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La hora cero en el reloj del rock es 1966, indica Alberto Blanco

El poeta presentará mañana su libro dedicado al nacimiento del género

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▲ El narrador, ensayista, traductor y artista plástico durante la charla con este medio.Foto José Antonio López
 
Periódico La Jornada
Lunes 10 de junio de 2024, p. 6

El rock es una de las grandes pasiones del poeta Alberto Blanco, al cual se adentró siendo adolescente, en la década de los 60, en coincidencia, dice, con la irrupción y la época dorada de ese género.

Fue una incursión no sólo como melómano, sino incluso como integrante, un poco después, de un par de bandas: La Comuna (1970-1975) y Las Plumas Atómicas (1982-1985). Llegó el día, empero, que debió definir su camino, y la historia ya es conocida. El llamado de la poesía fue más fuerte.

Ahora, el también narrador, ensayista, traductor y artista plástico, nacido en la capital del país en 1951, comparte su visión sobre esa música y sus significaciones para la historia de la cultura del siglo XX en el libro 1966: El año del nacimiento del rock, que será presentado mañana a las 19 horas en la librería Mauricio Achar (Miguel Ángel de Quevedo 121). Participarán Daniel Escoto y Jaime Villarreal, además del autor.

Este ensayo, con ilustraciones del caricaturista Luis Fernando Enríquez, no es sólo una historia de la música, sino un recordatorio de la capacidad que tiene ésta para transformar la conciencia.

Publicado por Reservoir Books, sello del grupo Penguin Random House, en él, como señala su título, Blanco sitúa a 1966 como la hora cero en el reloj del rock, a partir de un recorrido de 1963 a 1969.

Tesis con sustento

La tesis, como todas, es discutible, pero está sustentada. Ofrezco muchas causas y consecuencias de lo que pasó en 1966, y cómo ahí cambia la naturaleza de la música popular y nace el rock, asegura.

Hasta 1965, todo era pop, soul, rhythm and blues, la onda inglesa y el detestable a go-gó; no se hablaba de rock. Fue a partir de 1966 que empezó a emplearse el término, y no es que alguien en particular lo haya usado, sino que estalló por muchas causas. En el capítulo dedicado a 1966 las enumero, y son más de 25; hago lo mismo con las consecuencias, pues ese año cambió por completo el juego, al menos por un buen tiempo, explica.

Porque también se puede discutir si el rock murió; es cuestión de nomenclatura, en realidad. Tanto se puede argumentar que acabó hace 10 o 20 años como que terminó, como mucha gente piensa, con el suicidio de Kurt Cobain (1994). Se pueden argumentar muchas cosas, pero se sigue haciendo buen rock. Es decir, no ha desaparecido ni va a desaparecer.

De acuerdo con el autor, lo que sí terminó, junto con los años 60, fue el rock como movimiento cultural o contracultural significativo: La década de los 70 es la de los grandes conciertos en los estadios, los megagrupos, las giras, las ventas multimillonarias. Así no era en los 60. Hay que recordar que Los Beatles dejaron de tocar en 1966, para meterse de lleno al estudio de grabación.

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▲ El narrador, ensayista, traductor y artista plástico durante la charla con este medio.Foto José Antonio López

A su decir, hasta antes de la beatlemanía, la música popular estaba aún anclada en los años 50, con un dejo de adolescencia, con canciones de amor: “Los Beatles mismos empiezan así. Es hasta el encuentro con Bob Dylan que les mueve el tapete, sobre todo a Lennon, porque, aparte de que les corrió su primer gallo (cigarro de mariguana), les cuestionó que hicieran tan buena música para cantar cosas tan insulsas cuando el mundo estaba tan convulso, con la guerra en Vietnam, los movimientos por los derechos civiles, las transformaciones culturales en todos los órdenes. Nada más hay que pensar lo que significó en ese momento la aparición de la píldora anticonceptiva y no digamos la irrupción de los sicotrópicos, que cambió por completo el panorama”.

Cambios en la industria

Sostiene que en esos años no sólo se transformó la música y la forma de escucharla, sino también de grabarla, distribuirla, comprarla y apreciarla: “Por un breve periodo no fue música hecha para bailar; ya vendría la venganza del horroroso género disco. Fue música para escuchar, música popular que pedía una complicidad de otro orden, meditativa, incluso, reflexiva. Ya no sólo se permitió que los músicos dijeran sus verdades, sus netas, sino que hasta se les exigió que lo hicieran. Eso no era así, nunca fue así y después tampoco ha sido así.

“En ese momento, una declaración de Lennon podía ser un escándalo mundial, y lo fue. Una canción como Suzanne, de Leonard Cohen, la pongo a la altura del más grande poema de amor del siglo XX, extraordinaria.” Para el autor de El canto y el vuelo, por el que obtuvo el Premio Xavier Villaurrutia 2016, las letras de los mejores compositores y grupos de esa época fueron tan significativas como mucha poesía.

El tiempo da la razón. Uno de esos compositores es ahora Nobel de Literatura. Quién lo hubiera dicho, pero las letras ahí están; y no era Dylan solo, hay letras extraordinarias de muchos grandes: Ray Davis, Van Morrison, Leonard Cohen, Nick Drake, Syd Barrett; incluso rockeros que se consideran más ligeros como Donovan o Cat Stevens tienen letras buenísimas, asienta el poeta.