n 2016 las posiciones retrógradas de Donald Trump tuvieron respaldo electoral para llevarlo al poder. En los inicios de su campaña para lograr la candidatura presidencial el empresario fue considerado por los principales medios de prensa estadunidenses casi un lunático sin posibilidades de llegar a la Casa Blanca.
Hace ocho años Trump no consiguió la mayoría de los sufragios entre el total de quienes acudieron a las urnas, pero la intrincada forma en que se dirime quién obtiene la presidencia en Estados Unidos (donde se lleva todos los votos electorales quien vence en un determinado estado, y el contrincante se queda con las manos vacías) resultó en el arribo al poder de un supremacista blanco que cautivó a millones de personas con discursos en que cargaba las culpas de la declinación económica de ese país en las espaldas de indeseables que, según él, se apropiaron indebidamente de los empleos que debían ser para los estadunidenses.
En EU las posiciones religiosas de los candidatos a puestos de elección popular son muy importantes para buena parte de los sufragantes. En 2016, 81 por ciento de los evangélicos blancos que acudieron a las urnas se inclinaron por Trump. Cuatro años después el porcentaje disminuyó, pero mayoritariamente apoyó la relección del personaje.
El mesianismo de Trump sigue cautivando a quienes miran en él un supuesto retorno a los orígenes de la grandeza estadunidense. El discurso mesiánico trumpista descansa en reiterar que se norma por la Biblia, la cual esporádicamente cita para respaldar sus posiciones políticas. Es precisamente en el terreno de la interpretación bíblica en que los opositores a Trump le están disputando la validez del elemental discurso que perora por todas partes.
Activistas afroestadunidenses protestantes/evangélicos anti-Trump subrayan que en la historia de su pueblo la Biblia ha sido herramienta de emancipación. No por casualidad los blancos esclavistas prohibieron la lectura bíblica o bien expurgaron la obra de pasajes peligrosos, como en los que se habla de igualdad del género humano, derechos de los trabajadores, denuncias de los profetas contra el pecado estructural convertido en sistema y que sólo habrá paz si reina la justicia. Entonces como ahora la lid es semántica y si se quiere desmontar el colonialismo de Trump, necesariamente se le debe anteponer la lectura anticolonial de la Biblia.
Lo anterior ha sido bien expuesto por Allen Dwigth Callahan en The Talking Book. African Americans and the Bible, donde de inicio afirma: Los afroestadunidenses son los hijos de la esclavitud en América. Y la Biblia, como ningún otro libro, es el libro de los hijos de la esclavitud
, en el que encontraron textos liberadores. Otro teólogo afroestadunidense, Esau MacCaulley, sostiene que el arreglo del material bíblico de los esclavistas dio falso testimonio acerca de Dios. Esta sigue siendo una verdad en nuestros días que desafía nuestro compromiso con los refugiados, los pobres y los desheredados
( Reading While Black. African American Biblical Interpretation as an Exercise in Hope ).
Una de las tradiciones de las iglesias afroestadunidenses es el sermón que dialoga con sus oyentes, los incluye y desafía para que tomen distintos compromisos y desarrollen determinadas acciones. Las características anteriores estaban presentes en las predicaciones y discursos políticos del pastor bautista Martin Luther King. Toni Morrison utiliza tal herencia expositiva y la incluye notablemente en dos de sus novelas más conocidas: Song of Solomon y Beloved.
En el frente opositor para desenmascarar la vociferante religiosidad de Trump y su instrumentalización de la Biblia también están sectores protestantes/evangélicos blancos, quienes igualmente dirigen sus esfuerzos para desmontar los argumentos religiosos de lo que llaman cristianismo nacionalista y supremacista. En tal sentido apuntan las investigaciones de Kristin Kobes Du Mez, profesora de historia en Calvin University, autora de un libro traducido al español en que deconstruye las falacias de Trump y sus fervientes seguidores: Jesús y John Wayne: Cómo los evangélicos blancos corrompieron una fe y fracturaron una nación. El veterano escritor y activista Jim Wallis, en su libro más reciente, sin concesión alguna afirma la falsedad del Evangelio blanqueado y hace llamados a rechazarlo tajantemente.
Los opositores evangélicos a Trump están en línea con el profeta Isaías (58:6-10), quien denunció la religiosidad hueca: “El ayuno que he escogido, ¿no es más bien romper las cadenas de injusticia y desatar las correas del yugo, poner en libertad a los oprimidos y romper toda atadura? ¿No es acaso el ayuno compartir tu pan con el hambriento y dar refugio a los pobres sin techo, vestir al desnudo y no dejar de lado a tus semejantes? Si así procedes, tu luz despuntará como la aurora, y al instante llegará tu sanidad; tu justicia te abrirá el camino, y la gloria del Señor te seguirá. Llamarás, y el Señor responderá; pedirás ayuda, y él dirá: ‘¡Aquí estoy!’ Si desechas el yugo de opresión, el dedo acusador y la lengua maliciosa, si te dedicas a ayudar a los hambrientos y a saciar la necesidad del desvalido, entonces brillará tu luz en las tinieblas, y como el mediodía será tu noche”.