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De la otra ciudad

De los zapatos, “sólo sabíamos usarlos“

Emprender con calzado para roqueros y doñitas exóticas, toda una odisea

Integrantes de la cooperativa Un Insulto al Buen Gusto han sabido explotar el amor por lo alternativo

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▲ Para salir a dar una vuelta con la pareja, presumir a los amigos, armar un palomazo, imitar a grandes bandas roncanroleras o sólo por insultar al buen gusto, la cooperativa tiene entre su catálogo 50 modelos de zapatos y botas exclusivas que fabrican en su taller de la colonia Emilio Carranza.Foto Roberto García Ortiz
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▲ Para salir a dar una vuelta con la pareja, presumir a los amigos, armar un palomazo, imitar a grandes bandas roncanroleras o sólo por insultar al buen gusto, la cooperativa tiene entre su catálogo 50 modelos de zapatos y botas exclusivas que fabrican en su taller de la colonia Emilio Carranza.Foto Roberto García Ortiz
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▲ Para salir a dar una vuelta con la pareja, presumir a los amigos, armar un palomazo, imitar a grandes bandas roncanroleras o sólo por insultar al buen gusto, la cooperativa tiene entre su catálogo 50 modelos de zapatos y botas exclusivas que fabrican en su taller de la colonia Emilio Carranza.Foto Roberto García Ortiz
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▲ Para salir a dar una vuelta con la pareja, presumir a los amigos, armar un palomazo, imitar a grandes bandas roncanroleras o sólo por insultar al buen gusto, la cooperativa tiene entre su catálogo 50 modelos de zapatos y botas exclusivas que fabrican en su taller de la colonia Emilio Carranza.Foto Roberto García Ortiz
 
Periódico La Jornada
Domingo 25 de febrero de 2024, p. 29

Un Insulto al Buen Gusto, Calzado Alternativo, es el nombre de la cooperativa dedicada a la confección de zapatos y botas –en piel original y sintética– para niños, jóvenes, adultos y personas de la tercera edad que se realiza de manera semiartesanal en un taller ubicado en calles de la alcaldía Venustiano Carranza, cuyos modelos se venden en el tianguis cultural de El Chopo.

En 2011, María Teresa Triay Patiño decidió dejar la gerencia de una sucursal bancaria y junto su esposo Víctor David Rodríguez optó por incursionar en la venta del calzado, de lo que señaló, lo único que sabía era ponérmelos.

Entrevistados en su pequeño taller, en medio del sonido de las agujas de las máquinas de coser y el olor a químicos que utilizan en la confección de los modelos –que van de los números 14 al 30–, mencionan que decidieron emprender en la creación de los zapatos y botas ante la demanda de estilos que no se encontraban fácilmente en los comercios, así como de los accesorios que buscaban los clientes, incluidas mujeres de más de 60 años, a quienes definen como doñitas exóticas.

Fueron guiados por un gran maestro de Tepito

Entonces decidieron viajar a León, Guanajuato, para adquirir piel y los insumos necesarios a fin de emprender en un pequeño negocio y colocar al calzado las alas de murciélago, hebillas de cráneos y que en el caso de las botas tuvieran ocho ojillos, que es donde van las agujetas.

Sin embargo, faltaba la asistencia de un guía para su elaboración, por lo que al caminar por las calles de Tepito algunos vendedores de zapatos les dijeron que buscaran al maestro Luis Arévalo, quien nos guio y enseñó a hacer los zapatos.

María Teresa comenta que el maestro siempre mostró una mentalidad abierta, era muy carismático, todo el barrio de Tepito lo quiere y a su fallecimiento le hicieron muchos homenajes, mientras Víctor David recordó que Arévalo participó en los talleres de zapatería en Chiapas; él enseñó a confeccionar las botas en algunas regiones zapatistas.

El año pasado, con el apoyo de la Secretaría del Trabajo y Fomento al Empleo del Gobierno de la Ciudad de México, se constituyeron en cooperativa, por lo que recibieron recursos económicos por 130 mil pesos con los que compraron una máquina de costura para calzado, conocida como Lockstitcher.

Por su parte, el matrimonio desembolsó 40 mil pesos adicionales para completar el costo de ese aparato, que permite coser la suela de los 50 modelos que producen, y algunos de los cuales han sido utilizados por grupos y cantantes de rock, entre ellos se encuentra un integrante de La Maldita Vecindad y Los Hijos del Quinto Patio.

El reto es consolidarse como cooperativa para seguir creciendo, porque actualmente el taller es fuente de empleo para nueve personas, lo que permitirá a María Teresa y Víctor David conseguir más tecnología para poder hacer el calzado mucho mejor, y agregan que para cada proceso en la elaboración del calzado se requiere de una máquina, como por ejemplo, la ojilladora o la dedicada sólo a realizar la triple costura.

Entre los objetivos inmediatos está la adquisición de la inyectadora de suelas, que cuesta casi 2 millones de pesos, y es una máquina que mide casi cinco metros de largo, que permitiría elaborarlas.

Explicaron que con ella reducirían considerablemente los costos en más de 50 por ciento, además de que perfeccionarían la calidad del calzado.

Entre sus clientes, además de los visitantes que acuden al tianguis de El Chopo a realizar compras – quienes son de diversas entidades del país así como del extranjero–, también han logrado enviar por mensajería el calzado a diferentes zonas de España, Portugal, Inglaterra, Australia, Chile y Brasil.

Los consumidores son hombres y mujeres rockeros, góticos, metaleros, urbanos y hasta skinheads de todas las edades, quienes además buscan calidad y comodidad que son una garantía en sus diseños y modelos.