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Rosa Nissán
–E

le…

Rosa me convierte en una letra del alfabeto, la l de libro, la l de limón, la l de lágrima porque desde hace años, ella misma cubrió su cuerpo de letras y las hizo bailar la danza del vientre como buena oriental que atrae al Sol y a la Luna y a todos los vientos con el movimiento de sus velos y la súbita aparición de sinuosidades letales.

En los 60, Alicia Trueba fundó un taller de literatura en un gimnasio en el que era fácil escuchar una pelota de squash retumbar contra la pared. Ese taller lo había impartido Rosario Castellanos y, cuando el presidente Luis Echeverría nombró a Rosario Castellanos nuestra embajadora en Israel, una de sus alumnas me llamó por teléfono para saber si quería sustituirla.

No imaginé que en esa mesa de trabajo para 20 personas estaría sentada una Rosa de Jericó, una Rosa de cabello corto y risa fácil, una Rosa preguntona y alborotadora. Acepté con temor y a las 11 de la mañana enfrenté a mujeres bien vestidas con bolsas de cocodrilo. El taller tenía un título: Escritura creativa. Me asusté y con voz insegura pedí que en ese mismo instante escribieran lo que habían sentido esa mañana al despertarse. Tienen 15 minutos y van a leer sus textos en voz alta. Todas leyeron su escrito con una voz muy segura, tal y como Rosario les había enseñado.

¿De quién creen ustedes que fue el texto más fresco y más original? Obviamente de Rosa Nissán, cuyo rostro amé desde el primer momento en la mesa rectangular en la que 20 personas se sentaban a escribir. Entre las mujeres (sólo había dos hombres, uno de ellos mayor) vi una carita redonda y anhelante con una gorra como de bicicletero y una blusa escotada. Todas éramos mujeres de cierta edad. Ella, más joven, se disparaba entre las demás. Pronto pude comprobar que traía los textos más libres y más ganosos que las demás.

Rosa Nissán supo liberarse de las reglas que nos imponen desde niñas. No nació libre, al contrario, nació dentro de una alambrada de prejuicios.

Las inesperadas lecciones que Rosa Nissán nos dio a lo largo de años de convivencia están reflejadas en su escritura que salta como un chorro de agua de la gran fuente de su vida: Novia que te vea, Hisho que te nazca y Me viene un modo de tristeza son obras libertarias como lo es la gran crónica de su viaje a Israel.

Conocerla fue para mí un regalo de la corte celestial y empecé a tratarla cuando el entonces presidente de México, Luis Echeverría, nombró a Rosario Castellanos embajadora de México en Israel, debido a que heredé el taller de la autora de Poesía no eres tú, Balun Canán y Oficio de tinieblas.

En la larga mesa de trabajo para futuras escritoras apareció la carita redonda y el pelo corto de Rosa Nissán, y muy pronto de ese taller salieron otras voces sorpresivas, la de Silvia Molina, la de Guadalupe Loaeza, la de Alicia Trueba y sobre todo la de un gran escritor hoy hecho y derecho, Yuri Herrera.

Una mañana gris, Rosa llegó a mi casa en su carromato de gitana lleno de los más inesperados cachivaches y me gritó desde la calle: Vámonos al Desierto de los Leones. Y sin más, ya dentro de las paredes del convento, me ordenó: Ahora grita soy joven, soy bella, soy chingona. ¿Estás segura, Rosita?, Sí, Ele, tú grita, no te preocupes, sólo te van a oír los árboles.

Desde entonces, ese grito no ha dejado de recorrer las ramas de los árboles y ha llegado hasta las playas del Caribe porque no hay recuerdo más bonito que el de Rosa en el malecón de La Habana, Cuba, en los primeros tiempos de Fidel Castro.

Allá fuimos mis hijos Felipe y Paula, a quien se lo ocurrió preguntar a una niña si era comunista. Ver a Rosa caminar en el malecón de La Habana al que azotan las olas fue un espectáculo que detuvo a varios caminantes porque, además de escribir y reír a gritos, Rosa bailaba la danza del ombligo. Lo movía como quien mueve una ficha en un tablero: con sabiduría, alevosía y ventaja, y al terminar gritaba: Jaque al Rey, como quien da una orden. Todos los cubanos se convirtieron en sus súbditos.

Ese grito quedó impreso en su primer libro, Novia que te vea y siguió en Hisho que te nazca, Los viajes de mi cuerpo y novelas y cuentos. Ese grito ha marcado la obra novelística de una mujer especial que ha liberado a otras mujeres que viven en su colonia, la Condesa. Les aseguro que sin Rosa Nissán, la Condesa no sería la Condesa. A todos los que se aventuran por el Parque México, a los enamorados, a las pajaritas de papel que tienen miedo de desplegar sus alas y volar por sí solas, a quienes pasan la noche viendo a la Luna, para una fauna libre de polvo y paja, Rosa Nissán ha sido una puerta a la alegría, a la espontaneidad y al talento.

Rosa Nissán Rovero nació en México y su origen es sefardí. Cuando la conocí, hablaba con devoción de su papá y lo mencionaba a todas horas. Ha seguido haciéndolo a lo largo de los años. Otro de sus temas recurrentes resultó ser el exclusivo Club Israelita y su enorme alberca. Pertenecer a ese club resultó un privilegio asoleado para Rosita, que iba a nadar cinco veces a la semana y también los domingos, aunque no recibió un premio como deportista, sino como escritora cuando le concedieron el Premio Ariel León Dultzin, de la Asociación de Periodistas y Escritores Israelitas en México, en 1994. Rosita es autora de la novela Novia que te vea, que causó sensación. Una versión cinematográfica que filmó Guita Schyfter, la mujer del gran escritor Hugo Hiriart, cimentó la fama de Rosita, quien nació en la Ciudad de México el 15 de junio de 1939. Estudió periodismo en la Universidad Femenina de México y la conocí años más tarde. Con mucho desparpajo y una preciosa gorrita en la cabeza, entró a una clase de literatura que había iniciado Felipe Pardiñas, quien en su época causó sensación por ser moderno y muy inteligente. Ni corta ni perezosa, Rosa se sentó casi de inmediato a escribir en el taller de Alicia Trueba, fundadora del taller que ahora lleva su nombre. Victoriosa, Rosa publicó en 1992 su primera novela: Novia que te vea, que tuvo la suerte de ser inmediatamente reconocida y llevada al cine, producida por Imcine en 1994 y dirigida por Guita Schyfter. Al lado de Hugo Hiriart, Rosa Nissán participó en el guion que trata el tema de las comunidades judías en México y cuestiona el papel tradicional, las costumbres y las tradiciones sefaradíes. Gracias a Rosita, tuve el honor de asistir al Bar Mitzsvah de Eli, su único hijo hombre, ceremonia emotiva que jamás olvidaré, ya que vi a Eli coronado por vez primera con la Kipa y salir del gran templo en la colonia del Valle.

En 1997, Rosita Nissán publicó una crónica de su viaje a Israel con el título de Las tierras prometidas. Muy bien recibida, muy aplaudida, causó sensación no sólo en el Club Deportivo Israelita sino en otros círculos. Tan es así que resultó traducida al inglés y a otros idiomas.

A fines de los 90, varios círculos de literatura, y sobre todo talleres de escritura, se inspiraron en el triunfo de Rosita Nissán. Algunas mujeres siguieron su ejemplo y se sentaron a escribir su propia vida o la de sus antepasados. Gracias a la alegría de Rosita, su entusiasmo, su sentido del humor, su capacidad crítica, la naturalidad de su persona y la de su escritura afloraron seguidores de todas las edades que se lanzaron con tal de liberarse de prejuicios e inseguridades.

En 1996, Rosa Nissán ya había publicado su segunda novela, Hisho que te nazca en una bella edición de Plaza y Janés. Este título resultó ser la consecuencia literaria de Novia que te vea y tres años más tarde apareció No sólo para dormir es la noche, que lanzó la editorial Nueva Imagen, donde figuran cuentos que retratan problemas de pareja que todos conocemos y de los que hoy reímos cuando antes nos hicieron llorar.

A partir de 2000 la propia Rosa Nissán se convirtió en maestra y dio talleres de autobiografía novelada en la Casa del Lago, el Claustro de Sor Juana y la Casa del Refugio. Rosa preparó su clase con esmero y una maestría adquirida a lo largo de los años. Recuerdo haber asistido a algunas cátedras nissanianas en la Casa del Lago y haberme quedado encantada con su capacidad.

Su carrera literaria ha ido de un éxito a otro. Novia que te vea, publicada en 1992 por Planeta, ha tenido varias rediciones, así como Hisho que te nazca (consecuencia ineludible) y que también editó Planeta en 2006. Una de mis novelas favoritas es Las tierras prometidas, que Plaza & Janés lanzó en 1997, un relato de un precioso viaje, además de No sólo para dormir es la noche, lanzado en 1999 por la editorial Patria.

Los viajes de mi cuerpo, que Planeta publicó en 1999, la consagró como una autora muy popular y con muchos lectores jóvenes que admiraron su sinceridad y su sentido del humor.

Gracias a Me viene un modo de tristeza (¡qué titulo excelente!), que circuló a partir de 2019, Rosa Nissán fue buscada por futuros escritores de ambos sexos. Recuerdo especialmente a Oscar Roemer, hijo del director de orquesta Ernesto Roemer y hombre lleno de talento. Oscar fue mi ingenioso compañero de quinto y sexto en el Windsor School. Desde que Oshinica, perteneciente a la comunidad sefaradí en México, decidió en los 50 escribir Novia que te vea, a Rosa Nissán le crecieron las alas de un alma libre, totalmente inédita, quien nos enseñó el arte de vivir las costumbres de una comunidad judía en México.

A lo largo de sus años de escritura y sus seis viajes a Europa, Rosa Nissán se propuso rescatar con su capacidad crítica y libertaria a muchas seguidoras, quienes tenían miedo de lanzarse a la literatura, la pintura o al teatro. Novia que te vea, Hisho que te nazca y Me viene un modo de tristeza conforman un ciclo de vida que le habría encantado a Susan Sontag en Nueva York y a Irène Némirovsky en Francia, a Dara Horn, a Jacqueline Shohet Kahanoff, ensayista y periodista israelí, mujeres inteligentes y críticas de los límites que pueden ponérsele a la vida creativa de una artista.