os principales centros urbanos del país se inundan en la temporada de lluvias. Recuerdo una en la Ciudad con Ángel, como la llamó el profesor Carlos Hank durante su gobierno. Los medios de difusión mostraron cuadrillas de trabajadores limpiando afanosamente las coladeras y los ductos de las áreas inundadas. El columnista Manuel Buendía, el más leído y respetado de esa época, le recordó a Hank que las labores de limpieza debían hacerse en tiempo de secas. La respuesta oficial fue que llovió como nunca antes.
Sí, eso repiten los gobernantes de la Ciudad de México, los municipios que la rodean y de otras urbes. Con mucha anticipación sabíamos que este año llovería mucho porque tendremos numerosos huracanes y tormentas. Sin embargo, no se tomaron las medidas mínimas para evitar en lo posible inundaciones. A quienes vivimos en la cuenca de México, cada año el agua nos recuerda que tiene memoria, que la megaurbe de 30 millones de habitantes está sobre lo que fue una región lacustre, con 45 ríos y cientos de arroyos que conducían desde las partes altas de la cuenca el agua de lluvia que no lograba filtrarse y alimentar el manto freático vía las áreas agrícolas y boscosas. Cuarenta y tres ríos fueron entubados para construir avenidas destinadas al tránsito vehicular.
Es la única ciudad en el planeta que, en vez de conservar sus ríos para obtener el agua que necesitan sus pobladores y regular el clima, los desaparecen y los convierten en depositarios de las aguas negras de las áreas habitacionales y las actividades económicas. A su vez, permite tapar barrancas y arroyos para construir viviendas de todo tipo.
Sin planeación mínima, los últimos 70 años la mancha de asfalto se extendió sobre áreas de reserva. En esa tarea, han jugado papel relevante los invasores que se aprovechan de las miles de familias necesitadas de un sitio para vivir. Invadida una zona, llega el transporte público y luego los servicios y la regularización a cambio del voto en las elecciones. Un ejemplo clásico: Chalco, que alentó nuevos asentamientos irregulares en las zonas aledañas, muy frágiles, hoy sufren inundaciones cada año.
Agrego un voraz sector inmobiliario que, con el respaldo de funcionarios corruptos y/o ineptos construye condominios y fraccionamientos en áreas de alto riesgo y sin los servicios adecuados para recolectar el agua de la lluvia y las negras. También los funcionarios permiten que se taponen con basura diversa las barrancas y arroyos de la cuenca para construir viviendas. El caso más reciente de invasión: Anzaldo, en la Magdalena Contreras, por donde baja el río San Jerónimo.
Dos días antes de dejar el cargo, el presidente Felipe Calderón inauguró en Ecatepec los primeros 10 kilómetros, de 62, del Túnel Emisor Oriente (TEO) y la planta de bombeo El Caracol, ambas destinadas a evitar inundaciones de dimensiones catastróficas y/o menores en la capital del país y el estado de México. Las inundaciones siguieron, igual que la construcción de la obra salvadora. Luego de 11 años de trabajo, la inauguró en su totalidad el presidente López Obrador el 24 de diciembre de 2019. Costó 30 mil millones de pesos. Al inaugurarla, sostuvo que serviría para evitar una grave inundación en nueve alcaldías de la Ciudad de México y cuatro municipios del estado de México; además, para recargar los mantos acuíferos sobrexplotados de la zona metropolitana.
El TEO comienza en la alcaldía Gustavo A.Madero, en la confluencia del Gran Canal del Desagüe con el río de los Remedios. Descarga en el municipio de Atotonilco de Tula, Hidalgo, donde se ubica la Planta Tratadora de Aguas Residuales. Ésta limpia gran parte de las aguas que lleguen hasta ahí. El resto de líquido lo aprovecharían los agricultores del valle del Mezquital. Pero es un foco de contaminación y enfermedades para las poblaciones de la zona.
Obra faraónica que no evita las inundaciones en esa región y en muchas otras de la cuenca. Recientemente una de grandes dimensiones en Tula , donde está la planta de tratamiento de aguas residuales. Y además, por el TEO se va al mar, contaminada, el agua de lluvia que debíamos retener para las necesidades de la población y la economía. No son los abundantes huracanes y ciclones los principales culpables de lo que sucede. Hay otros, como mencionaré el lunes.