e supone que las noticias son el espejo del mundo, pero el mundo es muy vasto para caber en ese espejo.” Por esa razón, el dilema de la decisión sobre lo que lo que hay que reportar convierte a los periodistas en actores y no en simples observadores
. De ahí que “los medios de comunicación no son simples actores políticos…, son, sin duda, el actor más importante y el principal intermediario entre lo que los políticos hacen y de lo que el público se entera”.
Las anteriores son algunas de las reflexiones que el joven periodista y analista político Ezra Klein hace en su libro Por qué estamos polarizados ( Why We’re Polarized, Avid Reader Press, 2020), en el que da cuenta de algunos de los factores que influyen en la polarización actual de la sociedad estadunidense.
En su esfuerzo por explicar las razones del porqué la sociedad estadunidense ha llegado a la profunda división que hoy la caracteriza, Klein hace un recorrido por la historia reciente de los dos principales partidos políticos de Estados Unidos. Explica cómo las diferencias entre liberales y conservadores se han acentuado y convertido en un obstáculo para resolver los problemas que enfrenta el país.
Esas diferencias han crecido, incluso dentro de los propios partidos. Un ejemplo es lo que ocurre en el Partido Republicano, en el que sus legisladores discrepan de su agenda legislativa en lo que concierne a la reducción de impuestos, la desregulación corporativa, el recorte a los programas de salud y las limitaciones al aumento del salario mínimo, que son la razón de ser del partido. Por el otro lado, en el Partido Demócrata algunos dirigentes proponen acercarse más a soluciones populares y de izquierda, mientras otros formulan una línea más moderada.
La polarización entre una y otra organización política se ha gestado durante años. En el Partido Republicano se ha acentuado un individualismo que paulatinamente aísla a sus miembros y se ha convertido en un obstáculo para tomar decisiones en la cohesión del partido. La llegada y la apropiación del partido de un individuo como Trump, que por afanes personales ha encabezado a un puñado de grupos, ha pretendido romper con el sistema e instituciones responsables de organizar la convivencia en un conjunto social tan disímbolo y contradictorio como el estadunidense. El profesor Norman Orenstein lo describió de manera singular: Trump es más bien el vaso conductor de la división, no la causa, y su partida no será la vía para una cura mágica
(“Why America’s Political Divisions Will Only Get Worse”, Por qué las divisiones políticas de Estados Unidos sólo empeorarán
, The New York Times, 28/1/2020).
El remedio no será fácil, y menos aún si no se entienden las causas de esa profunda polarización. En un libro que antecedió al de Klein, Norman Orenstein y Thomas Mann también expresaron preocupación sobre la disfunción en las dos instituciones políticas partidarias, diciendo “que mientras demócratas y republicanos se aíslan en sus respectivos polos, los republicanos caminan mucho más rápido hacia lo que los científicos sociales definen como polarización asimétrica
( It’s Even Worse Than It Looks –Es incluso peor de lo que parece–, Basic Books, 2012).
Mann forma parte de la institución liberal Brookings y Orenstein de la organización conservadora American Enterprise. Ambos son respetados profesores en medios académicos y políticos). Tal vez una de sus observaciones más interesantes es la injusta idea de hacer responsable al Congreso de la situación anómala que vive la política, cuando el problema radica en las dos instituciones políticas más importantes de Estados Unidos.
No está de más agregar que, al margen de los problemas intrínsecos de la política estadunidense, hay un escollo que se ve aún más difícil superar. El de un sistema económico y político que no ha sabido, o no ha podido resolver: las carencias de millones de seres humanos, uno de cuyos resultados es la raíz de las profundas divisiones sociales. Los parches con los que se pretende remediar esa división han demostrado sus evidentes limitaciones.