Opinión
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Ciudad perdida

El ocaso del otrora partidazo

E

l PRI debe desaparecer. No se trata del impresentable Alito ni de los intereses de la vieja guardia tricolor. Se trata del fin de un ciclo de la política mexicana, nada más.

El PRI cumplió, se diga lo que se diga, con una parte importante de nuestra historia, para bien y para mal. El PRI de hoy sólo muestra el fracaso desastroso de un proyecto que ahondó las diferencias sociales, prendió la llama intensa de la violencia y se alimentó de la corrupción de instituciones fundamentales, como el sistema de justicia.

Por eso, más allá de Alito o de Manlio Fabio Beltrones, el PRI debe desaparecer. Hay, dicen, militantes que antes que portar nuevas banderas prefieren esperar en silencio el deceso del organismo.

Aunque el priísmo en muchas partes del país sigue vivo, como en el anecdotario de lo que ya no existe, mucha de su militancia vergonzante se oculta o se mimetiza con colores ajenos, pero convenientes, atenta a cualquier posibilidad de sobrevivencia.

Pero no se trata de eso. El asunto es que en aquellos años las condiciones del país y sus habitantes eran diametralmente diferentes a lo que hoy sucede en México, y el PRI, en nombre de una modernidad mal entendida y bajo las presiones de un mundo que caminaba ciego y loco montado en el capitalismo desenfrenado, abandonó las razones de su ser y se transformó en el leviatán que lo devoró.

Será muy triste para el país ser testigo de cómo se pudre en la basura política lo que fue uno de los institutos políticos base para la organización de una hegemonía que perduró más de siete décadas, pero el asunto es inevitable.

La única razón por la que algunos pretenden mantener con vida al organismo son los dineros que el sistema político les otorga, en otro de los rasgos del neoliberalismo que también les afectó.

Aunque, como ya hemos dicho, hay mucha militancia huérfana del priísmo, nadie pretende volver sobre sus pasos, es decir, nadie se atrevería a desempolvar su credencial y regresar al partido. Ellos, que son el sustento, ya lo enterraron, guardaron luto y lo olvidaron. Tan-tán.

Entonces, el PRI de hoy, ese que horadó Salinas de Gortari y terminó de destruir el tal Alito, debe desaparecer porque hoy sólo significa el vergonzoso ejemplo de corrupción y de traición a la intención colectiva de seguir o apoyar un proyecto para el beneficio de todos.

¿Cuánto tiempo más podrá el PRI de Alito permanecer en la nómina del INE?, es decir, ¿cuánto más vivirá? Eso dependerá de la fuerza, del oxígeno que le den los votos, y eso, por lo que se ve, ya casi no existe.

Pero si el PRI se muere, ¿de qué va a vivir Alito?, ¿de qué Moreira y sus acompañantes? Ese es hoy el dilema, y mientras se resuelve, Alito y compañía van a seguir sangrando al erario, o dicho de otra forma: seguirán llenándose los bolsillos de nuestros dineros. ¿Y hay alguien que niegue que el sistema político debe sufrir una reforma?

De pasadita

Así que este diario no se equivocó cuando explicó que lo que haya sucedido con El Mayo recordaba, muy en serio, lo que hizo la DEA con el doctor Álvarez Machain.

Fue la DEA la que operó aquella violación a la soberanía del país y es muy difícil pensar que esa misma agencia, corrupta hasta sus raíces, esté ajena, ahora, a lo que sucedió con Zambada.

No falta quien dice hoy que ese operativo, si así le podemos llamar, estuvo diseñado por la misma DEA en venganza por los ataques recibidos por la Presidencia de la República. ¿Será?