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Hay que responder al malestar ciudadano: Jordi Hereu

Turismofobia arrecia en España
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▲ Turistas desembarcan en la isla griega de Santorini. Al igual que otros destinos turísticos populares, ese lugar se está acercando a la sobresaturación y ahora quiere restringir el número de cruceros.Foto Afp
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▲ Protesta contra el exceso de turismo y los altos precios de la vivienda en la isla de Mallorca.Foto Afp
Corresponsal
Periódico La Jornada
Domingo 28 de julio de 2024, p. 16

Madrid. Andrew H. es un joven turista holandés que relató en sus redes sociales lo que vivió durante sus vacaciones en Barcelona, hace sólo unas semanas: Estábamos cenando en un terraza y de repente fuimos objeto de gritos e insultos y nos lanzaron agua. Estaba claro que no éramos bienvenidos. Y entiendo los motivos, en mi ciudad, Ámsterdam, yo siento la misma frustración ante la invasión constante y masiva. Este joven fue uno de los turistas que sufrieron en carne propia el hartazgo y la desesperación de centenares de vecinos barceloneses que salieron a las calles para expresar su rechazo al turismo masivo, que aumenta la degradación de la ciudad y la expulsión paulatina, pero constante de los vecinos nativos.

España se ha convertido en las últimas semanas en el centro neurálgico de la llamada turismofobia, que es en realidad una llamada de atención a las autoridades, a los sectores económicos involucrados en el sector y a la propia ciudadanía para reflexionar sobre la deriva del turismo, que vive un momento de auge y esplendor en términos económicos, pero que al mismo tiempo está provocado graves problemas de convivencia y de deterioro de las ciudades y países con más éxito en este rubro. En España ya se han realizado acciones concretas, de choque frontal con los turistas o visitantes extranjeros en Barcelona, Palma de Mallorca, Cádiz, Málaga, Tenerife, Ibiza y Sevilla, donde se han escuchado gritos del tipo turistas, fuera de aquí, no les queremos, dejen nuestras ciudades en paz o fuera turistas de nuestros barrios.

El testimonio de Andrew H. refleja una paradoja de nuestro tiempo: la condición de turistas, que muchas personas asumen cuando viajan, se convierte en un arma de doble filo cuando se sufre en las ciudades que habita, sobre todo si son lugares en los que la llegada de visitantes extranjeros es masiva y cada año más abrumadora.

En España los datos hablan solos: en 2023 se registró la visita de 85 millones de turistas, es decir, casi el doble de la población nacional. Incluso en sólo un año este cifra se incrementó en casi 20 por ciento y ya se sitúa entre los tres países con más turistas del mundo, acompañada por Estados Unidos y Francia. El auge del turismo también ha provocado una dependencia de la economía de las empresas y sectores que emergen a su vera al representar algo más de 14 por ciento del producto interno bruto (PIB) y una derrama económica que en 2023 ascendió a 108 mil 662 millones de euros, 25 por ciento más que en 2022, según el Instituto Nacional de Estadística (INE).

Uno de los problemas del turismo en España es la altísima concentración de visitantes en algunas ciudades, como Madrid, Barcelona, Palma de Mallorca, Málaga o Ibiza, que ha provocado a su vez una masificación que altera el precio de la vivienda o que transforma por entero los barrios y su dinámica cotidiana, convirtiendo el comercio de proximidad en simples enlaces utilitarios de esta cadena implacable.

A raíz de esta masificación avasallante han surgido plataformas vecinales que han pasado a actuar de forma frontal contra los turistas, con concentraciones en sus lugares de reunión para invitarlos a irse, con agresiones simbólicas con pistolas de agua y con la entrega de folletos en los que detallan las consecuencias del turismo masivo en las ciudades.

La organización no gubernamental Greenpeace se ha hecho eco de este debate, en el que reconoce que quizás cada vez estamos siendo más conscientes de cómo debemos viajar y, también, de que quizás para disfrutar de descanso, de paisaje y de buena gastronomía, no hace falta ir a destinos muy lejanos en medios muy contaminantes al ver el impacto del turismo masivo y de los problemas que genera en el uso de los recursos, en el transporte, en la recogida de residuos, el gasto del agua. Así que cada vez somos más conscientes de cómo nos gustaría viajar a nosotros.

El economista barcelonés Pablo Díaz Luque, quien ha investigado sobre el asunto, hace una reflexión que incluye la incidencia en la economía de un sector tan importante: El turismo genera mucho trabajo y riqueza, pero al mismo tiempo el viajar se ha convertido en una especie de mercancía que se democratizó a finales del siglo pasado con las empresas de bajo costo, sobre todo las aerolíneas. Sin olvidar que economías emergentes, como India y China, están incorporando esta actividad y que sólo esos dos países suman más de 3 mil millones de habitantes.

Pili Malagarriga, fundadora de la plataforma Segundo Mundo, en la que se promueve una responsabilidad cívica global, explica que en muchas regiones, el gran desarrollo turístico no ha mejorado la calidad de vida de sus comunidades, sino que, en ocasiones, la ha deteriorado. Por ello, la tendencia a considerarlo como una práctica menos deseable está ganando terreno, de manera lenta pero constante.

Pere Joan Femenia, vocero de la plataforma contra el turismo masivo en Palma de Mallorca, explicó que las protestas en las calles son un punto de inflexión, un golpe sobre la mesa, y el inicio de acciones y movilizaciones en las cuatro islas, no sólo en Mallorca, que se extenderán más allá del verano y con las que queremos lanzar un mensaje claro: Turistas, vuelvan a sus casas y déjennos en paz.

Desde el otro lado de la mesa, el presidente de la Mesa del Turismo, Juan Molas, apunta que este tipo de acciones contra los turistas extranjeros siempre son motivo de preocupación, ya que no sólo generan un gran impacto mediático, sino que también pueden influir de manera negativa en la percepción de España como destino. Esta percepción puede acarrear graves consecuencias, ya que algunos operadores turísticos optarían por desviar a sus clientes hacia otros destinos, provocando grandes pérdidas a la industria turística española. Por eso es esencial que abordemos este problema con prontitud, basándonos en una estrategia clara entre los diferentes actores, para seguir perpetuando la imagen de España como un destino atractivo y seguro.

El ministro de Turismo de España, el socialista Jordi Hereu, quien además fue alcalde de Barcelona durante un tiempo, intenta reconducir la situación con una idea: “España es un país de hospitalidad, en el que la turismofobia no responde a la realidad, pero es importante responder con políticas públicas al malestar ciudadano”.