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Además de palas y picos, necesitamos mecanismos forenses: madre buscadora
 
Periódico La Jornada
Sábado 30 de marzo de 2024, p. 5

Ante el hecho de que muchos cuerpos de personas desaparecidas por grupos criminales son encontrados en condiciones que hacen muy difícil su identificación, las madres buscadoras requieren más que palas y picos para hallar a sus familiares. Ahora necesitan conocimientos y herramientas forenses, como pruebas genéticas, asegura María Guadalupe Aguilar, quien busca a su hijo José Luis Arana desde hace 13 años y es fundadora de Familias Unidas por Nuestros Desaparecidos en Jalisco (Fundej), colectivo reconocido por su labor en defensa de los derechos humanos por Felipe VI, rey de España.

Para encontrarlos no solamente nos guiamos por las características físicas de las personas, que nos siguen sirviendo de mucho, sino que necesitamos los perfiles genéticos, porque ahorita los dejan desmembrados y en muy mal estado, hasta cremados, explica en entrevista con La Jornada.

Recuerda que el 24 de marzo pasado en El Salto, Jalisco, en una finca encontraron dos crematorios clandestinos y 30 bolsas con restos humanos. No es la primera vez que se denuncia el hallazgo de un horno de ese tipo en el estado, que es la entidad con más reportes de desaparecidos: 14 mil 970, según el registro nacional. El año pasado se descubrieron en Tlaquepaque otras instalaciones similares.

Perfil genético

¿Qué hacemos ante eso? Es una angustia terrible, expresa Guadalupe. Por eso asegura que cada familia de un desaparecido debe tener su perfil genético, para que cuando se encuentren cuerpos, fosas o crematarios clandestinos exijamos las confrontas, es decir, la comparación del ADN entre los parientes y los restos encontrados.

Guadalupe, que es enfermera, ha tenido que especializarse en materia forense y pericial, así como estudiar las leyes, aprender de derechos humanos y también realizar rastreo en campo, como la jornada nacional de búsqueda que llevarán a cabo más de 250 colectivos en todo el país el 19 y 20 de abril próximo.

Relata que con la desaparición de su hijo, ingeniero eléctrico de 34 años de edad, el 17 enero de 2011 en Tonalá, Jalisco, vivió en carne propia las ineficiencias e incapacidades que tienen las instituciones que se supone que nos deben ayudar, pero no ayudan, sino al contrario.

Recuerda que la fiscalía del estado le negó la posibilidad de levantar una denuncia de inmediato, porque en ese entonces se tenía que esperar 72 horas, por lo que la familia tuvo que salir a buscarlo por las calles de Tonalá.

La lucha por hallar a su hijo la llevó a increpar en un acto privado en 2011 al ex presidente Felipe Calderón, lo que –asegura– le abrió la puerta para hacer una denuncia federal y que las búsquedas se realizaran de forma más profesional. No obstante, hasta ahora no tiene indicios de dónde puede estar su hijo.

Reconoce que tras el hallazgo en 2018 de dos tráileres con cientos de cuerpos sin identificar, su vida corre peligro, pero afirma que no le importaría perderla: lo que temo es morir sin saber qué pasó con mi hijo, eso es lo que me mantiene luchando.

La búsqueda incesante de los desaparecidos ha llevado a que colectivos como Fundej sean reconocidos internacionalmente, en su caso tanto en Polonia como en España. Sobre esta última, Guadalupe resalta que el Premio de Derechos Humanos Rey de España, que recibió el 13 de marzo pasado, impulsa a sus integrantes a seguir haciendo las cosas mejor y también hizo retumbar la crisis de desapariciones en México a escala mundial, pero sobre todo el nombre de su hijo.

Estoy muy contenta de que cuando menos eso puedo lograr, porque se lo prometí. En una ocasión yo estaba llorando y le dije: hijo, yo te prometo que si no encuentro tu cuerpo, si no sé qué pasó contigo, cuando menos me encargo de que tu nombre resuene en todo el mundo.

A pocos meses de que acabe el actual sexenio, asevera que de la próxima administración no espero nada, sólo que quien encabece el gobierno haga lo propio para acabar con esta crisis de desapariciones, que supera las 114 mil personas, y la forense, con más de 52 mil cuerpos sin identificar en fosas comunes, semefos y centros de resguardo.

Esto está desmembrando a las familias; no nada más es que se llevan a uno y que deshagan la vida y los sueños de esa persona. No, desde que mi hijo Pepe está desaparecido también mi vida está destruida. Me siento muerta en vida. Sufro de pensar que a mis otros hijos les pase lo mismo, mis nietos no pueden salir como debieran a su edad. Mientras el Estado siga con esa actitud de benevolencia, los delincuentes tienen la certeza de que es el crimen perfecto.