l cierre de su trilogía sobre el general Lázaro Cárdenas, el historiador Ricardo Pérez Monfort recogió una entrevista al ingeniero Heberto Castillo donde éste declaraba que, tras su salida del encarcelamiento al que fue sometido en 1968, propuso la creación de un partido que recobrara el espíritu del Movimiento de Liberación Nacional (MLN, 1961-67), cuyo animador había sido el ex presidente michoacano. Según él, el MLN había dejado una una semilla que después floreció
en movilizaciones durante los 60, encontrando una continuidad en septiembre de 1974, cuando se constituyó el Partido Mexicano de los Trabajadores (PMT). Cuarenta años después es pertinente evaluar el significado de aquella organización, que sigue a la espera de una historia profesional, pues, a pesar de su reconocida importancia en el cosmos político de las izquierdas, hasta ahora los especialistas han eludido entrar con detalle a su vida, funcionamiento y legado.
Fue a partir del denominado comité de auscultación que las figuras de Castillo y Demetrio Vallejo impulsaron la creación del nuevo partido. El líder ferrocarrilero se encontraba preso desde 1959, cuando siendo militante del Partido Obrero Campesino protagonizó desde la dirección sindical la revuelta proletaria de aquel año, misma que fue duramente reprimida por López Mateos. Castillo y Vallejo se encontraron a la distancia, cuando en 1967 los jóvenes de la Liga Comunista Espartaco propusieron al ingeniero –entonces líder del muy debilitado MLN– lanzar al preso político como candidato testimonial a diputado. Tras los sucesos del verano de 1968, Castillo se sumaría la lista de encarcelados por motivos políticos. A la salida de la prisión ambos impulsaron aquel comité que tuvo en un primer momento cierta resonancia entre intelectuales, como Carlos Fuentes, Octavio Paz y Luis Villoro y, aunque este último continuó cercano, ninguno se sumó de lleno a la nueva organización. Cabe destacar que a la postre ambos líderes se distanciarían, lo que llevó a la expulsión de Vallejo del PMT y su rápida incorporación al PSUM, organización por la cual fue electo diputado un poco antes de su muerte.
En el documento ¿Por qué un nuevo partido?
, de 1974, Castillo y Paoli Bolio hicieron una fuerte crítica de las izquierdas comunistas e incluso del MLN, señalando que se enfocaban demasiado en discutir cuestiones teóricas y poco en las prácticas. Sello distintivo del PMT fue el antintelectualismo frente a las izquierdas marxistas. Quizá por ello que el PMT, en tanto colectivo, no produjo algún documento interpretativo fuerte, aunque el ingeniero Castillo fue, de hecho, un intelectual, que a lo largo de una intensa producción periodística construyó una concepción política en torno al tema de la soberanía, teniendo como uno de sus ejes la cuestión del petróleo.
El implante del PMT fue importante en zonas urbanas de expansión reciente, sobre todo en el Distrito Federal, pero también mantuvo presencia en zonas campesinas de tradición agrarista, como Morelos y Veracruz. Quizá una de sus innovaciones más precipitadas fue la del desarrollo de la noción marcadamente territorial como ejercicio fundamental de organización, algo relativamente nuevo en las izquierdas, tradicionalmente más asociadas a los centros de trabajo o estudio. Sin embargo, la dinámica del territorio no dejó buenos dividendos electorales. Si bien el PMT nació en los albores de la apertura
democrática, la reforma política de 1979 no les favoreció, participando sólo de la elección intermedia de 1985 con magros resultados, apenas por arriba del trotskismo, último lugar electoral.
En su andar tuvo momentos de ruptura y de innovación frente a otras tradiciones de la izquierda. No desarrolló, por ejemplo, una concepción de la prensa partidaria, algo muy común en todas las corrientes del siglo XX. Su órgano de difusión, Insurgencia Popular –el cual se encuentra digitalizado por entero– era bastante precario y de aparición irregular. Por el contrario, innovó con los primeros festivales culturales, que al tiempo resultaron modestos frente a los impresionantes Festivales de Oposición del PCM. El pemetismo fue pionero en el vínculo con una nueva cultura musical y visual de raigambre antiautoritario. Aunque algunos de sus militantes en sus respectivos ejercicios de memoria han insistido en que el PMT colocaba lo nacional antes de cualquier otra determinación, la organización careció de una interpretación original de la historia mexicana y de las luchas de su pueblo, en ese sentido no se distanció de la narración estandarizada.
En cambio, el PMT sí era reconocido como espacio de fuerte presencia de la militancia cristiana de izquierda. Años después de la disolución-fusión con otras organizaciones, los académicos estadunidenses James Wilkie y Edna Monzón interrogaron a Porfirio Muñoz Ledo, por entonces líder la Corriente Democrática, sobre la adhesión al marxismo de Castillo, a lo que éste respondía que en realidad no veía tal cosa, sino más bien un fuerte compromiso cristiano. Es ese quizá uno de los puntos más olvidados de la articulación del PMT, propia de una época de politización de los creyentes.
El PMT expresa una herencia ambigua, al tiempo propia de una corriente nacional-popular, con fuertes sesgos antintelectuales, con una impronta agrario-popular y bajo el auspicio de la idea de un socialismo a la mexicana, inspirada tanto en una vaga historia nacional como en la tradición cristiana. Sus ex militantes han intentado rehabilitar el legado de la organización, pero este está lejos de valorarse en su totalidad y ello quizá por la razón de que su programa, enclavado en la idea de soberanía nacional, fue recogido por la ruptura del grupo en el poder. Por ello el legado pemetista queda difuminado por la experiencia de la Corriente Democrática y, al final, unos años después de que el PMT expirara como experiencia organizativa, el ingeniero Castillo declinaría en favor de Cuauhtémoc Cárdenas.
*Investigador UAM