ependemos cada vez más, sea de modo personal o en el trabajo, de las empresas tecnológicas cuyos productos definen de una manera creciente cómo nos desenvolvemos, nos comunicamos e interactuamos. Esta es una experiencia definitoria de esta etapa de la existencia social.
Las empresas tecnológicas se han vuelto prácticamente omnipresentes en la vida cotidiana. Estas compañías se definen de modo un tanto circular por su enfoque de negocio en el desarrollo, la manufactura y el soporte de productos y servicios intensivos en tecnología
. Esto lo conocemos en distintas formas: computadoras, equipos y programas o software, telecomunicaciones, aparatos electrónicos, instrumentos científicos y una amplia serie de servicios relacionados con Internet. Está, además, la industria de los circuitos integrados o microchips, componentes necesarios para el funcionamiento de la industria.
La presencia de este sector es cada vez más grande y se extiende de modo rápido y notorio. Los programas sirven como medio para generar información y conocimiento; definen las formas del trabajo, la producción, el comercio, las transacciones financieras, la prestación de servicios, las comunicaciones, el transporte, el entretenimiento, el diseño de muy variados tipos y la inteligencia artificial.
Este sector tiene una repercusión decisiva en las formas de interacción social, política e ideológica, en la investigación científica y el crecimiento de la productividad del trabajo. Su impacto avanza de modo envolvente y el ritmo de su evolución es muy dinámico, lo que incluye un aspecto relacionado con la obsolescencia planificada de la tecnología y los artefactos que la contienen. La extensión del uso de los servicios tecnológicos es diferenciada en general pero, por ejemplo, la telefonía e Internet se han incrustado en una parte muy grande de la población. Para finales de 2023, conforme a los datos de la Unión Internacional de Telecomunicaciones, 78 por ciento de la población mundial de 10 años de edad en adelante tenía un teléfono celular, mientras 67 por ciento usaba Internet; en el continente americano la cifra alcanzaba 80 por ciento. Los teléfonos móviles son el principal modo de acceso a Internet.
Las seis principales empresas tecnológicas del mundo son estadunidenses y tienen el más alto volumen de transacciones en los mercados bursátiles. Son las de mayor valor de capitalización de mercado en las bolsas de Nueva York y el Nasdaq, lo que corresponde al número total de las acciones multiplicado por su precio presente. Estas empresas son, en orden de su valor: Apple, Microsoft, Nvidia, Google (Alphabet), Amazon y Meta.
El dominio económico y social de estas firmas es enorme y por ello los riesgos que entrañan lo son también. En materia de dominio, uno de los asuntos más relevantes tiene que ver con el acceso y apropiación de la información personal de los usuarios, la que se utiliza no sólo como instrumento de propaganda y de venta, sino que alcanza incluso la inducción y el control político. En cuanto a los riesgos de dicha dependencia tecnológica en términos sociales, un ejemplo ha sido la reciente caída parcial del sistema de Microsoft que, según la empresa, afectó a 8.5 millones de artefactos e impactó en los servicios aéreos, bancarios, sanitarios, de telecomunicaciones y el comercio. Lo que resalta, pues, es el enorme poder que han alcanzado y que se mantiene ampliamente concentrado.
La denominada economía digital se plasma en Internet, las tecnologías móviles y de la información, el big data y las comunicaciones. El Departamento de Comercio de Estados Unidos estimaba que en 2022 el tamaño de la economía digital alcanzaba 10 por ciento del producto interno bruto de ese país.
Esta forma de desarrollo tecnológico es una más de las olas de inventos e innovaciones que han marcado la evolución de la humanidad y constituye uno de los pilares de la historia económica, de la sociología y de la sicología. Cada una de esas olas ha marcado la forma de pensar, de trabajar y de relacionarse. La etapa actual tiene sus propios rasgos en el modo de su implantación social; las consecuencias, que parecen ser más profundas, deben considerarse con atención. El poder derivado de la tecnología es muy grande y está sumamente concentrado; el riesgo lo es también.
Esta dimensión del predominio tecnológico, de carácter oligopólico, que abarca a un número enorme y, además, creciente de la población mundial no puede menospreciarse. Y, sobre todo, debe integrarse en el conocimiento y apreciación de las variadas dimensiones del predominio de Estados Unidos en el orden global. No se trata aquí más que de señalar una faceta de un fenómeno complejo que se despliega como un componente de la capacidad de influencia en materia de control de la información, la comunicación, la vigilancia, el desarrollo del conocimiento, las actividades económicas y del poderío militar.