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Isocronías

Dos formas establecidas

D

e hace tres años: “La décima, que parece fácil pero no lo es, deviene popular precisamente porque parece fácil, y asimismo de fácil, facilísima asimilación (lo que no garantiza su perdurabilidad). El soneto, que parece difícil y lo es –aunque, maticemos, no tanto–, suele inspirar un respeto cuasisagrado (en sus mejores muestras, quizá sagrado propiamente). La décima –según visión general, constatable– se sustenta ante todo en la oralidad, mientras el soneto hace lo suyo en la escritura. La primera como que busca – busca– pasar del oído al texto, y el segundo como que quiere – quiere– pasar del texto a la voz (y así al oído, al oír de quien oye, al ser oído)”.

Alfonso Reyes: Por popular no entiendo desaseado y feo. Hay una limpieza y un despojo en lo popular que pueden ser ejemplares de toda elegancia.

Valéry: En esa época (en la que el soneto aún era apreciado) yo acostumbraba decir que ponía más alto a su inventor que al autor del más hermoso de todos esos poemas de forma fija.

La espinela, tan conocida en nuestro país y en todo el ámbito hispánico, debe su nombre al también músico y novelista Vicente Espinel, quien sabido es no inventó sino perfeccionó esa forma estrófica y esto en sólo ocho poemas, 80 versos. “Pero ni el propio Espinel debió dar especial importancia al ‘invento’ […], pues esas ocho estrofas aparecen perdidas, mezcladas entre sus Diversas (y muy mezcladas) rimas”: Maximiano Trapero.

En la forma soneto, que para muchos mantiene [en 1860] su prestigio y “que llegó a convertirse en un condensador universal de ideas y sentimientos como no conoce nada parecido la poesía de ningún pueblo moderno, no faltaron [quienes] para expresar sus reminiscencias y sus ociosas divagaciones sin ningún propósito serio ni necesidad [a ella recurrieran]. Por eso [itálicas mías] abundan tanto los sonetos malos o insignificantes y son tan escasos los buenos”: Jacob Burckhard.

En tiempos de Góngora, concluyamos con Reyes, “se consideraban como formas heroicas […] las estrofas en que entraban […] los endecasílabos […], y se consideraban formas menos comprometedoras las combinaciones estróficas de ocho o menos sílabas […], más adecuadas al tema de poca trascendencia y al asunto menos ambicioso”. Entre éstas, “la décima […] ofrece ciertas presunciones cortesanas en virtud de su atavío más riguroso, aunque luego se ha difundido mucho entre campesinos americanos”.