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La eternización de Alito
L

a importancia histórica que tiene el PRI nadie la discute. La tiene para bien o para mal. Eso depende del ángulo, postura ideológica o interés político de la persona que revise la historia. Tuvo años de grandeza, logró tener un poder total durante décadas. Pero recordando al alemán, habrá que sentenciar que todo lo que nace, merece perecer. Claro que hay formas de morir, casi todos deseamos que nuestra muerte sea digna. No siempre se logra lo que uno quiere. Al PRI le espera una muerte totalmente indigna que para algunos será lo que merece y para otros es inmerecida. El guión de su muerte nadie se hubiera atrevido a escribirlo. Menos con la enorme paradoja que se está presentando: la mayor debilidad del partido, tiene al presidente del Comité Ejecutivo Nacional más poderoso de su historia. El presidente que mayores atribuciones estatutarias ha logrado concentrar.

Empecemos describiendo quién es Alejandro Moreno, Alito. En realidad poco sabemos de su historia personal. Nació en 1975 en la capital de Campeche. Seguramente tuvo una niñez llena de pobreza. Eso se deduce porque cuando llegó a Villahermosa a buscar al líder del PRI en esos tiempos, Roberto Madrazo, realizó el viaje en una motocicleta bastante deteriorada. Es un hombre arrojado, y ese carácter le permitió presentarse ante el máximo líder del partido y pedirle su apoyo para desarrollar una carrera política dentro del PRI. Comentan, quienes lo conocieron en esa época, que nunca había visitado la Ciudad de México y que era todo un espectáculo verlo cruzar las avenidas de esta enorme metrópoli. Desconocía cómo funcionaban los semáforos y no sabía si avanzar o retroceder ante lo que consideraba un tráfico intenso.

Así llegó a la capital del país. Pero bajo el amparo y apoyo del líder del PRI rápidamente escaló en las filas del partido en el poder. Ingresó al PRI a la edad de 16 años. En poco tiempo fue nombrado dirigente nacional del Frente Juvenil donde estuvo en el cargo de 2002 a 2008. En 2003 fue electo diputado federal plurinominal y en 2006 obtuvo una senaduría por mayoría, logrando ser el senador más joven de la raquítica bancada priísta que pese a su pequeño número tuvo un excelente desempeño y se convirtió en un contrapeso del gobierno de Felipe Calderón. Desde el primer día que se presentó en el senado, Alito gritaba a todo pulmón que su candidato a la Presidencia de la República era Enrique Peña Nieto. Años después, en la antesala de las elecciones estatales para nombrar aspirante a gobernador, Alito se expresaba a voz abierta que sería el próximo mandatario de Campeche. Nadie le hacía caso porque consideraban que no era un hombre de ideas, conceptos o estrategias políticas, la cúpula priísta lo ubicaba como un político de poca monta. No lo logró en ese periodo pero obtuvo el compromiso de Peña Nieto de que sería el candidato del PRI para la siguiente elección y se lo cumplió.

No llevaba más de cuatro años en el gobierno de Campeche cuando a finales de 2018, después de la terrible derrota del PRI, anunció también con voz potente, que sería el próximo presidente del PRI. Pidió el apoyo de las principales figuras del partido y, como siempre, no lo tomaron en serio. Lo tiraron de loco y de pretender un puesto para el que no tenía los tamaños, la preparación y seguramente no alcanzaría el beneplácito. Como siempre sucedió en su meteórica carrera, obtuvo el apoyo del presidente Peña Nieto, quien era el personaje que controlaba el Consejo Político Nacional y la Asamblea Nacional y logró ser el líder nacional del partido. Pese a que las principales figuras no lo apoyaron.

Ya instalado en la presidencia del PRI, sin un titular del Ejecutivo federal priísta, se convirtió en el hombre fuerte del tricolor, sin ningún contrapeso y empezó a hacer lo que todos los jefes del partido hicieron: apoderarse de los órganos de gobierno y cambiar los estatutos y la declaración de principios hacia donde quisieran orientarla. Eso hicieron los presidentes de la República durante muchos sexenios. No había forma de que la disidencia, cuando la hubo, pudiera ganar una Asamblea Nacional. Es más, en muchas ocasiones no dejaban ingresar a los delegados opositores. Ahí están las crónicas de las asambleas más polémicas de los últimos años. Escondían las sedes de las mesas de discusión, no permitían conocer la redacción de los cambios estatutarios, etcétera. Lo mismo que ahora hizo Alejandro Moreno.

Lo que está sucediendo dentro del PRI no es nada nuevo. Sólo que ahora el presidente del CEN quiere la relección. Para poder argumentar la necesidad de permitir ese cambio estatutario, en la exposición de motivos se utilizan argumentos que pueden provocarnos risa, si no se tratara de un tema tan serio. Primer argumento, en la constitución se permite la relección de presidentes municipales, diputados y senadores. Los partidos se manejan de forma autónoma, siempre y cuando los órganos de gobierno autoricen las modificaciones. Es necesario adecuar y armonizar los documentos internos del partido con lo que la constitución establece. La ley general de partidos políticos no impide la relección. Además, en los estudios de derecho comparado, y aquí es donde hay que aguantar la risa, se establece la continuidad de las personas en los institutos políticos más representativos, por ejemplo, la Unión Demócrata Cristiana le permitió a Angela Merker relegirse, y de esa manera fue posible implementar políticas coherentes y de estabilización de los partidos. Lo mismo ocurre con el Partido del Trabajo que lidera Lula.

Si siguiéramos la argumentación del derecho comparado que realizó el PRI, no hay nada de qué preocuparse, con la relección de Alito el partido garantiza un liderazgo similar al de Angela Merker o cuando menos parecido al que ejerce Lula en el PT, lo que no sólo le garantiza una larga vida, sino la certeza de que bajo su liderazgo el PRI volverá a retomar el papel de grandeza que una vez tuvo. Pero me temo que en esta ocasión aunque Alito vuelva a anunciar su jugada con voz estruendosa, no alcanzará lo que promete y al contrario, los días del partido están contados y tendrá un triste final que llenará de vergüenza a todos aquellos personajes relevantes del tricolor que no supieron defenderlo con la valentía que merecía una institución a la que le deben todo lo que son.

*Analista político