ay construcciones arquitectónicas que son auténticas obras de arte. Tanto una pintura como una edificación de calidad intrínseca resisten el paso del tiempo y su valor y belleza son atemporales. Es el caso de muchas de las obras de los arquitectos Max Cetto y Juan O’Gorman.
La Universidad Autónoma Metropolitana (UAM) conserva los archivos de ambos que contienen, entre otro tesoros, planos realizados con la técnica de lápiz sobre papel, tinta con lápiz sobre papel y lápiz sobre papel y acuarela.
En esos tiempos todo se hacía a mano, y en el caso de estos arquitectos vemos que también eran extraordinarios dibujantes, particularmente O’Gorman, quien fue un destacado pintor. Hay algunos trabajos que muestran las casas y obras públicas que merecerían estar enmarcados como obras de arte.
Ambos fueron fundamentales en la creación de la arquitectura moderna mexicana, con un diálogo creativo entre la tradición y la modernidad que cultivaron a lo largo de sus carreras.
O’Gorman tuvo un papel esencial en el desarrollo del funcionalismo en nuestro país, integrando su formación académica en la Universidad Nacional, con una profunda visión de la arquitectura como una función social. Sin duda, su obra marcó el paisaje arquitectónico del país.
En sus inicios, en el ejercicio de la arquitectura tuvieron gran influencia las ideas de Bauhaus, en Alemania, y Le Corbusier, en Francia. O’Gorman las regionalizó para construir, en 1929, lo que él llamó la primera casa funcionalista de México
. Por fortuna, todavía existen y son las que aloja el Museo-estudio Diego Rivera y Frida Kahlo, en San Ángel.
Cetto nació en Alemania, ahí estudió la carrera y llegó a México donde hizo su vida e impulsó una nueva visión de la arquitectura. Conjuntó la tradición europea con las tecnologías del momento y el aporte vernáculo de la arquitectura mexicana.
Ahora, con motivo de la celebración de los 50 años de la fundación de la UAM, tenemos la oportunidad de admirar una muestra de 43 planos en la exposición Juan O’Gorman/Max Cetto. Líneas y ángulos de la arquitectura moderna, en la Antigua Casona de Xicoténcatl. Como referencia, la señorial mansión está situada a un costado de la plaza Manuel Tolsá, en un edificio contiguo al restaurante Los Girasoles.
En el siglo XVII el edificio albergó un seminario, posteriormente se volvió hospital, con el nombre de San Andrés, que se hizo célebre porque ahí embalsamaron el cuerpo del emperador Maximiliano tras su ejecución en 1867. A principios del siglo XX se demolió parte del hospital para construir el Palacio de Comunicaciones, que actualmente aloja el Museo Nacional de Arte.
Una parte de los edificios que se conservan fue cedida al Senado de la República en 1931, que lo utilizó como sala de reuniones alternativas durante más de 80 años, hasta 2011, en que se trasladó al gran elefante blanco en Paseo de la Reforma y la casona se dedicó a centro cultural.
El hermoso patio central está adornado con murales, esculturas y pinturas históricas, entre las que sobresalen obras de Jorge González Camarena, Silvia Pardo y el escultor Miguel Miramontes. Conserva el antiguo salón de sesiones con las curules originales, todo muy elegante en piel y madera negra.
Como se pueden imaginar, la comida de hoy es en Los Girasoles. Les recomiendo una mesa junto a la ventana en el segundo piso que le permite gozar con plenitud la belleza y armonía de la plaza Manuel Tolsá, una de las más bellas de la Ciudad de México. En los edificios que la rodean puede apreciar cuatro siglos de la historia de México en su arquitectura.
Se fundó en 1994 y a sus 30 años de vida conserva la excelente cocina mexicana con la que nació, con muchas de las recetas originales enriquecidas con nuevas propuestas.
Les menciono algunas. Para botanear con el tequilita: molotes de plátano con chilorio y chalupas poblanas. Comience la comida con el fideo seco con chipotle o la ensalada de la casa, fresca y deliciosa.
Favoritos para plato fuerte: medallones al cacahuate, filete de res con tuétano o el mole poblano; de postre, conserva el afamado pay de pétalos de rosa, y de novedad el volcán de chocolate con una teja de limón y helado de plátano.