uando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí. (Augusto Monterroso.)
Después de las elecciones el 2 de junio, viene el 3 de junio. Con él, los problemas de agua, contaminación, excesivo calor, cortes de luz.
Ningún resultado electoral borra esos hechos que nos inquietan y afectan.
Por encima de todo, la inseguridad.
La geopolítica cardenista. En mi entrega anterior señalaba que lo decisivo en la reforma cardenista fue su visión geopolítica que trascendió su gobierno y se desplegó a lo largo de 60 años. Mantener ocupando los territorios a los campesinos dotados de tierra fue crucial para cuidar las fronteras de la República: la frontera norte, la frontera sur, los tres litorales: del Pacífico, del Golfo de México y del Caribe; y las tres fronteras internas: el istmo de Tehuantepec, las zonas colindantes a la Ciudad de México y la franja que va de la Comarca Lagunera a los valles agrícolas de Tamaulipas.
Violencia rural. Enfrentar con eficacia y justicia la violencia rural debe tener presente la visión geopolítica del agrarismo cardenista.
El ejido. Cambió profundamente en los últimos 30 años. Pero el ejido y la comunidad cubren hoy más de la mitad del territorio nacional, implican más de 30 mil comunidades y 5 millones de jefes de familia. Si a los mapas nacionales de comunidades rurales se superpone el mapa de los grupos criminales, se encontrarán amplias convergencias. Es decir, la violencia brota en las comunidades rurales.
El campo de la violencia. Primero debe ser descrita adecuadamente. Es necesario cuestionar el término crimen organizado
, que lo reduce a operaciones estrictamente ilegales. En los últimos 10 años el factor clave ha sido la expansión y el control territorial, y por ello es más preciso hablar de contingentes criminales de ocupación.
Ocupación. Esta ocupación territorial adopta diversas modalidades secuenciales y a veces alternativas. Controlan un centro de población y lo expolian a través del derecho de piso y diversas formas de extracción de recursos monetarios o patrimoniales como apoderarse de huertos de aguacate, de zonas forestales, de parcelas ejidales o tierra de uso común. La población joven y adulta es usada para explotar esos recursos expropiados, para espiar a los demás o para realizar incursiones violentas. A veces expulsan a toda la población de sus lugares y generan espacios desiertos a donde trasladan después a individuos procedentes de otros lugares (incluso migrantes extranjeros). También ejercen la violencia selectiva y masiva exterminando a familias completas como venganza o amenaza. El propósito de este conjunto de operaciones criminales es generar terror y, por tanto, quebrar la voluntad de resistencia de las poblaciones ocupadas.
Lo local. Entendiendo de esta manera al crimen organizado
se aprecia mejor la dimensión decisiva de lo local en la gobernabilidad rural. Aunque es evidente que las fuerzas armadas, en particular la Guardia Nacional, tienen la obligación de proteger a las poblaciones afectadas por la violencia, se requiere de una estrategia de largo plazo –al menos dos sexenios– pero que empiece desde el inicio del próximo.
Gobernabilidad local. El propósito de esta estrategia consiste en desprender paulatinamente a los grupos criminales de la población civil, fortaleciendo la gobernabilidad local desde cuatro ámbitos.
Creación de un cuarto nivel de gobierno. Establecimiento de un sistema local de justicia con jueces, policías, Ministerio Público y fiscalías, Un paquete de programas de apoyo local para actividades rurales, infraestructura rural y un programa de protección social en salud, educación y alimentación. Finalmente, el acompañamiento directo de las fuerzas armadas.
No se trata de medidas aisladas e inconexas, sino de una batería articulada y coordinada en regiones determinadas del país avanzando paulatinamente en otras regiones ocupadas.
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