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Revelación y subversión del surrealismo
E

l surrealismo, cuyo primer manifiesto cumple un siglo este año, tuvo una conexión subterránea con esa otra vanguardia que no nos deja de sorprender: el movimiento dadaísta.

Si para muchos fue un movimiento efímero, pues apenas duró un lustro, lo cierto es que su permanencia lleva más de un siglo encabalgada al movimiento surrealista. Una vanguardia, esta última, que tiene mucha identidad con los jóvenes de nuestros días.

En un texto luminoso de 1975, Paul Auster decía que no hay año en que no aparezca un nuevo estudio sobre el movimiento dadaísta, una biografía mejor documentada de alguno de sus integrantes, un catálogo, un texto desconocido. No me sorprendió que pensara así, porque el dadaísmo fue una vanguardia donde subsisten los viejos ideales humanistas, como ocurre con el surrealismo.

No me sorprende tampoco el interés de los jóvenes por estos movimientos que, además de estéticos, fueron políticos. Son los mismos indignados que hoy quieren salir de los rígidos esquemas de la razón y de la observación realista de los hechos para buscar otros significados y caminos más auténticos con las profundidades del ser.

Son los mimos inconformes que hoy transitan por nuestras calles porque no aceptan los estados patriarcales, la depredación de la naturaleza, la censura a la libertad de expresión y les preocupa profundamente la vida emocional, el amor, la vida espiritual y todos aquellos mundos que escapan de la razón.

Cuentan que un griego hijo de padres italianos interesado en la pintura quiso atrapar el sentimiento de extrañeza cuando nos sorprende lo inesperado. Pintó una monumental cabeza al lado de un guante de goma. Tituló el óleo Canción de amor.

Cuando Magritte vio una reproducción del mismo, sintió que estaba ante una ruptura completa con los hábitos mentales de los artistas que están aprisionados por el talento, el virtuosismo y las pequeñas especializaciones estéticas: era una visión nueva la de Giorgio de Chirico, el pintor de los paisajes metafísicos.

Allí estaba el germen de la revelación y la subversión.

El surrealismo, decía Breton, es puro automatismo síquico, por medio del cual se intenta expresar el proceso real del pensamiento. El dictado del pensamiento libre de cualquier control de la razón.

Eso resulta fácil entender si pensamos en los relojes blandos/derretidos de Dalí, en el hombre que tiene frente a él una manzana verde que le oculta el rostro, en los paisajes metafísicos donde sangran las estatuas o donde las mujeres pájaro avanzan o en el ojo que se vacía con un corte de navaja.

Imposible a estas alturas imaginar al surrealismo sin México. Aquí vivieron no pocos artistas inspirados en el surrealismo. Tenemos los casos de Leonora Carrington, Remedios Varo, Alice Rahon y Luis Buñuel, por mencionar sólo a quienes vivieron largas temporadas en nuestro país.

Pero aquí también André Breton y Diego Rivera redactaron el primer manifiesto surrealista, y Octavio Paz tuvo una relación estrecha con algunos de los miembros del grupo.

Benjamin Péret puso en contacto a Paz con los surrealistas en el famoso café de la Palace Blanche, donde se reunían. Poco después Bretón y Peret lo invitaron a colaborar en una de sus revistas. Paz dice que llegó tarde al surrealismo, pues su ocaso estaba cerca.

Es cierto, el apogeo del movimiento ocurrió entre 1924 y 1945. Pero, aunque tardíamente, el surrealismo guardaba intactos sus poderes de revelación y subversión. Eso atrajo al poeta mexicano. El surrealismo era un arte, escribió Paz, pero también una ética, una moral pública y privada.

¿Cómo entender por lo demás al romanticismo y al simbolismo sin la estética surrealista?

¿Cómo entender al cine mexicano sin la incursión de Buñuel en cintas como Viridiana, Nazarín, El ángel exterminador, Simón del desierto o sin esa joya que es Los olvidados?

El surrealismo y el dadaísmo seguirán presentes mientras en el mundo algo tengamos que cambiar o ver de manera diferente. Siempre serán una incandescencia.

El arte y la vida nunca se sueltan de la mano y menos en tiempos de penuria.