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Del vacío a la Casa Real
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us primeros años los vivió en un sótano de la ciudad de Nueva York, la época jipi de sus padres le generó un fuerte trauma y quedó mudo a los tres años de edad, consecuencia de angustia y ansiedad aguda. Al regresar a México, gracias a su abuela materna, Julia Crespo, que le regaló cuadernos de dibujo y crayones, entablaron comunicación entre poesía y pintura. Juan Sebastián Barberá Durón (Ciudad de México, 1964) empezó poco a poco a tartamudear hasta recobrar el habla, fue creciendo y llegó a ser uno de los mejores dibujantes de su salón de clases en El Cipactli, escuela creada para los hijos de artistas e intelectuales, cuya intención era promover la individualidad, personalidad y libertad de creación de cada niño, donde aprendió a participar en asambleas, a expresarse y a tener una actitud crítica ante la autoridad.

Cuando regresaron de Nueva York, vivió en un cuarto de azotea con su madre, la clavecinista Luisa Durón, junto con su compañero, Eugenio Barberá Castillo. Ahí se le ocurrió pintar el clavecín con los crayones que le dio su abuela; en lugar de regañarlo, su madre lo felicitó y ante el compromiso de realizar un concierto, le pidió permiso para quitar la pintura del clavecín. La vida con su padre biológico, el pintor Jorge Manuel Zárate (1946 -1978), fue verdaderamente atroz, no le enseñó a pintar, incluso nunca lo vio frente al caballete, sólo lo perturbó, lo humilló, lo golpeó, lo expuso y lo dejó solo. Ante el dolor y el enojo, Juan Sebastián adoptó el apellido de su padrastro, el siquiatra Eugenio Barberá Castillo, que fundó la escuela Hermanos Revueltas, otro espacio alternativo que ayudó a ubicar a muchos niños expulsados de otras escuelas.

Fue el gran amigo de su padre, el artista Juan Sánchez Juárez (Ciudad de México, 1946-2020), quien reparó en ese maltrato, y le legó de forma lúdica, asertiva y contundente el oficio de la pintura, una síntesis académica, trucos y otros secretos para lograr texturas y efectos. También estudió de manera libre y abrevó en talleres la enseñanza de pintores como Ernesto Alcántara, Gilberto Aceves Navarro, Luis Nishizawa, Pedro Ascencio y Carlos Olachea; para aceptarlo en su taller, al estilo renacentista, primero le dio una escoba, lo puso a limpiar charolas, pulir placas y preparar barniz, hasta que le dio las llaves del taller y lo convirtió en maestro técnico del grabado.

No pinta por pintar: se plantea un proyecto y, cuando lo entiende, lo realiza, plasma el dramatismo existencial, la mujer, el erotismo, pero sobre todo el dolor humano, que ha sido el hilo conductor en su obra. Barberá usa el color para generar vibración en su pintura, tiene un mensaje energético; en cada cuadro hay una historia, un concepto, un mensaje, un pensamiento profundo, filosófico, generalmente existencial. Es un artista independiente, libre, capaz de promoverse solo, con la firme convicción de que el arte transforma la conciencia humana, es una ventana del alma para verse a sí mismo, un espejo que te permite verte reflejado en el otro.

En 1998 fue invitado a participar en el proyecto internacional de Periolibros e Iberoamérica Pinta de la Unesco y del Fondo de Cultura Económica, con una serie de dibujos que ilustraron los cuentos surrealistas Casi un objeto, del escritor portugués y Premio Nobel de Literatura José Saramago, que lo llevó a crear una síntesis iconográfica de su pintura. Este joven artista mexicano ha visto en mi literatura cosas que yo no había visto ni leído, se refirió Saramago cuando vio las ilustraciones de Juan Sebastián Barberá. Cuenta con más de 70 exposiciones individuales en México, España, India y Francia, así como varios reconocimientos.

Es autor de Juan Sebastián: Historias pintadas y cuentos de amor, publicado en 2008 por Lunwerg Editores, el cual fue galardonado con el premio al mejor libro de arte que otorga el Ministerio de Cultura de España, lo que promovió que la monarquía de ese país adquiera una obra para la Casa Real y el Museo del Prado. Actualmente trabaja en una escultura monumental de 10 metros de altura titulada La creación de un mundo nuevo, en homenaje al desarrollo de la ciencia que progresa constantemente para salvaguardar el ambiente, la ecología y la vida humana. La escultura de 8 toneladas se instalará en el Centro de Investigación y de Estudios Avanzados del Instituto Politécnico Nacional, en la Ciudad de México.

Juan Sebastián Barberá continúa trabajando en su estudio de San Nicolás, Totolapan, creyendo que la pintura es el medio para llegar a la profundidad de la existencia humana cuando es genuina, siguiendo en busca del cuadro ideal, inventándose todos los días a sí mismo. Ha vivido el vacío, el dolor, el límite con el infierno, pero lo ha salvado la creatividad, la disciplina, la constancia por el arte de vivir, pero sobre todo el instinto de sobrevivencia.