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Artista se vale del gyotaku para conectar con los pescadores

Keisdo Shimabukuro expone en el Pabellón Nacional de la Biodiversidad de la UNAM

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▲ Keisdo Shimabukuro ante otra de sus piezas de gyotaku.Foto Marco Peláez
 
Periódico La Jornada
Sábado 20 de abril de 2024, p. 3

Mucho de mágico o sobrenatural tiene el gyotaku, técnica japonesa de estampación natural de peces u otras especies marinas. En parte, por su belleza y realismo, pues el espécimen reproducido pareciera estar con vida, dado la meticulosidad en los detalles de la impresión. Pero, sobre todo, por el efecto evanescente, entre espectral u onírico, que adquiere la imagen debido a la tinta empleada, como si el artista captara el alma o la esencia del ejemplar en cuestión.

De ello rinde testimonio la exposición Gyotaku: El camino del arte a través de la ciencia, que se exhibe en el Pabellón Nacional de la Biodiversidad, de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), en el contexto del 95 aniversario del Instituto de Biología.

Integrada por 15 piezas en mediano y gran formato, la muestra es resultado de la sinergia entre la Colección Nacional de Peces (CNP) y Keisdo Shimabukuro, un nissei (hijo de inmigrante japonés y madre mexicana) apasionado por la vida marina, que utiliza el gyotaku como herramienta para vincularse con pescadores en distintos puntos del territorio nacional.

El gyotaku me da la posibilidad de estar con los pescadores, conocer sus historias de primera mano, atestiguar el trabajo que les cuesta conseguir el pescado para que se lo paguen en una miseria, explica el artista.

Me ha permitido alcanzar niveles de comunicación muy profundos e íntimos con ellos; me platican lo que es sobrevivir en condiciones de pobreza extrema, o que algún hijo ya se les fue por el mal camino, o los que ya están pensando en emigrar porque su economía está muy mal debido a que ya no pueden pescar como hacían antes. El gyotaku ha sido una gran herramienta.

La exposición es resultado de un proceso integrador entre la ciencia y el arte, donde cada pieza está respaldada por un profundo conocimiento sobre la especie representada.

Todas las obras han sido creadas con especies mexicanas, algunas de las cuales provienen de la colección de la CNP, otras realizadas directamente en el campo y algunas adquiridas en el mercado de La Viga, en la Ciudad de México.

Uno de los objetivos de la exposición es mostrar parte de esa gran diversidad de peces que habitan en las aguas de nuestro país. Pero no sólo hablar sobre las especies en sí, sino también sobre las circunstancias que amenazan su existencia, como la sobrepesca, el calentamiento global, la contaminación y la introducción de especies invasoras, por mencionar algunas, señala Keisdo Shimabukuro en entrevista.

La idea es generar a través del arte un poco más de conciencia y más fuentes de empatía con realidades que parecieran totalmente distintas, como las de los habitantes de las urbes y las de los pescadores, y que al final no son tanto; muchos de ellos están migrando por las mismas razones que nosotros o nuestros familiares. Entonces, se trata de buscar esos puntos de conexión.

Nacido en Querétaro en 1979, Keisdo Shimabukuro es de formación publicista, si bien la vida lo llevó al área de la migración y la defensa de los derechos humanos, ya que trabajó 16 años en la Quinta Visitaduría General de la Comisión Nacional de Derechos Humanos. Además es judoka y ha sido seleccionado nacional de esa disciplina.

También documentalista, su llegada a las artes plásticas se dio de manera casual hace casi dos años, al estar realmente agotado de trepar trenes, dormir en albergues, viajar de frontera a frontera y atender emergencias humanitarias: “Ya tenía problemas de burnout; tenía pesadillas todos los días. Una vez casi nos secuestran Los Zetas y en otra casi nos chingan los pandilleros; tuve muchos encuentros díficiles”.

Por cuestiones de salud mental, refiere, buscó herramientas que lo regresaran a la realidad. Fue así que compaginó su interés de infancia por los peces con el arte, por medio del aprendizaje del gyotaku.

Ésta es una técnica inventada por pescadores en Japón entre 1830 y 1840, primero con fines comerciales y luego artísticos. Consiste en la transferencia de la morfología externa del pez al papel o la seda, normalmente imprimiendo por frotación, tras aplicar directamente la tinta sobre el cuerpo de ese animal. Se utiliza tinta sepia, de calamar o pulpo, explica el artista, quien aclara que batalló para aprender esta disciplina en México, porque nadie de la comunidad japonesa en el país la maneja y sólo tres connacionales saben emplearla.

De las 15 obras exhibidas, destaca la de una totoaba, no sólo por su tamaño, sino porque se trata de una especie en peligro de extinción a la que el autor pudo acceder gracias al CNP.

También le resulta muy importante el gyotaku que hizo con la cabeza de un tiburón martillo que encontró en la basura de La Viga, pieza de dramatismo desgarrador, la cual tuvo que imprimir más de cinco ocasiones, dice, para evitar que la tela se manchara de sangre.

El Pabellón de la Biodiversidad se ubica en el Centro Cultural Universitario de la UNAM, entre la sala Covarrubias y el Universum; abre de martes a domingo de 10 a 17 horas (último acceso a las 16 horas).