patti Smith la madrina del punk. Pasumecha.

Una manera de definir con cabalidad a John Mayall es la siguiente: fue un jipi.

Entendido este término, jipi, como uno de los más altos valores de la historia cultural.

Por supuesto que el sistema dominante ha intentado reducir la palabra jipi a un despectivo.

El movimiento jipi fue consecuencia de la poesía beatnik y acrisoló lo mejor del humanismo, el florecimiento de las artes, la insurgencia social, la defensa de los derechos humanos, la poesía, los géneros musicales más exquisitos (el florecimiento de la música renacentista, por ejemplo), la fraternidad, la solidaridad, la sororidad, la aceptación del otro, de los otros, de los diferentes, la tolerancia.

Del movimiento jipi nacieron muchos otros movimientos sociales y políticos, muchas insurgencias, entre ellas el feminismo. Ubicados en la contracultura, hordas de artistas transformaron al mundo y lo siguen haciendo.

El ideario y la práctica jipis están tan vivos, que no necesitamos seguir usando el pelo largo ni las camisetas que pintábamos en cubetas con hilos y anilina multicolorida, ni los pantalones acampanados, para seguir siendo jipis.

Porque ser jipi es una actitud. Es como el budismo, que no es una religión, sino una práctica.

Y es una insurgencia y un movimiento a contracorriente. Un ejemplo: hoy en día todos muestran los dedos índice y anular enarbolados como una supuesta V de la victoria cuando en realidad es el símbolo jipi de Peace and Love, frase emblema que produjo muchos versos que cantaron los poetas del rock, como Jim Morrison: We want the world / and we want it now! y el jipi John Lennon, de plano con su power to the people, right now!, el poder al pueblo, el pueblo al poder, que demuestra la cercanía del movimiento jipi con el comunismo, sin necesidad de usar banderas. Solamente flores en el pelo.

John Mayall fue, también, un gran melómano.

Su padre tocaba en antros y tenía una colección impresionante de discos, que el niño John Brumwell Mayall conoció desde el día de su nacimiento, el 29 de noviembre de 1933, de manera que su cultura musical supera lo que repiten todos: que se nutrió del blues de Chicago y de los maestros muy conocidos, cuando lo suyo eran las exquisiteces de, por ejemplo, Lead Belly, Eddie Lang, Albert Ammons y otras leyendas cuyos discos chisporroteaban ante los ojos encendidos y los tímpanos incendiados y el corazón delator del niño John Mayall.

Esa cultura musical es otro de los vectores olvidados a la hora de hacer el balance vital de este autor. Así como Picasso pregonaba que no se podía inventar el cubismo sin pasar por el dominio del dibujo clásico, John Mayall produjo una revolución sonora gracias a los conocimientos enciclopédicos que llevó a la práctica.

Y es por eso que sus alumnos se reproducían de manera natural, dada la virtud socrática de Mayall de predicar con el ejemplo y dictar cátedra caminando, práctica, por cierto, que ya pocos cultivamos: platicar caminando.

Mayall caminó el mundo por lo redondo. Su traslado de su natal Macclesfield, Cheshire, a Londres, fue semejante a la mudanza de William Shakespeare desde Avon hacia la capital inglesa.

En la brumosa Londres fundó su obra maestra: Los Rompemadres, Los Rompetestas, Los Rompeyrasga, Los Rompepelotas, Los Rompedores, y las muchas formas a que se prestan las acepciones de un nombre genial para una banda genial, la mejor de todos los tiempos: Los Blues Breakers.

Trátase del grupo de blues por antonomasia. No diré blues blanco, porque ya dije que eso es una barbaridad. El blues es blues y ya. Lo parieron negros y lo cultivan músicos de todos colores. La serie reciente de entregas del Disquero dedicadas al blues hecho por mujeres, es tan solo un ejemplo.

El de los Blues Breakers es la antonomasia, el alfa y el omega, el abecé, el blues explicado con manzanitas: básico, sencillo, sin ínfulas. Blues con todas las de la ley.

Lo que aprendió el niño John Brumwell Mayall lo puso en práctica el maestro John Mayall con los Blues Breakers de manera contundente, seca y meca, definitiva: solamente guitarra, bajo, batería, armónica y tan tán (bueno el tantán siempre va al final de toda rola, je).

John Mayall grabó unos 90 discos, todos ellos hoy reliquias, pero lo que sale de las guitarras de los Blues Breakers es el cataclismo, los vendavales, las lanzas que salían de los brazos de tirios contra troyanos para hacerse amigos y son las mismas lanzas que silbaban en el viento, enjambre en paralelo, para hacer toc tum toc tum al chocar contra los escudos de los guerreros, todo esto visto y narrado por un ciego: el gran cronista Homero y es lo mismo que sucede cuando vemos alguna representación pictórica de aquellas escenas de combates atléticos y la música del silbo y el tuc tum se sucede en nuestros oídos.

Escuche usted por favor en este momento la pieza que considero emblema del sonido Blues Breakers: All Your Love, de Otis Rush. El resplandor de las guitarras, los cambios de atmósfera, el suspense a lo Edgar Allan Poe, la sabrosura, la magia, el misterio que esplende esta obra maestra, va aparejada con estos versos que aplaudiría el ya mencionado William Shakespeare:

All the love I miss loving, all the kiss
I miss
kissing
Before I met you baby, never knew
what I
was missing

Ya dije que no se explica Eric Clapton sin John Mayall. Diré más: cuando Mano Lenta dejó los Blues Brakers para fundar Cream, jamás, repito: jamás volvió a hacer música tan poderosa, nítida, potente, lujuriosa, resplandeciente y majestuosa como la que hizo con su maestro, John Mayall. Si escuchó usted hace un momento la pieza All Your Love, esa pieza no me dejará mentir.

La grandeza de un maestro se refleja poliédrica. Una de las caras del poliedro tiene grabados en relieve los nombres de algunos alumnos además de Slow Hand, que salieron de los Blues Breakers parar fundar sus propias bandas, como cuando uno sale de un hogar para fundar su hogar propio.

Con Clapton se fue Jack Bruce para encontrarse con Ginger Baker y fundar Cream. A su vez, Mick Fleetwood y John McVie dieron vida a páginas imborrables de los Blues Breakers, para salir a fundar Fleetwood Mac.

John Mayall tuvo otro alumno notabilísimo: el mejor de todos los Rolling Stones: Mick Taylor, quien también forjó patria, bachitas y metales en la fragua de Mayall, quien lo mandó con los atentos saludos de John, a su amigo Mick Jagger, quien perdió a Brian Jones. Ya en su momento narramos aquí la fea manera como los celos de la pareja Mick Jagger / Keith Richards provocaron sentimientos negativos en ellos al ver brillar demasiado al mejor de todos: Mick Taylor, proveniente de la cantera Mayall, y lo corrieron de fea manera.

Los alumnos del maestro John Mayall están regados por el orbe entero y muchos son celebridades, otros brillan de maneras diferentes, algunos más pertenecen al noble gremio de los músicos de sesión y hay una multitud inmensa, creciente y naciente cada día: sus escuchas. A esa estirpe pertenecemos usted y yo, hermosa lectora, amable lector.

Descansa en paz, querido maestro Mayall. Seguiremos tomando tus clases en línea, es decir, vía streaming y en algún momento pondremos a girar tu obra maestra, All Your Love, en un tornamesas. Disfrutaremos tu sonrisa y veremos balancearse suavemente tu melena al compás de tu guitarra.

Que llora gentilmente.

X: @PabloEspinosaB

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