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Bruckner: un recuento
B

icentenario Bruckner, 2024. Además de horas infinitas de gozoso visionado/escucha de materiales brucknerianos en Internet y servicios varios de streaming, he tratado de estar pendiente de la música de Anton Bruckner que se ha interpretado en vivo por estos rumbos. He aquí un reporte parcial.

Un primer acercamiento en vivo a la música de Anton Bruckner en este año fue el concierto en el que la Orquesta Filarmónica de la Universidad Nacional Autónoma de México (Ofunam) tuvo de directora huésped a Katharina Wincor en la ejecución de la Séptima sinfonía. Es evidente que esta joven directora austriaca tiene talento y técnica, pero su carrera es todavía incipiente y, a pesar de haber realizado parte de sus estudios en la Universidad Bruckner de Linz y de haber dirigido a la Orquesta Bruckner de la misma ciudad, no parece tener todavía en sus manos y en su batuta el concepto de la densidad, expresión y profundidad que se requieren para una interpretación cabal de esta música trascendente. Sin embargo, su interpretación fue clara y precisa y, a la vez, más cuidadosa que apasionada, más técnica que emotiva.

Unas semanas después, en la sala Chávez del Centro Cultural Universitario, el Cuarteto Latinoamericano convocó a William Harvey como segunda viola para interpretar el Quinteto en fa mayor, la más importante de las escasas obras de cámara del compositor de Ansfelden y una obra importante del género. Una ejecución marcada por conocimiento de causa y numerosos logros, entre los que cabría mencionar el buen manejo de las grandes pausas brucknerianas y los contrastes dinámicos que las enmarcan, así como la vocación de producir texturas sólidas y plenas sin pretender hacer del quinteto una sinfonía. Muy bien logrados, también, los cambios de tempo que el compositor propone al interior de los movimientos, línea de conducta que alejó a esta versión de otras menos maduras en las que se trata el tempo en Bruckner como mecanismo de relojería que no es.

Aquí, el Cuarteto Latinoamericano aumentado tampoco cayó en la tendencia de ciertos ensambles a interpretar esta obra en el espíritu de la música antigua históricamente informada; nada peor que tratar de tocar Bruckner como si fuera Haydn, error craso en el que cayó el músico alemán Hansjörg Schellenbeger cuando vino en 2015 a dirigir la Primera sinfonía con la Orquesta Sinfónica Nacional; un desastre absoluto de su entera responsabilidad.

Otro acierto: el Adagio del quinteto fue interpretado con la profundidad expresiva necesaria, pero sin caer en la tentación de hacerlo sonar como los adagios de las tres últimas sinfonías de Bruckner. En suma, una muy satisfactoria interpretación del Quinteto de Bruckner a cargo del Cuarteto Latinoamericano y Harvey.

La parte final del programa resultó, por decirlo gentilmente, desconcertante. En el contexto del Festival Aleph de la UNAM, involucrado en esta ocasión con la inteligencia artificial, se presentó una pieza de audio consistente en una especie de remix, collage, quilt, pasticcio, de temas de las nueve sinfonías de Bruckner. ¿Quizá sería adecuado utilizar la palabra intervención, que ahora está tan de moda?

La presentación de la pieza estuvo precedida por una explicación científica que incluyó términos como inteligencia artificial generativa, huella digital sonora, cómputo cuántico, etcétera, de la que fue posible rescatar algunos conceptos técnicos interesantes. Después, ponle play a la computadora y a escuchar. Lo que surgió de las bocinas de la sala Chávez fue una indiferente avalancha de sonido plano, comprimido, sin matices ni profundidad, y con mucho ruido, tanto acústico como comunicológico. Aquello parecía surgir de un rústico gramófono RCA Víctor, y la pedacería bruckneriana procesada nunca cuajó en un discurso sonoro coherente. Imagino que, si el buen Bruckner se hubiera dado una vuelta por la sala Chávez, hubiera refunfuñado en su espeso dialecto campirano austriaco: No me intervengas, compadre. Los numerosos músicos presentes esa tarde se hubieran solidarizado con él.

Lástima, finalmente, que la hábil y expresiva directora polaca Marzena Diakun no vino a México para interpretar la más conocida y divulgada sinfonía de Bruckner, la Cuarta, debido a una de esas causas de fuerza mayor de las que nadie habla, pero de las que todos se enteran. Nos la perdimos, porque se trata de una directora que vale mucho la pena.