urante las últimas dos décadas el uso de encuestas en nuestro país ha venido en aumento tanto en el ámbito empresarial como en el mercado político, entendiendo que una encuesta solicita a las personas de una sociedad predeterminada información a través de cuestionarios presenciales y/o de instrumentos digitales que hoy en día se usan cada día más.
El objetivo así de una encuesta es poder generar mediciones de la opinión del mercado del que se quiere desentrañar los deseos de ésta, a partir de preguntas especificas de la información que se quiere conocer, para así poder implementar un producto de venta y poder medir en opinión la oferta y la demanda de tal o cual producto o tema.
Así, el nacimiento de empresas que han surgido en nuestro país ha crecido enormemente, y en la realidad lo que debería ser algo que diera datos ciertos a nuestra sociedad ha experimentado un proceso que a hecho de las encuestas más que un instrumento técnico de medición, sean mediciones estadísticas manipulables que se constituyen en un instrumento peligroso de propaganda que intentan arrojar datos que moldeen la tendencia de opinión, lo cual resulta altamente peligroso.
En el ámbito político y prácticamente a un mes de iniciadas las campañas político-electorales del proceso de votación más grande del México contemporáneo, la cantidad de encuestas que se han puesto sobre la mesa es, sin lugar a dudas, el más grande que como sociedad hemos experimentado. Es evidente que por los datos que arrojan las diferentes casas encuestadoras han caído en el escenario que, más que encuestas, son procesos de propaganda política.
Las encuestas y la propaganda política juegan un papel crucial durante los ciclos electorales.
Estas herramientas son esenciales hoy en día para cualquier partido político y candidatos, ya que les permiten entender la opinión publica y así poder posicionar su oferta para poder ser favorecidos con el voto ciudadano, pero, más aún, les permite ajustar estrategias conforme a las necesidades y preocupaciones de los votantes.
Así, las estrategias de propaganda política para aumentar los apoyos de los electores pueden variar ampliamente, dependiendo del contexto y del desarrollo mismo del cambiante acontecer del día a día durante el desarrollo del proceso electoral mismo. Si bien es cierto que ciertas tácticas de propaganda pueden ser efectivas hoy ante el excesivo uso de encuestas como instrumento de propaganda, encarna peligrosos escenarios.
Que hoy los partidos y candidatos usen las encuestas como herramientas de propaganda no es nada nuevo, pero el exceso es evidente, y por tanto, los riesgos son mayores y parten de una idea de manipulación peligrosa que parte, consciente o inconscientemente, de subestimar a la sociedad a la que se están dirigiendo.
Bien dice el dicho popular que en la guerra y en amor todo se vale, pero esta tendencia encarna enormes desafíos y consecuencias políticas para quienes las están llevando a cabo y echando mano indiscriminadamente de una o de otra manera de esta tentación, y de la que es oportuno marcar varias interrogantes, a saber: ¿hasta dónde se puede manipular a una sociedad, cada vez más informada, a través de diferentes instrumentos de propaganda?, ¿de que tamaño el uso de encuestas incide realmente en la opinión de elector?, en los diferentes equipos de campaña, ¿qué grado de distorsión ocurre ante datos manipulados que impida un efectivo ejercicio de la conquista el voto ciudadano?, ¿hasta dónde la manipulación de datos incide en las preferencias electorales o genera el fenómeno del abstencionismo?
Es evidente que el uso de encuestas llevado como propaganda política implica varios riesgos, tanto para el proceso democrático como para la percepción pública, los cuales en lo inmediato se traducirán en la próxima elección, tales como: la manipulación, el abstencionismo por lograr establecer verdades a medias que no incentiven la participación, creyendo que la elección ya está decidida, lo cual nos lleva a una urgente mayor regulación al respecto.
Sin duda, este proceso electoral de 2024 pasará a la historia por ser uno de los que las diferentes fuerzas políticas echaron mano de encuestas como instrumento de propaganda electoral, en el cual habrá a quienes favoreció y a otros no les habrá favorecido, pero pasado el proceso se deberá reflexionar que es urgente poner límites normativos a esta realidad y seguramente cobrará factura a aquellas casas encuestadoras que a cambio de una utilidad económica cargarán con la marca de su poca o escasa credibilidad: al tiempo.