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Todos somos extraños
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▲ Fotograma de la cinta Todos somos extraños, del cineasta británico Andrew Haigh.Foto
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n hombre soltero acariciado por fantasmas. Durante un periodo de crisis existencial y creativa, la vida de Adam (Andrew Scott), guionista de 41 años, homosexual y sin pareja sentimental, da un vuelco radical cuando en el proceso de escribir un relato autobiográfico que involucra a sus padres desaparecidos 30 años antes, decide emprender un viaje a su hogar natal en los suburbios de Londres para recuperar sus vivencias de infancia. En esa casa, hoy abandonada, le siguen esperando sus progenitores, los cuales conservan la misma edad y apariencia del día de su muerte, y con quienes Adam retomará, por breve tiempo, algo de su relación filial interrumpida.

Todos somos extraños ( All of Us Strangers, 2023), quinto largometraje del británico Andrew Haigh, toma como punto de partida la novela de corte fantástico Desconocidos ( Strangers, 1987), del japonés Taichi Yamada, en la que un hombre divorciado descubre en el Tokio de finales de los años ochenta a una pareja muy parecida a sus padres fallecidos, con quienes entablará una relación muy perturbadora. La cinta británica retoma lo esencial de aquella trama, sitúa la acción en el tiempo presente, transforma al protagonista en un hombre homosexual, y alude continuamente a los ya distantes años de infancia de Adam, una época marcada por la música pop de Pet Shop Boys y Frankie goes to Hollywood, la estética punk y calamidades como el autoritarismo thatcheriano y la irrupción de la pandemia del sida.

Lo que inicia como el relato de un encuentro fortuito, de carácter sexual, entre Adam y su vecino Harry (Paul Mescal), descrito con todo detalle realista, pronto vira hacia el relato paralelo, abiertamente fantástico, del protagonista en contacto tardío con sus padres amorosos, ávidos por saber todo de él, de sus logros laborales y de su vida amorosa. Entre las revelaciones más cruciales e intensas de Adam figura la de su propia homosexualidad. A sus 40 años, el personaje escenifica ante sus padres una peculiar salida del clóset, explicándoles cómo el mundo ha cambiado radicalmente en las últimas décadas que ellos no han vivido juntos, y descubriendo también cómo un viejo déficit de tolerancia por parte de los padres, puede colmarse hoy generosamente. ¿Cómo podrían entender el padre (Jamie Bell) o la madre (Claire Foy) que su hijo Adam, condenado según ellos a la infelicidad por su condición homosexual, pueda hoy, en caso de desearlo, contraer matrimonio y adoptar hijos? Los padres conquistan, de manera póstuma, la lucidez y comprensión que tanto les faltó al haber sido en vida insensibles, casi ciegos, ante el despertar sexual de su hijo casi adolescente.

Andrew Haigh ha tejido, en colaboración con el autor octogenario Taichi Yamada, un relato fascinante sobre las oportunidades perdidas en toda comunicación amorosa, y la posibilidad de sanar, mediante la tolerancia y el perdón, heridas difíciles de cerrar. Un optimismo semejante estaba ausente en su anterior Weekend (2011), película agridulce sobre la dura separación de dos amantes masculinos, así como en la estupenda cinta 45 años (2015), protagonizada por Charlotte Rampling y Tom Courtenay, filosa disección de una traición sentimental irreparable. La apuesta actual del británico parece ser la de una ambigüedad teñida de misterio. ¿Toda la experiencia de Adam con lo extraterrenal derivará de una recurrente alucinación suya? ¿Sus reticencias para una entrega amorosa plena, su nerviosa elección de la soledad, su frustración artística, no requieren tal vez de una reconciliación con un pasado traumático para poder ser superadas? Cuando el padre de Adam admite frente a su hijo que él mismo pudo haber sido uno de los abusivos chicos homófobos que tanto lo atormentaron de niño, y solicita tardíamente su perdón, la cinta alcanza un nivel de emoción particularmente intenso, transformando lo que pudo ser un romance gay banal o contrariado, en el ajuste de cuentas más sutil, metafísico y generoso que sea posible imaginar entre un hijo y sus padres.

Se exhibe en Cineteca Nacional, Cine Tonalá, Cinépolis y Cinemex.