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El hombre de los sueños
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▲ Fotograma de la cinta del realizador noruego Kristoffer Borgli.
N

acido para perder. El profesor de biología Paul Matthews (un Nicolas Cage formidable) se abandona indolente a una vida rutinaria en la que imparte las mismas clases a alumnos indiferentes que con resignación lo soportan, mientras elabora una y otra vez el borrador de un libro, cuyo tema tiene claro, pero que no consigue hacer avanzar más allá de unas pocas cuartillas. Menos aún contempla poder publicarlo algún día. Sus colegas, en cambio, prosperan en sus actividades académicas y brillan también en las mundanas organizando cenas elitistas a las que él rara vez es invitado. De físico poco agraciado y encanto limitado a pocos momentos de gracia, Paul lleva sin embargo una vida familiar medianamente feliz, sin sobresaltos, con dos hijas que lo aprecian más cuando permanece callado y una mujer tolerante que lo ama mucho más cuando él la dispensa de tener que demostrárselo en la intimidad. En suma, un hombre común y apacible que no inspira grandes entusiasmos y al que nada extraordinario podría suceder, hasta el día en que por un misterio insondable descubre que tiene el poder sobrenatural de hacerse presente en los sueños de sus amigos y alumnos. Durante un tiempo ese fenómeno perturbador Paul lo maneja con discreción, como el comportamiento vergonzoso de un voyeur involuntario. Pero a medida que sus apariciones oníricas se extienden a la población general, su popularidad aumenta, se le solicita en la televisión y los alumnos, antes díscolos, y sus propias hijas, antes apáticas, ahora lo reclaman para sus selfis y para presumirlo en sus redes sociales. El profesor hasta entonces ignorado, prescindible y estorboso, se ha transformado de pronto en toda una celebridad viral.

El hombre de los sueños ( Dream Scenario, 2023), primer largometraje de lengua inglesa del realizador noruego Kristoffer Borgli, explora, como en su cinta anterior Enferma de mí (2022), el tema del narcisismo insaciable que supone someterse, de modo complaciente y sin ningún reparo, a una continua exposición mediática. Sólo que en el caso del académico Paul Matthews, esa búsqueda de la fama es totalmente involuntaria, y a la postre desafortunada. Aparecer una y otra vez en los sueños de los demás (excepto, inexplicablemente, en los de la esposa), pudiera parecer una coincidencia curiosa, a la larga tan intrascendente como la presencia real del propio profesor. Sin embargo, poco a poco esos sueños ajenos dejarán de ser pintorescos e inofensivos para escalar a verdaderas pesadillas en las que el incauto Paul se transforma en un villano pavoroso, sicópata acosador y misógino, casi un asesino en serie. La comedia inicial se dirige así, con dramatismo creciente, hacia una propuesta abiertamente fantástica, con tintes de cine de horror y de parábola distópica. Es un poco el territorio de Spike Jonze y Charlie Kaufman ( ¿Quieres ser John Malkovich?, 1999), pero también el del Philip Kaufman de Los usurpadores de cuerpos (1978) en su descripción de la paranoia colectiva que convierte a Paul Matthews en el blanco predilecto de múltiples ataques de odio. En lugar de ver suásticas pintadas en los muros o infamantes insultos políticos, lo que aparece aquí rayoneada en mayúsculas sobre el auto de Paul es la palabra perdedor ( loser), el agravio mayor que puede padecer este hombre de ciencia y profesor meticuloso, marido fiel y padre acomedido, quien por una enigmática epidemia se ha vuelto ya un personaje tóxico e indeseable. Por su parte, el propio Borgli juega con la mente de los espectadores, confundiendo maliciosamente, y sin transiciones, la realidad y la fantasía en agresiones sexuales y acosos virtuales que tienen toda la apariencia de ser reales, aunque en realidad sólo son los espejismos de un delirio colectivo del que también participa el público. El tramo final de la cinta evoca la posible mercantilización de nuestros propios sueños, con viajes oníricos propiciados por la inteligencia artificial, y el triunfo final de una cultura de la cancelación que hará de todos los individuos seres tan vigilados, acosados y paranoicos como el propio profesor Paul Matthews, un paria social muy a pesar suyo.

Se exhibe en salas de Cinemex, Cinépolis y Cine Tonalá.