a Comunidad Autónoma Vasca, el principal de los tres territorios administrativos en los que está dividido el País Vasco, elige mañana nuevo Parlamento, en unas elecciones que se presentan más reñidas que nunca. Por primera vez desde 1986, el Partido Nacionalista Vasco (PNV, de moderados y conservadores) perdería en las urnas superado por EH Bildu, nacionalista de izquierdas. Eso dicen al menos las encuestas.
Con todo, el marcador más importante de la jornada electoral no será el posible sorpasso o crecimiento espectacular, quede en primer lugar o no, del EH Bildu, que se da por hecho, sino el resultado que arroje la suma de los parlamentarios del PNV y del PSE, la marca vasca del PSOE. Estas dos fuerzas vienen gobernando el territorio desde 2012, igual que lo hicieron durante 13 años entre finales de los 80 y los 90. Es la fórmula más repetida desde la institucionalización moderna del País Vasco, en 1980. Un juego en el cual, a modo de resumen y simplificando las cosas, los nacionalistas vascos renuncian a aspiraciones soberanistas y los socialistas dejan a un lado su agenda progresista. Todo en pos de la estabilidad, según explican.
Es difícil que no lleguen a los 38 asientos que marcan la mayoría absoluta, en las últimas tres décadas solo no lo han logrado en una ocasión, pero la cuestión está en el aire. Si no lo logran, tendrán la tentación de apoyarse en los votos del PP, la derecha española, que no dudará en prestar su apoyo para dejar fuera a la izquierda vasca. Pero apenas suena a parche para retrasar un cambio que hunde sus raíces en corrientes profundas de este país y que se presenta casi como inevitable, pese a la incógnita acerca de la forma que termine adoptando.
Porque más allá de la cifra fetiche de los 38 y de la posibilidad de victoria de EH Bildu, lo que estas elecciones van a dibujar por primera vez en mucho tiempo es una competencia electoral real, con una alternativa sólida al PNV. Esto va a tener como resultado, sin demasiado margen para la duda, el Parlamento con más representantes favorables al derecho del País Vasco a decidir su futuro político democráticamente, y uno de los Parlamentos con mayor dominio de fuerzas progresistas. La fuerza tractora de estas dos amplias mayorías será EH Bildu, que, a no ser que medie una sorpresa mayúscula, logrará los mejores resultados que la izquierda independentista haya conseguido jamás.
¿Cómo se explica este auge? Se combinan los méritos de unos y los deméritos de otros. El escenario es incomprensible sin retroceder al final de la lucha armada por parte de ETA en 2011. Un proceso llevado a cabo, en buena medida, de forma unilateral, ante la incomparecencia de un Estado español cómodo con un grupo separatista armado vasco que venía perdiendo cada vez mayor apoyo social. El final de una parte de la violencia en el conflicto vasco –quedan todavía 149 presos en las cárceles– abrió el terreno de juego al espacio político soberanista, que tejió EH Bildu, una coalición formada por la izquierda independentista tradicional –el espacio más implicado históricamente en el conflicto vasco– y otros agentes abiertamente críticos con la violencia de ETA.
EH Bildu gobierna desde 2011 en muchísimos ayuntamientos y, en los años recientes, repite allí donde asume la vara de mando. El contexto en el Estado español, además, le ha llevado a implicarse en la gobernabilidad en Madrid, apoyando los gobiernos de Pedro Sánchez a cambio de importantes acuerdos en materia sobre todo social y laboral. Muchas de las medidas más progresistas del gobierno español llevan el sello de un acuerdo con EH Bildu, lo que ha dado a la coalición soberanista una visibilidad desconocida hasta hora. Ha sido, además, un socio fiable y estable. Por mucho que en la campaña se hayan repetido los intentos de ligar al partido con ETA, a ojos de una mayoría cada vez mayor, se trata ante todo de una fuerza progresista que mejora las condiciones de vida de la gente allí donde resulta decisivo.
Al otro lado, la coalición entre PNV y PSE da muestras de un profundo desgaste e incapacidad de hacer frente a algunas de las principales preocupaciones de la ciudadanía, como el sistema público de salud –faltan profesionales, se cierran servicios y las listas de espera están disparadas– y las dificultades de acceso a la vivienda. También se le han visto las costuras a un sistema clientelar endogámico que, sin haber estallado grandes casos de corrupción, ha ofrecido un goteo de pequeños escándalos y casos de puertas giratorias más o menos obscenas entre instituciones públicas y sector privado.
Los resultados concretos permitirán ahondar estos análisis. Lo que parece quedar fuera de toda duda, más allá de las cifras concretas, es que el mapa político de esta parte del País Vasco cambiará mañana, con la irrupción definitiva del soberanismo de izquierdas como alternativa real. El primer impulso del PNV y PSE podría ser mantener el control de las instituciones al precio que sea, incluido el apoyo del PP. Apenas lograrían posponer el cambio en marcha.