l libro Los juristas del horror
de Ingo Müller, relata la actuación de litigantes y tribunales durante la Alemania de la segunda guerra mundial. El conflicto armado no hizo desaparecer a las instituciones encargadas de la procuración y administración de justicia. La historia sólo parece tener reflectores para la milicia y su actuación fuera del país, pero, al interior, fueron necesarios leyes y decretos para que la gente en el poder lograra actuar con total impunidad, disponiendo de los bienes de ciertos sectores sociales, encarcelando y dando tratamientos inhumanos a muchos sancionados, algunos sin ningún tipo de debido proceso. Nada de eso pudo suceder sin la complicidad obediente de legisladores, jueces y procuradores.
Para preparar el terreno, fue necesaria una compleja campaña de propaganda para establecer enemigos a quiénes culpar de los errores gubernamentales. En parte por acomodaticios, en parte por ver la avanzada política de movimientos sociales internos con imparable fuerza, o por el deslumbrante carisma del líder. Las sentencias de esos juzgadores se dictaron con obvia simpatía para el movimiento en el poder. Los decretos se aplicaron por conveniencia política y muchos actos de autoridades fueron convalidados por los jueces, como también sucedió con temas laborales en los que se limitó el acceso a ciertos trabajos y al ejercicio de profesiones. Cuando jueces y funcionarios se volvieron un guardián alemán del derecho
, el daño fue irreversible. Los instrumentos legales
para encarcelar a críticos del poder sociopolítico se multiplicaron, incluyendo doctrinas jurídicas como la teoría del derecho penal alemán. La historia juzgaría a todos aquellos juristas que, en lugar de ver por el bienestar del pueblo, actuaron argumentando su apego a leyes vigentes, disfrazando sus convicciones políticas. Los jueces convertidos a políticos no fueron olvidados.