Melbourne. Por tercer Gran Premio consecutivo de la Fórmula 1, las polémicas ajenas a la pista eclipsan lo que sucede en el acontecer deportivo.

En la antesala del GP de Australia, la comisión de ética eximió de culpa al presidente de la Federación Internacional de Automovilismo (FIA), Mohammed Ben Sulayem, tras ser denunciado por haber interferido en dos carreras el año pasado. Además, Susie Wolff, la directora del circuito femenino y esposa del jefe de Mercedes, Toto Wolff, presentó una demanda penal contra la FIA en relación a las declaraciones que se hicieron sobre mí en diciembre.

Todo ello se suma al persistente ruido en torno a Red Bull, su director Christian Horner y la posible partida de Max Verstappen de la escudería.

Recientemente, la empleada de Red Bull que fue suspendida decidió apelar la decisión del equipo de eximir a Horner de una supuesta conducta inapropiada y presentó una querella formal ante la FIA.

Todo lo que ha salido a la luz es muy grave , dijo el jefe de McLaren, Zak Brown, en una rueda de prensa. Vamos para la tercera carrera del calendario y seguimos hablando de lo mismo.

El RB20, el imperial monoplaza de Red Bull que logró el 1-2 en las carreras inaugurales en Baréin y Arabia Saudita, ha quedado en un segundo plano en Albert Park ante las conjeturas de que el neerlandés podría irse a Mercedes.

Estoy feliz en el equipo, dijo el reinante campeón, rechazando las versiones sobre un cambio.

Verstappen, triple campeón, busca en Australia su décima victo-ria consecutiva en grandes premios, igualando su récord del año pasado.

Red Bull persigue también un tercer doblete seguido que sería inédito en la historia de la escudería y para lograrlo tendrán que superar a los pilotos de Ferrari, Charles Leclerc y el español Carlos Sainz, quien regresó después de una operación que lo dejó fuera del Gran Premio de Arabia Saudita.