casi una semana de formar parte de una de las prácticas democráticas más significativas en México, es importante conocer y reflexionar sobre las propuestas de las candidaturas presidenciales para ejercer un voto libre e informado. Si bien, los planteamientos para dirigir el país son diversos, es indispensable que como ciudadanía podamos identificar hacia quién van dirigidos, cuáles serían los impactos diferenciados, cómo atenderán la actual crisis de derechos humanos y, sobre todo, de qué manera contribuirán en la construcción de mundos dignos para todas las personas en sus distintos contextos y necesidades.
Históricamente, la temporada electoral ha permitido que las y los candidatos puedan exponer sus preocupaciones y la forma en que atenderán los problemas sociales, económicos e incluso culturales, que atañen a nuestra sociedad. Sin embargo, gran parte de ese discurso y planes quedan rezagados en las transiciones de gobierno, teniendo como resultado que las luchas y necesidades de las poblaciones en situación de vulnerabilidad y/o de atención prioritaria continúen sin atenderse ni resolverse de fondo, a pesar de los cambios de partido en el gobierno. Es necesario recordar que la sociedad civil organizada, en conjunto con movimientos sociales, víctimas y academia, desde hace varios sexenios han promovido que la agenda de derechos humanos pueda respetarse y trascender los tiempos electorales y los colores partidistas para que puedan acceder a la justicia, la verdad y la reparación integral del daño a quienes han sufrido violaciones graves a sus derechos humanos.
No obstante, las candidaturas de los distintos niveles de gobierno han sostenido promesas que, más allá de buscar un bien común para el país y las víctimas de las desigualdades estructurales, han intentado utilizarlas para cooptar discursos y luchas sociales con el fin de desmovilizar, ganar más votos y aumentar su legitimidad. Pero su esfuerzo ha sido en vano, pues la sociedad mexicana tiene memoria social y dignidad para saber que el cumplimiento de las promesas a las familias y víctimas del Estado, así como el combate a la violencia, al crimen organizado y a las injusticias, es lo que más importa y apremia. Por ello, es indispensable que nos informemos sobre quiénes son las personas por las cuales estamos decidiendo y que, si bien es relevante conocer la historia del partido que representan y les apoya, también es sustancial que se haga un ejercicio crítico de las promesas que han cumplido, de su trayectoria político-social y de cómo sus acciones han contribuido (o no) a vivir en el contexto cotidiano que nos atraviesa en México.
Este 2 de junio no votamos sólo por un partido o una persona, sino ejercemos nuestro voto con la confianza de que las promesas de campaña puedan trascender y hacerse realidad tangible para quienes más lo necesitan. Votar implica dialogar con nuestras esperanzas, necesidades y sueños para vivir en paz y dignidad para que las situaciones de las administraciones pasadas no vuelvan a repetirse en los años próximos.
Asimismo, para hacer justicia a las víctimas de los crímenes de Estado que aún no acceden a la verdad ni a la justicia, a la falta de voluntad política para brindar soluciones que transformen las condiciones estructurales que sean para todas, todes y todos y no sólo para unos cuantos. También será momento de usar nuestra voz para nombrar a quienes nos hacen falta y que sigan viviendo en nuestra memoria colectiva. Es momento de retomar nuestra fuerza social y colocar en el centro la dignidad humana mediante la consolidación de una agenda de derechos humanos en donde seamos nombradas todas las personas, todas las realidades y todas las necesidades de este país.
Hagamos que nuestro voto no se quede en un solo día o ejercicio democrático nacional, sino que tenga presencia en el día a día con la organización comunitaria, en los mecanismos de participación popular, así como en el seguimiento y la exigencia del cumplimiento de las promesas hacia la sociedad y las víctimas, hasta que la paz, la justicia y la dignidad sea posible.