De pueblo pesquero a enclave digital
Tecnología más allá de los videojuegos // La red 5.5G y su aplicación en manufacturas, campo y el petróleo
Domingo 26 de mayo de 2024, p. 15
Shenzhen. México se encuentra en los primeros pasos del despliegue de la tecnología de quinta generación de tecnología móvil (5G) –ni una décima parte de la población usuaria de Internet tiene la opción de optar por ella–; mientras en la ciudad de Shenzhen, el enclave chino de tecnología, la apuesta ya se centra en la avenida 5.5G, un salto en velocidad que permitirá acelerar la expansión del Internet de las cosas, lo mismo que la conducción autónoma de vehículos.
En sus oficinas centrales, Huawei exhibe cuáles son las capacidades de la nueva apuesta ya en proceso de comercialización. En su Parque 5.5G, un pequeño vehículo sin tripulantes que sirve como parte de la exhibición, avanza y frena, incluso da tumbos sin moverse de su lugar cuando sus radares detectan personas a menos a tres metros de distancia. El móvil termina su demostración entregando productos que lleva en una cabina aún más pequeña.
De acuerdo con estimados de Ericcson, hasta el año pasado México era el país de América Latina y el Caribe con un mayor número de usuarios de 5G. La compañía estimó que hasta el cierre de 2023, de los 28 millones de consumidores activos en la región, cerca de una cuarta parte, 6.6 millones, se encontraban en las ciudades mexicanas que cuentan con la infraestructura para dar el servicio.
La 5G en sí misma ya plantea el primer hito de lo que algunas voces del sector se han abocado en llamar la cuarta revolución industrial
: una herramienta que más allá del acceso directo de usuarios de videojuegos o redes sociales, implica la automatización de procesos en las manufacturas, el campo, la explotación petrolera y demás sectores que podrán programar máquinas con capacidad de reacción similar a la del cerebro humano.
De acuerdo con el Ericsson Mobility Report, publicado a finales del año pasado, se estima que sea hasta 2029 cuando la 5G alcance su pico de cobertura y potencial en América Latina y particularmente en México. Eso no implica que deje de crecer a la vez la 4G, pues el acceso a la última tecnología también está condicionado por el poder adquisitivo de las personas y los recursos para hacerse de un equipo lo suficientemente actualizado.
Telcel y AT&T ya lanzaron desde hace al menos dos años sus primeros servicios comerciales de 5G, focalizado en algunas ciudades. Parte de la infraestructura física para el despliegue, de inicio antenas, ha sido adquirida con Huawei.
Acelerar el despliegue de esta tecnología gira en torno a un negocio multimillonario, que se considera en sí mismo un impulso a la actividad económica mundial. Un estudio de GSMA –la organización de operadores móviles y compañías relacionadas– destaca que en 2030 se espera que la 5G genere 960 mil millones de dólares en PIB (producto interno bruto), y que la mayoría de los beneficios provengan del espectro de banda media
.
En América Latina apenas se han empezado a hacer las inversiones para el despliegue de la 5G. Shenzhen es la antípoda. Constituida como la primera Zona Económica Especial de China a finales de la década de los 80 del siglo pasado, la urbe costera dio un salto en el tiempo; de ser un pueblo pesquero ahora es el enclave tecnológico que incluso está atrayendo migración de Hong Kong y se dedica a exportar tecnología.
En un recorrido por las instalaciones de Huawei, se explica que parte de las capacidades de la 5.5G se relaciona con acelerar la expansión del Internet de las cosas –la red de dispositivos conectados a Internet, entre ellos y la nube–; ahondar los desarrollos de transporte y ciudades inteligentes; entretenimiento y otras aplicaciones de inteligencia artificial, como dar un nivel de autonomía 4 a los vehículos, lo que implica prescindir de la intervención humana.
La latencia –el lapso que tarda la señal en ir de un punto a otro– que con la 5G ya implica respuestas de red en un milisegundo con alta confiabilidad, con la 5.5G esa velocidad es 10 veces superior; para un usuario en un dispositivo personal puede pasar de un gigabit por segundo a 10; y abre también la puerta a crecer en hasta 10 veces las redes privadas autónomas –de máquina a máquina– y alcanzar 100 mil millones de dispositivos conectados a Internet.