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No llego yo, llegamos todas, con nuestras ancestras e hijas
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▲ Soy parte de un movimiento que viene de lejos, reconoció Sheinbaum.Foto Víctor Camacho
 
Periódico La Jornada
Sábado 2 de marzo de 2024, p. 4

Claudia Sheinbaum dirigió la mirada y uno de sus brazos al lugar donde habita el hombre que, por primera vez en muchos años, no estuvo en el Zócalo lleno de su movimiento. Había terminado la lectura de los 100 puntos de una oferta electoral con acento en los programas y derechos sociales, en la república de las mujeres, y en algunos casos pletóricos de detalles incluso técnicos (así es ella, detallista al extremo, dijo uno de sus asesores al finalizar el mitin). Otros de los puntos, una buena parte, fueron dedicados a definir los contornos de la continuidad.

“A ese hombre, Andrés Manuel López Obrador, le decimos: ‘vamos a cuidar su legado’, y sepa, Presidente, que el cierre de su gobierno será espectacular, porque una vez más con el pueblo de México, estaremos haciendo historia”, dijo la candidata.

En las rejas de Palacio, los padres y madres de Ayotzinapa habían colgado una manta que la candidata miró mientras agradecía el legado: Exigimos diálogo con el Presidente. El expediente abierto obligó a colocar el escenario con la Catedral Metropolitana de fondo, porque la porción del Zócalo más cercana a Palacio seguía ocupada por el plantón de los 43.

El escenario permitió recordar que 46 años atrás la figura central de la tarde estuvo en este mismo lugar, como activista estudiantil, en la huelga de hambre encabezada por Rosario Ibarra. Tengo más que claro, que soy parte de un movimiento social que viene de lejos.

Quizá animada por ese recuerdo, y por una trayectoria política que no comenzó en 2000, cuando fue invitada al gobierno capitalino, uno de sus 100 puntos dice: Mediante la coordinación entre autoridades de distintos niveles, vamos a continuar y a darle seguimiento a los protocolos de búsqueda de personas desaparecidas.

Sheinbaum llegó poco antes de las 5 de la tarde. Para entonces, el Zócalo se había llenado varias veces, en un ir y venir de contingentes venidos de todas partes.

Ya en el escenario, saludó a la multitud y repartió abrazos a su equipo y a los aspirantes a gubernaturas. El abrazo con Clara Brugada fue cálido, aunque no había terminado el evento cuando comenzó a circular un fragmento presentado como jaloneo entre ambas. No se miró así desde las primeras filas. El contraste, un frío saludo a Ebrard, que escuchó el discurso notoriamente incómodo y a ratos mirando al cielo.

Realismo político

Sheinbaum llegó al lugar con una guerra sucia a cuestas y gran ventaja en los sondeos. A un Zócalo por vez primera enteramente suyo y luego de varios días de entrevistas bien libradas con periodistas que el Presidente y muchos de sus seguidores llaman chayoteros.

A un Zócalo lleno de las contradicciones propias, dicen algunos, de un movimiento que tuvo en 2015 su primera prueba electoral y que apenas nueve años después gobierna la mayor parte de las entidades, con mayoría en el Congreso y que va por su segunda Presidencia.

–Oiga, en Mérida dicen que los panistas no lo quieren por traidor y los morenistas tampoco, por chapulín.

–Ya quisieran, les voy a ganar–, respondió de buen humor Rommel Pacheco, panista apenas ayer y hoy candidato de Morena.

Pacheco era uno de muchos. ¿Pragmatismo que aleja la transformación o, como frasean intelectuales de la 4T, simple realismo político? A saber, pero en las primeras filas había priístas o panistas de apenas ayer, adversarios de siempre trepados de última hora al barco de Morena, con la misma convicción con la que hubiesen abordado una nave distinta si los vientos soplaran en otra dirección.

Clara Brugada fue la primera al micrófono y ofreció derrotar al cártel inmobiliario y seguir la ruta trazada por Sheinbaum.

En uno de los costados frente al templete se instaló la zona de invitados, unas 20 hileras de sillas reservadas para familiares y cercanos de la candidata, legisladores, integrantes de sus diversos equipos y otros abanderados.

Sheinbaum había anticipado un discurso largo. Tanto, que varias veces interrumpió la lectura para preguntar: ¿Ya se cansaron? Le decían que no, y seguía.

En alguna entrevista dijo que aspira a ser presidenta de la educación. Y presentó una agenda variada con el título República educadora, humanista y científica.

Uno de esos puntos: El magisterio nacional seguirá siendo reconocido y por ello se revisarán de manera conjunta temas pendientes de la Usicamm (la unidad de la SEP que evalúa ascensos y promociones de los docentes), evitando cualquier forma de corrupción.

Fue una manera de aceptar una demanda del SNTE, pero pocos lo entendieron, excepto seis personas en la fila 13, que se levantaron de sus asientos, alzaron los brazos y gritaron como niños cuando van a salir al recreo: eran Alfonso Cepeda, dirigente del sindicato magisterial, y sus acompañantes.

Cepeda tenía doble motivo para estar feliz, porque horas antes se había dado a conocer que será senador por la vía plurinominal.

La tarde del Centro Histórico cerró con banderas, mantas, comparsas y calendas. En la primera fila, el discurso fue escuchado por una bióloga de 83 años, que vestía una blusa de hermosos bordados y coreaba ¡presidenta, presidenta!, igual que los demás.

Quizá en ella, su madre Annie Pardo, pensaba la candidata cuando cerró: Tengo claro que no llego yo, llegamos todas, llegamos con nuestras ancestras y con nuestras hijas, tengo claro que me va a corresponder luchar también por las mujeres de México.