onseguir la imagen y que la imagen pueda (¿logre, sea susceptible de?) ser imaginada –y acaso desarrollada– por el otro, el receptor, es uno de los secretos ineluctables del artista.

La poesía es la voz que nos escucha.

Toda salida fácil es una prisión.

Si sólo quieres hacer un libro de poemas y no ser poeta, está bien; pero recuerda que sólo un poeta puede hacer un libro de poemas, y que para ser poeta se requieren al menos dos condiciones: vocación y oficio.

En general, uno se desluce cada vez que dizque se luce.

No se trata de convencer a nadie, sino de que la voz interior te convenza a ti. Es esa voz la que probablemente convencerá, no (en poesía no) la tuya propia.

Salir de sí, pero desde lo más profundo de uno mismo, para encontrar la esa otra propia voz que es la de todos; con suerte, con muchísima suerte (algo casi imposible), la de todo.

No me veo en este espejo: me han visto en este espejo. ¿Eso cómo se da?, dice a veces, a veces, el lector.

Me he desvestido demasiadas veces y con mi desnudez nomás no doy, frase es, metafórica, que si no demasiadas sí bastantes veces creo haber oído.

Me extraña que siendo araña te caigas de la pared es dicho cuyo final desconocía. Me sé otros finales. Dejo aquí el que antes del susodicho me gustaba más: “… subas en elevador”.

Austeridad y goce, ascetismo y entusiasmo (del griego eνθουσιασμóς, enthousiasmós), desabrimiento y júbilo, compromiso y liberación, todo poema logrado.

Interpretarse uno a sí mismo con fidelidad, cuán dificultoso. Dejarse ser es dejar de ser. Y eso, no cualquiera.

Todo poema es una exclamación (diré que no sé quién lo dijo; la verdad del aserto, irrefutable), una exclamación continuada o, mejor dicho, continua (continua así el poema de un solo verso sea, pues que la resonancia en el aire prolonga su expresión –dolorosa, gustosa, siempre sorprendida, siempre por la experiencia avasallada). Ya que dijimos aire, todo poema es a la vez sobreoxigenación y falta de aire. ¿Será?