s común que al terminar un debate quienes estuvieron atentos a su desarrollo no puedan evitar la tentación de declarar a un ganador. Como en cualquier torneo deportivo, entre los espectadores impera la parcialidad y no poca frivolidad en sus comentarios. Esto no sucedió después del debate entre Joe Biden y Donald Trump. Hubo un acuerdo unánime de que el presidente perdió la brújula desde los primeros minutos de esa noche. La desesperación crecía en los momentos en que Biden vacilaba, se equivocaba y tenía uno de sus conocidos tropiezos con los datos y los hechos. La imposibilidad de articular sus pensamientos con su discurso abrió la puerta para que las innumerables mentiras de Trump quedaran sin respuesta.
Para expresarlo con una analogía: fue la frustración de ver a dos menores que en la escuela primaria pelean, uno de ellos el clásico bruto que golpea una y otra vez al aplicado, cuyas buenas formas y razones no bastan para detener los golpes de su agresor y cae una y otra vez sin capacidad para responder a las embestidas del bruto. Pero esa no es toda la película y mucho menos el final.
Lo que sucedió en las horas posteriores al debate posiblemente sea más trascendente que el debate mismo: fue, y persiste, la división dentro del Partido Demócrata sobre lo que debe hacerse para recuperarse de la hecatombe. Es el peor escenario que los demócratas pueden enfrentar.
Hay quienes piensan que Biden debería ser sustituido por otro candidato, otros que dicen que él y sólo él debe decidir si continúa o no en la carrera por la presidencia. La mayoría considera que es descabellado pensar en un cambio en estos momentos, ya que las consecuencias serían graves a tres meses de la elección.
Los críticos de Biden consideran que cualquier otro candidato fácilmente hubiera podido responder a las falsedades e inconsistencia en los argumentos con los que Trump abrumó a Biden. Para otros, es más importante lo realizado por el presidente a lo largo de su mandato: recuperación económica, disminución en el desempleo y la inflación, después de la devastación ocasionada por la pandemia, su evidente liderazgo internacional en momentos en que el mundo atraviesa por crisis y guerras por doquier y, principalmente, su lucha en favor de las mayorías más débiles y su honestidad. Esos son, entre otros, los elementos de peso que pudieran influir en la decisión de los electores en noviembre. Por esas razones el sentir general es que sea el propio Biden quien decida su futuro inmediato.
No han faltado quienes habían advertido sobre la impertinencia de que Biden se religiera debido a su avanzada edad. Hoy critican al liderazgo demócrata por haberlo permitido. Para éstos, el fracaso del debate es una reivindicación a su pronóstico, pero al margen de sus razones y como están las cosas son los que mayor daño pudieran hacer a los demócratas en momentos en los que cualquier división interna pudiera dañar mucho más al partido y a sus candidatos. Es lo que con razón, y desde una posición más serena, han expresado muchos comentaristas y no pocos dirigentes del Partido Demócrata.
Una de las frases que tuvo mayor impacto en los innumerables programas de opinión posteriores al debate fue la de uno de los más connotado líderes del Partido Republicano, hoy retirado de su militancia, quien sugirió que Biden debía regresar a la Casa Blanca a repasar el video de su comparecencia para que él mismo hiciera un balance y juzgara lo procedente.
Es algo que en alguna manera han sugerido quienes están angustiados por el devenir en la carrera por la elección. Será muy importante lo que suceda en los próximos días, ya que en lo que se decida en ellos estará en juego el futuro del presidente. Por lo pronto, un día después de su naufragio en el debate, Biden apareció con las velas desplegadas en un mitin en Carolina del Norte en el que, como el Ave Fénix, resurgió de sus cenizas y mostró la consistencia que le hubiera permitido evitar el difícil trance del día anterior.
Como diría uno de los líderes demócratas que en 2020 fue clave en la elección del presidente: fue el primer strike… todavía le quedan dos.