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Nuevo presidente panameño, misma antimigración
J

osé Raúl Mulino, próximo presidente de Panamá, ha planteado que enfrentará el fenómeno migratorio cerrando el Darién y regresará a los migrantes indocumentados que intentasen pasar por ahí. En una entrevista con el periodista Andrés Oppenheimer señaló que para ello requiere el apoyo financiero de Estados Unidos, porque por un lado el Darién es la verdadera frontera con Estados Unidos, además por la importancia geográfica y estratégica que tiene su país y porque los migrantes tienen el objetivo prioritario de llegar a EU. Estos comentarios del futuro presidente no llaman la atención porque confirman las mismas estrategias antmigrantes a escala mundial; ello a pesar de que los flujos migratorios que intentan pasar a EU se han reducido 40 por ciento en las últimas semanas, supuestamente debido a la orden ejecutiva de Joe Biden que restringe el asilo y contempla el cierre de frontera en el caso de que se produjeran más de 2 mil 500 cruces irregulares en una semana. Es decir, la mano dura y su criminalización serían posiciones convergentes en los dos países. Lo que no es de extrañar, porque se trata de un ex ministro de Seguridad Pública que fue criticado por una represión policial de manifestantes en el pasado (BBC).

Si bien no parece haber ninguna diferencia con otras propuestas mundiales, quizá una posible es que Mulino le cargaría financieramente a EU su estrategia migratoria en la medida en que, si el imán migratorio es el país del norte y ese país cierra sus fronteras faltando a sus compromisos internacionales, entonces debe hacerse cargo de las consecuencias de sus decisiones. Por supuesto, no parece que un político de derecha, como se considera a Mulino piense así, sobre todo porque espera colaborar de lleno con Washington. Lo que sí sería extraño es que este funcionario pusiera en marcha una política de derechos humanos y solidaria con los migrantes.

Por tanto, la reproducción de propuestas antimigrantes requiere seguir discutiendo el fenómeno, porque, esperar que los países posibles receptores cambien su estrategia es pedir peras al olmo. Algunos autores señalan que la migración ocurre cuan­do los países de origen inician procesos de desarrollo porque es cuando esas personas pueden sostener un proceso que supone una importante erogación monetaria. En este sentido, se ha hecho conocida la frase de que no es la pobreza la causa de la migración, sino el desarrollo iniciado en sus países de origen. Explican que los más pobres no tienen esa posibilidad dada su precariedad monetaria. Propuesta con la que no concuerdo, sólo en la afirmación, y en parte, de que los más pobres no migran.

La primera pregunta sería ¿por qué migran miles de personas y están dispuestas hasta perder la vida si sus países se están desarrollando? ¿A qué llaman desarrollo esos autores?

No hay duda de que la realidad actual muestra la complejidad del fenómeno migratorio, ya sea como consecuencia de desastres climáticos, conflagraciones militares, dictaduras que expulsan a las resistencias internas. Pero las caravanas de miles de personas que provienen de América Latina y otros continentes, y tienen que enfrentar no sólo a la delincuencia, sino vivir en carpas, pasar hambre y otras inclemencias y dificultades, ¿es aceptable sostener que lo hacen porque quieren vivir en el capitalismo, ese supuestamente más desarrollado o en realidad más salvaje?, o ¿no será porque sus condiciones de vida están absolutamente alejadas del desarrollo: falta de empleos decentes, de sistemas de salud y educación universales, carencias alimentarias y de vivienda? Por eso ir a las causas del fenómeno de las migraciones forzadas es, entre otras cuestiones, exigir a los gobiernos que cumplan con su responsabilidad de proteger a sus poblaciones de las enormes desigualdades, lo que quiere decir, hacer efectivo el derecho humano al desarrollo del cual se ven sustraídos.

Hay que señalar que es el modelo capitalista el que se sostiene y genera, para beneficio de unos cuantos, profundas desigualdades en todo el mundo, creciente crisis climática, guerras interminables, golpes de Estado, etcétera. Si bien se plantean soluciones como las de Roberto Savio, quien subraya la necesidad de esfuerzos unificados para crear soluciones sostenibles, con el fin de mitigar la degradación ambiental y también promover un desarrollo equitativo que eleve a las comunidades marginadas y ponga a las personas primero, con lo que estamos totalmente de acuerdo; sin embargo, consideramos que estos cambios no serán posibles si se mantiene el modelo depredador capitalista, causante de las crisis que vivimos y que amenazan la existencia del planeta.

Es inaplazable transitar hacia un cambio estructural y para ello, como ha señalado Valenzuela Feijóo, se requiere una teorización crítica radical que permita avanzar hacia una democracia sustantiva, ir más allá del régimen actualmente vigente y así permitir que cristalicen nuevos sistemas sociales.