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Wayne Smith: una vida dedicada al diálogo
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▲ (De izquierda a derecha) El premier cubano, Manuel Marrero Cruz; el presidente de la isla, Miguel Díaz-Canel; el ex presidente Raúl Castro y el comandante Ramiro Valdés en la celebración, el viernes, del 71 aniversario del asalto al Cuartel Moncada en la provincia de Sancti Spíritus, Cuba, episodio que marcó el comienzo de la lucha armada contra la dictadura.Foto Ap
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uba, como gustaba de observar el antiguo miembro del Servicio Exterior Wayne S. Smith, parece tener el mismo efecto en los gobiernos estadunidenses que la luna llena en los hombres lobos”.

Smith dedicó su carrera –dentro y fuera del gobierno– a promover la causa del diálogo, la diplomacia y las relaciones normales entre Washington y La Habana.

Alcanzó a ver el fruto de sus incansables esfuerzos cuando el entonces presidente Barack Obama comenzó a normalizar las relaciones en 2014, sólo para que Donald Trump diera marcha atrás y volviera a la política fallida de hostilidad y cambio de régimen.

Al tiempo del fallecimiento de Smith, el 28 de junio de 2024, a la edad de 91 años, la causa que defendió –el restablecimiento de relaciones diplomáticas entre Washington y La Habana– sigue siendo tan primordial y elusiva como siempre.

Siendo un joven diplomático, Smith fue enviado a La Habana pocos meses antes del triunfo de la revolución de Fidel Castro, en 1959. Cuando el gobierno de Dwight Eisenhower rompió relaciones, en enero de 1961, Smith fue uno de los últimos funcionarios estadunidenses en partir, llevando consigo la bandera de su país que había ondeado sobre la embajada.

Dieciocho años después volvió como funcionario principal en la sección de intereses de Washington, reabierta como parte de los crecientes, aunque vacilantes, esfuerzos del gobierno de James Carter por mejorar las relaciones.

En un extenso e ingenioso memorando referente a opciones, titulado Posibles pasos para mejorar relaciones con Cuba, Smith recomendó una amplia gama de acciones económicas, culturales, militares y diplomáticas para llevar la política estadunidense hacia una normalización de relaciones.

Propuso levantar el bloqueo a alimentos y medicinas, al cual calificó de inadmisible. Se manifestó por abrir la puerta a exportaciones cubanas selectas, entre ellas los renombrados productos de tabaco (de los cuales era conocedor). Sugirió un juego de exhibición de beisbol en La Habana. Dado el fanatismo de los cubanos por ese deporte, sostenía, la diplomacia beisbolera enfatizaría las afinidades entre nuestras dos naciones. La Unión Soviética, anotó, no juega beisbol.

Smith fue uno de los primeros funcionarios en identificar las ventajas que para los intereses de seguridad estadunidenses tendría colaborar con Cuba en el combate al narcotráfico. Me parece una iniciativa que sólo la mafia podría objetar con fuerza, escribió.

Cuando funcionarios del gobierno de Ronald Reagan malinterpretaron la disposición de Cuba a negociar respecto a Centroamérica y amenazaron a Castro con la fuerza militar, Smith señaló que las amenazas no los llevarían a ningún lado. Los cubanos ya han visto eso antes, escribió en un cable a Washington, y no es probable que hoy se muestren más receptivos que antes.

Tanto le disgustaba la mendacidad de su propio gobierno, que rechazó por principios un nombramiento de embajador y renunció al Servicio Exterior.

Dejar el gobierno lo liberó para abogar públicamente por una política más racional en la Casa Blanca, lo cual hizo durante más de 30 años, mediante incontables artículos de opinión, informes y propuestas de políticas. (También escribió sobre Cuba en The Nation). Viajó con frecuencia a la isla para sostener reuniones y dar conferencias. Para él, la libertad de viajar a la isla era un derecho constitucional. En diciembre de 1994 organizó la visita de una delegación de académicos sin la licencia obligatoria estadunidense, con la intención de que los multaran y así poder oponerse en tribunales a las restricciones.

Una década después, creó y presidió la Coalición de Emergencia para Defender el Viaje Educativo (ECFDET, por sus siglas en inglés), la cual presentó una demanda legal contra las nuevas restricciones de George W. Bush a los programas académicos en Cuba. La querella fue desechada por razones de seguridad nacional.

La penúltima visita de Wayne Smith a Cuba sigue siendo la más emotiva: como parte del acuerdo del 17 de diciembre de 2014 entre Barack Obama y Raúl Castro para normalizar vínculos bilaterales, se restauraron las relaciones diplomáticas formales en el verano de 2015. Acompañado por su hija, Melinda, Smith asistió a la ceremonia en la que se reabrió la embajada estadunidense: el mismo edificio que había cerrado cuando era un joven agregado en 1961. Melinda recuerda cómo, mientras caminaba con su padre a la embajada, los cubanos en las calles le tendían la mano, gritándole ¡Gracias, Smith, gracias! El izamiento de la bandera estadunidense para reinaugurar la embajada representó el pináculo del trabajo de su vida, y lloró cuando el lábaro subía por el asta, recuerda Melinda.

Pero el reconocimiento y gratitud de la gente por ese trabajo y por su sacrificio personal era lo que más apreció y lo retuvo hasta el día de su muerte.

Wayne Smith fue profético en cuanto a qué medidas podrían comenzar a mejorar las relaciones entre los dos países, y muchas de sus recomendaciones se adoptaron con el tiempo. En los gobiernos de Clinton y Obama se realizaron juegos de exhibición de beisbol. La cooperación de la guardia costera estadunidense con Cuba en materia de combate al narcotráfico se inició en el gobierno de Clinton, con tanto éxito que todos los presidentes la han mantenido desde entonces.

Las exportaciones de alimentos y medicinas a Cuba se legalizaron (con límites) en las leyes de Democracia en Cuba de 1992 y en la de Reforma de Sanciones Comerciales de 2000. Incluso los puros cubanos pueden aparecer en Estados Unidos si son producidos por granjeros privados. Sin embargo, lo que Henry Kissinger llamó la perpetua hostilidad entre Washington y La Habana sigue en pie. Aun cuando el presidente Joe Biden ha revertido algunas de las draconianas sanciones económicas impuestas por Donald Trump, ha mantenido otras, lo que ha contribuido a la actual crisis económica y humanitaria en la isla, crisis que ha orillado a casi un millón de cubanos a abandonar su patria en el éxodo más grande desde 1959.

El fracaso fundamental de la política de Biden hacia Cuba es el incumplimiento de su promesa de campaña de 2020 de volver a la política de normalización del ex presidente Obama. En vez de eso, su política se ha mantenido anclada en el marco tradicional de hostilidad y cambio de régimen que heredó de Trump.

El resultado es una política híbrida disfuncional, la cual pretende ser dura con el régimen, pero suave con la gente, como expresó Brian Nichols, secretario asistente de Estado para Asuntos del Hemisferio Occidental. Como si fuera posible baldar con sanciones la economía cubana sin empobrecer al pueblo de la isla.

Las razones por las que Wayne Smith abogó con tanta frecuencia por la normalización de relaciones son pertinentes todavía. La política de hostilidad y sanciones ha fallado, al no producir mejoras en los derechos humanos o en la democracia, pese a tener más de 60 años en vigor.

La búsqueda de Washington de un cambio de régimen ha propiciado una mentalidad de estado de sitio entre los líderes cubanos, que los hace aún menos tolerantes a opositores internos.

Al ahogar la política cubana, las sanciones reducen el nivel de vida en la isla, lo que obliga a la gente a partir y, por consiguiente, agrava los problemas migratorios en Estados Unidos. Una política de hostilidad limita la capacidad de Washington de cooperar con Cuba en temas de interés mutuo, como el crimen trasnacional, la protección ambiental, el cambio climático y la salud pública. Se puede argumentar que los límites del bloqueo a los viajes violan el derecho de los ciudadanos estadunidenses a viajar y restringen los intercambios culturales. Los límites al comercio privan a las empresas estadunidenses de oportunidades de comercio e inversión.

Por último, la hostilidad estadunidense estimula a Cuba a volverse hacia los rivales globales de Washington, Rusia y China, para asistencia y seguridad… aunque no jueguen beisbol. Ha sido una política, como Wayne Smith gustaba de decir, que ha alcanzado nuevas cimas de ridiculez.

Es mejor como aliado

Smith puso por título a sus memorias El enemigo más cercano, que captura la irracionalidad inherente a la perpetua hostilidad entre dos vecinos tan estrechamente ligados por la historia y la cultura.

Un nuevo presidente estadunidense tendrá la oportunidad de reimaginar y remodelar las relaciones con Cuba, en formas que sirvan mejor a los intereses de Estados Unidos y del pueblo cubano. Ese nuevo mandatario o mandataria, quien sea, debe rendir tributo al legado de Wayne Smith, y a su sabio consejo de cómo reconstruir los puentes entre Estados Unidos y Cuba, puentes que fueron incendiados de prisa hace tantos años.

*Peter Kornbluh dirige el Proyecto de Documentación sobre Cuba del Archivo Nacional de Seguridad, organización de la Universidad

George Washington en Washington, Estados Unidos.

William M. LeoGrande es profesor de gobierno en la Universidad Americana y coautor con Peter Kornbluh de Back Channel to Cuba: The Hidden History of Negotiations between Washington and Havana (University of North Carolina Press, 2015).

Publicado originalmente en The Nation

Traducción: Jorge Anaya