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Isocronías

Pespunte

S

e sabe de los tejedores de tapetes o alfombras que deliberadamente incluyen un error en la trama de sus piezas. Lo más cercano a la perfección es al estar cercano a ella decir motu proprio que uno, de una manera u otra –y eso no es necesario comprobarlo, ciertamente es verdad–, nomás no la merece.

Tengo un término a cuya realidad, existente, recomiendo acudir a la hora de hacer un poema: concentración difusa. Ignorante que soy, supe luego de acuñarlo, de la atención flotante y, aunque menos directamente relacionado, acaso sabía ya del pensamiento lateral. En cierto comentario sobre Pessoa encuentro ahora, quizá no interprete bien, que es conveniente (por lo menos en ciertas ocasiones) ponerse distraídamente hiperatento.

Traer al Ser al lenguaje y en él depositarlo es tarea de poetas y pensadores, me parece ha dicho Heidegger. Gadamer por su parte asienta, cita no literal tomada de un ensayo de Esperanza López Parada, que lo que puede entenderse en un poema es el lenguaje mismo, la experiencia viva de la lengua. No faltan los que intuyen en la actividad lírica, y yo no discordaría de ellos, el lenguaje original del hombre o el origen del lenguaje. En todo caso afirmo que la poesía es lenguaje-esencia-de-lenguaje, lenguaje, si en efecto poesía, que resguardan su aura, su resonancia, su reverberación; en fin, el silencio que emite y la nimba.

Todo poema, a su modo, un acto de pensamiento.

Todo acto de pensar, todo acto de pensamiento, conlleva una como aura, bien que –digámoslo así– no siempre visible; siempre, para el hombre despierto, sensible. ¿Necesario advertir que dicha aura es lo poético?

¿Corregir, pulir, afinar? No, más sencillo: limpiar. Un poema limpio –y si en tono menor o si en tono mayor no nos interesa– siempre se agradece.

A partir del posmodernismo, resulta –leí en algún lado– un tanto ocioso (por a más de ya no tan fácil poco provechoso) distinguir entre arte mayor y arte menor.

Si una de las características del lenguaje, volvamos a una entrega anterior, es que mediante él se puede mentir, ¿se podrá mentir mediante el lenguaje poético? No lo neguemos (la corrección, el pulimento, la afinación, la limpieza, tienen que ver con esa posibilidad); pero la poesía, y en ello no seremos contundentes, firmes sí, no miente.