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Pese al caos y la represión, Rodrigo Abd quiere conservar la pasión por el fotoperiodismo

El Pulitzer 2023 cubre para la agencia Ap las protestas masivas contra las políticas de Milei en Argentina

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Cuando la situación es caótica, es difícil concentrarse en los detalles, porque uno se está cuidando, protegiendo la cámara y a sus compañeros, compartió con La Jornada.Foto Pablo Barrientos
Especial para La Jornada
Periódico La Jornada
Martes 12 de marzo de 2024, p. 4

Febrero empezó en Buenos Aires con protestas multitudinarias contra el proyecto ley ómnibus, del presidente argentino Javier Milei.

La cantidad de efectivos del aparato represivo estatal parecía superar la de manifestantes en la Plaza del Congreso. Gases, golpes y balas de goma se repartieron entre los que protestaban, los periodistas que cubrían el suceso y algunos diputados que, en medio de una sesión legislativa, salieron a ver lo que sucedía en las calles.

Todo el día fue un recambio constante de policías de la Provincia de Buenos Aires y de la ciudad, así como de elementos de prefectura, parte de las fuerzas militares, todos con la única función de reprimir.

El número de periodistas heridos, 30, sugiere una intencionalidad gubernamental, pero los esbirros de Milei dijeron que los incidentes se debieron a que la prensa no estaba debidamente identificada.

El grupo Tribuna Salud, que acompañó un proyecto de ley contra de la represión con gases lacrimógenos y que asistió a damnificados en esta marcha, declaró a la prensa del Partido Obrero: No conocemos la composición de los gases utilizados, y esto hace que tengamos que probar diferentes métodos para quitar los químicos del cuerpo. Sin conclusiones científicas respecto de la composición de estos gases, los hechos sugieren que éstos son más dañinos que los autorizados.

Entre los reprimidos estuvo Rodrigo Abd, de la agencia Ap, premio Pulitzer de fotografía (2023), especializado en la cobertura de conflictos sociales, quien declaró: Puedo decir desde mi experiencia que los reporteros portamos una credencial de la asociación de reporteros gráficos que nos distingue. Sin embargo, en casos como éste es muy difícil identificarse, porque son movilizaciones muy caóticas; estamos entre policías y manifestantes. Es parte del riesgo de cubrir las historias.

El detalle del caos

Uno de los flashbacks que ofrece la economía del gobierno de Milei remite a la crisis argentina de finales de 2001, durante la presidencia de Fernando de la Rua. Para Abd, esa época coincidió con sus comienzos como fotógrafo: “La crisis es un recuerdo de mucha intensidad: las primeras grandes protestas, ver la cobertura de fotógrafos del mundo, presenciar el desastre en mi país y cómo la destrucción estaba ocurriendo cerca de mi trabajo, de mi casa. Yo comenzaba en esta profesión, y fue muy fuerte querer encontrar la forma de contar lo que veía sobre algo que estaba sucediendo tan cerca. Recuerdo una protesta de piqueteros en Salta a la que me mandaron; subí a un avión y los pasajeros eran cientos de gendarmes armados hasta los dientes. Empecé a reconocer a un país que tal vez no estaba tan frente a mis ojos de clase media acomodada, como cuando vi comunidades indígenas en una pobreza muy extrema. En 2002, un ejército de cartoneros y recolectores invadió Buenos Aires. La ciudad se había transformado en un lugar más hostil, difícil y más pobre. Al mismo tiempo fue un desafío interesante meterme de lleno en esa realidad y documentarla con las herramientas que tenía”.

Durante una situación violenta, un fotógrafo maneja varios planos mentales en forma simultánea: uno es encontrarse con la acción principal para retratar los acontecimientos principales en una sola foto; otro es el de la autopreservación. Un reportero gráfico como Rodrigo Abd maneja también la capacidad de captar detalles singulares para acercarse desde una mirada diferente: Cuando la situación es caótica, es difícil concentrarse en los detalles, porque uno se está cuidando, protegiendo la cámara y a sus compañeros. Al mismo tiempo, la experiencia permite trabajar un poquito más relajado. Entiendo que entre tantas miradas fotográficas está bueno tener una visión más personal: un suceso así va a estar documentado por cientos de fotógrafos; por eso, tal vez lo interesante ahí es buscar el detalle, la cosa propia o el momento que a uno le llama la atención y que hace que la foto se despegue un poco de la masa de las otras imágenes. No necesariamente la foto va a ser mejor, pero va a ser una interpretación más personal.

Retratos en guerra

El trabajo de Abd de fotografiar zonas en riesgo o de conflicto se sostuvo en el tiempo: Cuando viví en Centroamérica y cubrí países de posguerra, como Guatemala, El Salvador y Honduras, empecé a tener mayor cercanía con los conflictos que cubría. Se fue dando naturalmente: por cubrir esas noticias fui enviado a Haití durante la caída del presidente Aristide, y luego me propusieron ir un año a Afganistán. Poco a poco fue subiendo el tono de la cobertura, pero no fue una búsqueda personal, se fue dando, y me sentía cómodo resolviendo; me parecían importantes las historias y así fue que me siguieron llamando para cubrir noticias bélicas y políticas.

Mientras transcurría su tiempo como fotógrafo de guerra, Abd utilizó en Afganistán cámaras antiguas de madera para tomar imágenes que requieren varios minutos para una sola toma: Los retratos son el resultado de alguna historia, alguna nota o evento que estoy fotografiando y que veo reflejado en ese rostro, en esa persona. Casi siempre está la historia atrás; eso me llama más que sólo la cuestión pictórica, porque vengo del periodismo. La cámara de madera es un gran medio para retratar, porque es un formato muy directo, de concentrarse en la mirada, en los rostros, en los detalles para poder contar esa historia.

Palimpsestos

Otra de las formas empleadas por Abd para retratar aspectos de la realidad son los palimpsestos, técnica que desarrolló gracias a la descompostura de su herramienta de trabajo y que ahora utiliza para designar la superposición de dos imágenes en un mismo cuadro: “Los palimpsestos parten de la necesidad de contar la complejidad de Guatemala, lo que no podía hacer en un trabajo fotográfico tradicional. Se me ocurrió después de una falla en mi cámara, que causó que se superpusieran las imágenes cuando tenía la batería baja, pero con un sistema en el que exponía los negativos de 30 rollos tres veces y luego los mezclaba en una bolsa para elegir la combinatoria al azar. El trabajo de reconocer esas imágenes que representaban mi interés estaba en la edición, ahí veía cuadros de forma lúdica, se interponían temas que me parecía que estaban íntimamente relacionados. A mi mujer se le ocurrió llamarlos ‘palimpsestos’, palabra que viene de antes de que existiera el papel, e implica raspar el cuero para volver a utilizarlo. Se trata de rescribir el mismo film en una sola película, historias que pasan frente a la cámara. Me sirvió para contar toda esa complejidad que ocurría al mismo tiempo en Guatemala”.

Además de mantener la constancia, Abd, que halla en la variedad del trabajo de fotógrafo de agencia un descanso de las secuencias más volátiles de su oficio, imagina un proyecto que no dependa de la velocidad de los tiempos laborales: Algo pendiente es tratar de hacer un trabajo de largo aliento, que me permita darle seguimiento por muchos años, cosas que en el periodismo raramente sucede. Lo que más me preocupa es perder el entusiasmo, las ganas que tenía cuando empecé entre 1999 y 2001, con ese deseo de aprender, de estar, de revelar; toda esa energía que tal vez ahora no es tanta. Me gustaría seguir teniendo ese fuego para cubrir buenas historias y sacar buenas fotos. No importa qué sea, quiero conservar las ganas y la pasión por el fotoperiodismo.