a evolución de México está profundamente entrelazada con la minería, una industria que ha sido el pilar del desarrollo económico y social de nuestra nación por más de 500 años. En el corazón de esta historia se encuentra el Sindicato Nacional de Trabajadores Mineros, Metalúrgicos, Siderúrgicos y Similares de la República Mexicana, que me honro en presidir, organización que es faro de esperanza y justicia para los trabajadores desde su fundación, el 11 de julio de 1934.
Desde sus inicios, el Sindicato Nacional de Mineros representa una lucha inquebrantable por la dignidad, la justicia y los derechos de los trabajadores. Esta lucha no ha sido fácil; ha estado marcada por grandes sacrificios y heroísmo. Un evento significativo de esta historia fue la huelga del 15 agosto de 1766 en Real del Monte, Hidalgo. Los valientes trabajadores mineros demandaron al patrón por incumplimientos contractuales y prácticas abusivas, estableciendo la primera huelga en toda América Latina. Este acto de resistencia sentó un precedente para futuros movimientos obreros en México y en el mundo.
Otro hecho crucial fue la histórica huelga de Cananea el 1º de junio de 1906. Los mineros de Cananea se levantaron contra las condiciones laborales injustas e inseguras, resultando en la muerte de más de 20 trabajadores a manos de las guardias blancas y la intromisión de los rangers estadunidenses. Esta lucha heroica fue un catalizador para la Revolución Mexicana de 1910, demostrando el poder y la determinación de los mineros para exigir justicia.
El 22 de abril de 1937, seis líderes trabajadores en la mina del Cubo fueron asesinados por intentar fundar una nueva sección del sindicato, convirtiéndose en los mártires de Guanajuato. Estos eventos son testimonio de la constante batalla de los mineros por sus derechos a pesar de la represión y las adversidades.
En 1951, la Caravana del Hambre representó otro momento icónico de lucha. Cuatro mil mineros marcharon desde Coahuila hasta la Ciudad de México, enfrentando una brutal represión y falta de atención en su búsqueda de justicia laboral. Aunque el presidente Miguel Alemán los ignoró y la Suprema Corte de Justicia les negó el amparo, su determinación resonó como un grito de dignidad y resistencia; frente al intento de desvirtuar la caravana denominándola del hambre para estigmatizarla, los mineros contestaron con fuerza: ¡Sí, tenemos hambre y sed, pero de justicia!
Quizá no existen en el mundo huelgas obreras tan largas y enconadas como las que desde el 30 de julio de 2007 mantienen los mineros de las secciones 65 de Cananea, Sonora; 201 de Sombrerete, Zacatecas, y la 17 de Taxco, Guerrero. Dichas secciones decidieron unánimemente estallar un movimiento de huelga para defender sus contratos colectivos de trabajo (CCT). Denunciaban también las condiciones inseguras en que laboraban y el peligro de una repetición de la tragedia de Pasta de Conchos, pues todas estas secciones están bajo el yugo de Germán Feliciano Larrea, de Grupo México. Asimismo, Larrea cometió una intromisión al derecho fundamental de la autonomía sindical, negando la elección de líderes elegidos unánimemente por los trabajadores en la convención general extraordinaria realizada en octubre de 2001 y relegidos en las siguientes convenciones ordinarias.
Otras violaciones de derechos que llevaron a esta huelga incluyen la retención de cuotas sindicales y violaciones a la libertad sindical plasmadas en los convenios 87 y 98 de la OIT. Al fracasar Grupo México en su intento de declarar inexistentes las huelgas, Larrea recurrió a procedimientos abiertamente ilegales, como juicios paralelos contra las tres huelgas, incluso pidiendo el despido colectivo e individual de los trabajadores sindicalizados, la liquidación del contrato colectivo de trabajo y de la relación con el sindicato en Cananea, e incluso la persecución, demente, perversa y rapaz que me llevó a mi y a mi familia al exilio.
Las movilizaciones de huelga y resistencia no son la única huella del Sindicato Nacional de Mineros en la historia mexicana, pues la lucha por los derechos obreros lleva, indudablemente, a luchar por la justicia social en general. En este marco, por ejemplo, el papel de las mujeres en el sindicalismo minero también ha sido crucial. En 2020, dimos un paso significativo al elegir a la primera mujer en la dirección nacional, destacando nuestro compromiso con la equidad de género y la inclusión.
El Sindicato Nacional de Mineros, siguiendo el legado de mi padre don Napoleón Gómez Sada, tiene el sencillo principio de siempre velar por el bienestar del trabajador y su familia, de tal modo que la unidad y el espíritu de lucha comunitaria son bastiones de nuestra organización. Las extremas dificultades de la resistencia se sobrellevan gracias a esta hermandad de clase que renueva la determinación por defender nuestra dignidad y extender los derechos obreros a todas las esquinas del país. Hoy, al celebrar 90 años desde nuestra fundación, el sindicato perdura como un símbolo de tenacidad y esperanza. Nuestra historia no sólo relata insurgencia y sacrificio, sino que también es un legado vivo que inspira a las generaciones por venir. A lo largo de décadas, hemos enfrentado desafíos inmensos con valentía y determinación, demostrando que la unión, la lealtad y la solidaridad son nuestras mayores fortalezas.
Permanecemos firmes y más unidos que nunca, guiados por la convicción inquebrantable de que la defensa de los derechos laborales es una causa justa y noble. Cada huelga, cada manifestación y cada paso que hemos dado son testigos de nuestra dedicación hacia un futuro más justo y equitativo para todos.
Los invito a todos los mexicanos a unirse a nosotros en este momento de reflexión y celebración. Recordemos con gratitud a aquellos valientes que sacrificaron sus vidas en aras de la justicia. Que su legado nos inspire a redoblar esfuerzos y a avanzar con renovado vigor. Celebrar estos 90 años no sólo es un acto de conmemoración, sino también un llamado sincero a la unidad y la acción. Es un recordatorio de que nuestro compromiso con la causa obrera es más fuerte que nunca. Sigamos avanzando juntos, con la certeza de que, con unidad y fortaleza, alcanzaremos la victoria final.