Opinión
Ver día anteriorSábado 13 de julio de 2024Ver día siguienteEdiciones anteriores
Servicio Sindicado RSS
Dixio
 
Rescate de don Gilberto Bosques Saldívar
E

l trabajo que hace nuestro actual embajador en Cuba para dar a conocer con detalle la gesta de 11 años de don Gilberto Bosques Saldívar como embajador de México en La Habana me llena en verdad de emoción. Es el capítulo tercero de la epopeya de uno de los más brillantes diplomáticos que hemos tenido.

Debo confesar que una de las cosas que hice durante los ocho años que trabajé en la cancillería mexicana en los años 80, de la que me siento orgulloso, fue precisamente rescatarlo del olvido.

Ya sé que suena pretencioso, pero cuando en aquel tiempo caí en la cuenta de que el hombre vivía aún, y con una enorme lucidez a pesar de su edad avanzada, con calma burócrata y lleno de gratitud por lo que había hecho en Francia a favor de mi familia, emprendí con cuidado la tarea que ahora, por medio de Miguel Díaz Reynoso, alcanzará un nivel superior.

Son tres etapas de su proeza diplomática,con un receso de calma en Suecia, al comenzar los 50, del que se escapó pronto:

Cónsul general en Francia desde principios de 1939, cuando concluía la guerra civil española con el triunfo de los fascistas y procedió a ayudar a los vencidos, hasta mediados de 1942. Cuando se convirtió en ministro plenipotenciario; es decir, embajador, cuya gesta culminó en calidad de prisionero de los alemanes durante 14 meses, en la población de Bad Godesberg.

Su ayuda a los vencidos resultó apoteósica. Podemos asegurar que, entre una cosa y otra, el número de seres humanos a quienes salvó la vida, puede quedar cerca de 140 mil. Luego pasó a Portugal y continuó la faena, aunque si en Francia trabajó a chorros, aquí lo hizo por goteo, pues los que huyeron por ahí del fascismo fueron pocos. La cifra debe merodear por un millar más.

Su última etapa, de 11 años, fue en La Habana, dividida en partes parecidas entre la ayuda a los perseguidos por el repugnante dictador Batista y la colaboración con el triunfante gobierno de la revolución.

Cuando en 1964 se supo que Díaz Ordaz, su paisano, a quien conocía demasiado bien, sería el próximo presidente, se retiró a la vida privada en México, fue entonces cuando la Patria lo olvidó, durante 20 años, cuando empezó nuestra gestión, desde Relaciones Exteriores.

Casi especialmente para él, creamos el programa Historia oral de la diplomacia mexicana, para aprender a hacerlo, empezamos con un embajador que pareció fácil porque tenía fama de frívolo, mas luego resultó que, asimismo, tenía una apasionante historia antinazi… también en Francia. Luego nos lanzamos a entrevistar a Bosques y procesar el material obtenido. Ya con el libro publicado, que por cierto lleva varias ediciones, procedimos a recibir y organizar su archivo diplomático, que gentilmente nos cedió. Al final, en noviembre de 1987, hicimos la gran ceremonia en la que volvió a la vida pública.

Fue complicada también, pues a la sazón el escenario de la cancillería no estaba preparado para recibir a un gran personaje en silla de ruedas… pero todo se arregló.

La ceremonia fue un éxito. Poco a poco hubo reacciones: el Congreso de Puebla lo honró, luego siguió su universidad, el Senado de la República hizo lo propio, etcétera. Algo le tocó en vida, pero la mata sigue dando, el suscrito ha tenido la oportunidad de hablar de él en muchas partes de la República.

Apareció después una tesis con su hazaña lusitana y un libro sobre su gestión en Francia y ahora esperamos con ansia la historiografía sobre los 11 años en Cuba.