l pasado domingo 30 de junio el partido Rassemblement National, de Marie Le Pen, conseguía alzarse con la victoria en la primera vuelta de las elecciones legislativas francesas, con 34 por ciento de los sufragios. La ultraderecha seguía así la estela de sus buenos resultados en las pasadas votaciones europeas, de hace menos de un mes. Un resultado que motivó el adelanto de las elecciones legislativas, desencadenando un auténtico terremoto político.
El adelanto electoral viene a sumar un capítulo más a la crisis larvada que vive el régimen de la V República francesa. La duda es si este será su epílogo. Una crisis que se ha mostrado con toda su crudeza en la descomposición de los dos partidos, democristianos y socialistas, que tradicionalmente han ostentado el poder después de la Segunda Guerra Mundial. Así, desde el final de la presidencia del socialista François Hollande, en 2017, ninguna de estas dos agrupaciones políticas ha conseguido recuperar el Palacio del Elíseo y ni siquiera disputar la segunda vuelta de las presidenciales.La emergencia de la figura bonapartista de Emmanuel Macron y la creación de En Marche, un partido-empresa a su imagen y semejanza, fue un intento de reagrupar al extremo centro político para ahuyentar los fantasmas de una victoria ultraderechista y combatir el agotamiento del régimen gaullista de la V República. En este sentido, Macron ha venido a representar un tipo de figura política vacía, estandarte de una salida del bloque de poder a su propia crisis de representación y a la corrupción de los grandes partidos. Un modelo de político proveniente del mundo de la gestión empresarial y percibido, precisamente, como un gestor de la difusa sociedad civil
, pero garante del (des)orden neoliberal. En resumen: una suerte de outsider para mantener el statu quo.
El auge del macronismo, a partir de su victoria en las presidenciales de 2017, supuso el declive del todopoderoso Partido Socialista francés, que sumido en diversas crisis ha encadenado los peores resultados de su historia. Perdió la hegemonía del campo político de la izquierda francesa en favor de la Francia Insumisa de Jean-Luc Mélenchon. Ambas organizaciones, con los Verdes, el Partido Comunista y el Nuevo Partido Anticapitalista, han conformado el Nuevo Frente Popular, emulando la coalición de izquierdas antifascistas que gobernó Francia de 1936 a 1938. Así consiguieron convertirse en la segunda fuerza de las elecciones legislativas, con 28 por ciento de los votos.
Rassemblement National lleva preparándose desde hace décadas para este momento, en una lenta pero constante transformación desde que se fundó con el nombre de Frente Nacional (FN) en la década de los setenta. Primero, Jean Mari Le Pen consiguió transformar el FN de una organización neofascista en un partido de ultraderecha de nuevo corte, focalizado en la xenofobia, antimigración y la neurosis identitaria. En segundo lugar, Le Pen emprendió todo un camino de desdiabolización del partido, llegando a refundarlo con el nuevo nombre de Rassemblement National, con el objetivo claro de convertirse en la organización hegemónica de la derecha nacional y abrir los candados del cordón sanitario que hasta ahora habían impedido su asalto al Palacio del Elíseo.
La posibilidad de que Le Pen y su candidato Jordan Bardella consigan la mayoría absoluta en la segunda vuelta de las elecciones legislativas, que les permita gobernar, no parece una opción descabellada ni mucho menos. La única posibilidad para evitarlo es intentar rescatar en menos de una semana –la segunda vuelta es este domingo 7 de julio– el llamado Bloque Republicano. Unir a todas las fuerzas republicanas
, retirando las candidaturas en aquellas circunscripciones donde el postulante de otra formación tenga mejores opciones de vencer a RN. Un cordón sanitario
a la extrema derecha que ha funcionado desde las presidenciales del 2002, en las que Le Pen (padre) consiguió pasar a la segunda vuelta. Y que ha funcionado siempre. Veremos si esta fórmula tiene éxito, cuando los electores de centroderecha tienen que votar a candidatos de izquierdas. Sólo tres veces en la historia de la V República Francesa han cohabitado un primer ministro y presidente de formaciones políticas distintas. Pero más allá de si Bardella consigue o no los números para ser primer ministro, lo que está fuera de toda duda es que Rassemblement National es, en este momento, el principal partido de Francia. Y que el camino de Le Pen a la presidencia francesa en 2027 parece una posibilidad cada vez más clara. Una opción que no responde a una fiebre pasajera, sino a la transformación de largo aliento que se lleva operando en la sociedad y la política francesa, en donde el RN no es tanto una anomalía, sino el producto de la crisis de régimen que vive el país. En donde la ultraderecha aparece como el hijo bastardo del autoritarismo reaccionario del que el gaullismo impregnó la política de la V República y que el mismo Mitterrand llegó a calificar como golpe de Estado permanente.
Versión completa en La Jornada Online: https://www.jornada.com.mx/noticia/2024/07/02/opinion/la-ultraderecha-gana-en-francia-6017