laudia es ya nuestra presidenta. Es un hecho histórico sobresaliente de la vida pública de México. Claudia tuvo una inmersión profunda en la entraña del pueblo durante la campaña, y pueblo y nueva dirigente han construido una relación de confianza y cordialidad necesaria e irremplazable. Este es el fundamento y corazón político de la gobernabilidad de la nueva titular del Poder Ejecutivo. Sostener y, mejor aún, acrecer esa relación cada día, será mira y propósito de su gobierno. Qué claro lo tiene: con el pueblo todo, sin el pueblo nada. La historia de México, especialmente desde la Revolución Mexicana, moldeó esa construcción social y política donde un gobernante puede ser reconocido también como dirigente. Es una relación con las comunidades y con la cultura comunitaria que, cuando se da, es parte central constitutiva del poder político. Eso ha ocurrido en esta venturosa elección, como sucedió con la de Andrés Manuel. Los gobiernos posteriores al de Lázaro Cárdenas fueron echando al olvido esa dimensión de la cultura mexicana; el neoliberalismo y su modernización gorila, la enterró. Creyeron y creen los neoliberales que la esfera abstracta de los ciudadanos puede subsumir esa construcción compleja. AMLO nos mostró que estaba viva. Hay motivos de sobra para la alegría.
Una de las consecuencias más brutales del capitalismo neoliberal fue haber congelado la lucha de clases tal como se desarrolló por el mundo durante la segunda mitad del siglo XIX y gran parte del siglo XX. El poder de los grandes sindicatos y el de los partidos de clase fue quebrado por el espinazo. Los índices de sindicación fueron abatidos. Los partidos comunistas murieron junto con el colapso de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, los partidos socialdemócratas fueron fagocitados por el neoliberalismo. El capital se arrogó el completo dominio de la esfera económica y política. Los ciudadanos fueron convertidos en apenas consumidores, y la racionalidad del mercado abarcó a la sociedad entera.
En América Latina hubo una respuesta. La presión de los de abajo (pueblo, asalariados, campesinos, cuentapropistas) se hizo sentir mediante luchas por el poder del Estado, en olas rosas sucesivas de gobiernos progresistas. Es el hecho social y político de mayor magnitud de la historia reciente; lo es claramente en México desde la campaña política de AMLO, aun cuando los atisbos comenzaron muchos años atrás.
No han reaparecido los métodos de lucha de los siglos XIX y XX con la fuerza que entonces tuvieron, pero la lucha de clases adquirió en el siglo XXI esta otra vía, mezclada, compleja, por momentos necesariamente embarullada o difusa. Más allá de las teorías que lo habían señalado (Gramsci, entre otros), las clases subalternas descubrieron que el Estado era un terreno vital de la disputa política. Está claro que requieren mucho mayor poder organizado y un pensamiento capaz de extender su hegemonía en la mayor parte de la sociedad, por un largo tiempo.
En condiciones difíciles se mantiene Brasil, Colombia, Bolivia, Honduras, Guatemala en los prolegómenos, empequeñecido el caso de Chile. Se mantiene en toda forma en México. Nos corresponde cuidar este proceso, pero el medio fundamental es un programa que mantenga siempre creciente la justicia social.
De otra parte, la respuesta de las derechas ha sido, como era de esperarse, sin miramientos, en todas partes. No sólo en América Latina. En su segundo tramo, el gobierno de la 4T conocerá, previsiblemente, una derecha exasperada buscando desplegar una acción mayor, con todos los sucios medios que han exhibido en México y en el resto del mundo y aún peores. Así, la movilización del pueblo y su claridad de miras son tan necesarios como el oxígeno. Sin descanso. Nuevamente el asunto del partido (Morena), es decisivo. La izquierda 4T necesita dotarse de medios de comunicación bien organizados y potentes, capaces de disputar las audiencias a los viejos medios corruptos para acelerar su mengua.
La tarea del gobierno de Claudia es inmensa. Vigilar las decisiones del gobierno de Estados Unidos, con la probable presencia de Donald Trump, requerirá de atención y de la elaboración continua de visiones analíticas clarísimas, para defender nuestra soberanía y nuestros intereses manteniendo en línea continua el bienestar del pueblo mexicano. No es posible contar con un plan para avanzar en el abatimiento de la inseguridad y la violencia cotidiana, sin un entendimiento con el gobierno de Estados Unidos. Esta condición estructural de la inseguridad en México debe ser comprendida con toda claridad por el pueblo mexicano; no está sólo en la voluntad del gobierno de la 4T superarla.
La larga y tensa espera terminó. La felicidad de los más cubre la República. Claudia llega cargada de símbolos como primera mujer presidenta. Las mujeres, van. El consenso de la 4T no podía ser mayor; conservarlo y acrecerlo es una necesidad, para el pueblo y para la nación. Esta ola venturosa debe cubrir nuestro siglo. México será un faro de luz para las izquierdas del mundo.