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La mariposa en el agua: el orden del caos
C

uando le jalas al baño, el agua no fluye, rueda. Esto fue comprobado por Edward Lorenz, meteorólogo que en los años 60 intentó pronosticar el clima con mayor precisión. Hizo este sencillo experimento: colocó agua en un recipiente rectangular con una fuente de calor en el fondo.

Para ti y para mí es calentar agua, pero para Lorenz se trataba de una minúscula recreación del clima, un sistema dinámico extremadamente complicado; con calor, las moléculas de agua pasan de líquido a gas (evaporación) y ascienden a la atmósfera, donde, con el frío, el vapor se condensa en nubes. Cuando éstas se saturan, cae agua (precipitación). Todo esto es sencillo, observable y cuantificable en un recipiente, por eso, con un modelo matemático, Lorenz metió toda la información que extraía del experimento en una computadora y esperó los resultados.

Antes de Lorenz, se creía que el clima era determinista, es decir, el ciclo del agua era estable, predecible y completamente cognoscible. Sin embargo, Lorenz descubrió la realidad: los sistemas aparentemente deterministas dan lugar a sistemas inestables, aperiódicos y con comportamiento aleatorio.

El agua no puede salir del planeta y tampoco puede entrar. Es un ciclo, un loop perpetuo, una convección de fluido rodante que genera vida. La misma cantidad de agua que existió en los tiempos de Ramsés, es la misma cantidad de agua que existió en los tiempos de Moctezuma; es la misma cantidad de agua que existirá cuando un ser humano pise Marte.

Antes de que la humanidad se volviera sedentaria, tenía acceso al agua donde la pudiera encontrar: lluvia, lagos, ríos, arroyos y manantiales. Si, debido a las sequías, éstos dejaban de fluir, la humanidad se desplazaba río arriba o buscaba otras fuentes, y si la sequía persistía, migraba en busca de humedad.

Con el sedentarismo, nos multiplicamos, regamos campos y compartimos el agua con animales. Las necesidades de acceso a este recurso aumentaron con la preparación de alimentos y la aparición de la higiene personal y comunitaria. Aquí comienza la historia de nuestra vulnerabilidad hídrica tal como la conocemos. Cada sociedad estableció una relación con el agua que estuvo moldeada por los recursos ambientales, el clima y las necesidades específicas de su población. En nuestra civilización actual, ¿en qué la utilizamos?

Doce litros por minuto al lavar manos o trastes, 200 litros por 10 minutos en la regadera, 40 a 62 litros por ciclo de lavado de ropa, 10 litros por cada descarga en el sanitario… en promedio, una familia mexicana privilegiada, de cuatro personas, gasta diariamente casi 2 mil litros de agua potable.

Cuando Lorenz observó los resultados en su computadora, quedó pasmado. Esto no era un sistema predecible, era un sistema hermosamente desordenado. No existía ningún punto de referencia, ningún patrón establecido, ninguna posibilidad de predicción: era el caos organizado, dos elipsis que, sin tocarse, formaban las alas de una mariposa.

Cada vez que le jales al baño, recuerda que son 10 litros de agua que se desechan, de vida que se ensucia, de caos mal organizado. Recuerda que no existen las predicciones, y aunque podamos poner a una mujer al mando de un país increíblemente machista, seremos la generación que aleteó en el caos, unos limpiando sus heces con agua limpia y otros sin poder siquiera limpiar sus manos. Este es el orden… este es el caos.

* Sociólogo