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Ana en todas partes explora la sensación de estar enamorado antes de los 12 años

Adolfo Córdova entrevista a más de 100 niños para crear su novela más reciente

 
Periódico La Jornada
Miércoles 14 de febrero de 2024, p. 5

Para escribir Ana en todas partes (Fondo de Cultura Económica, 2023), su primera novela pensada para niños, Adolfo Córdova (Veracruz, 1983) entrevistó a más de 100 pequeños entre 8 y 12 años, porque los adultos estamos un poco alejados de su mundo. No hay memoria que alcance para recrear una infancia por más que todos hayamos sido niños. También entrevistó a su sobrino Cóbari, de 11 años.

Les hizo una sola pregunta: ¿Qué es para ti estar enamorado? Para Cóbari, a quien le gustaba una niña, es tener retortijones, siempre pensar en la persona que te gusta y sentir vértigo en los dedos de las manos y de los pies. Julián, protagonista, junto con Ana, está en un umbral entre la infancia y la adolescencia. Es decir, todavía cree en las hadas, pero ya usa desodorante.

Córdova buscó que la novela tuviera un inventario de personajes para que los lectores pudieran identificarse con distintos tipos de niños, desde el que todavía hace fiestas con piñatas, hasta Ana y sus amigas, que están un paso más cerca de la secundaria. La novela es un estire y afloje entre crecer, entrar en la adolescencia, a la vez que mantener vivo el espíritu infantil, vinculado con el asombro.

Ana en todas partes es el tercer libro de Córdova publicado por el FCE, el cual fue ilustrado por Pepa Ilustradora. El primero fue Dragón blanco y otros personajes olvidados, destinado a un público juvenil-adulto; el segundo, Infinitos, lo dedicó a la primera infancia. El trío de títulos está pensado para acompañar el crecimiento de un lector desde que nace hasta que llega a la adolescencia.

La de Ana… es una historia autobiográfica respecto a la situación de sus protagonistas. Córdova era reportero de un periódico cuando empezó a escribir la novela: Entre nota y nota comencé a redactar los cuentos de amor para esa chica que me gustaba, una fotógrafa de nombre Ana.

“Cualquier ejercicio de ficción es una mezcla de elementos. Aquí, la mezcla es mi situación en el momento en que lo escribía: estaba en el proceso de enamorarme, lo escribí enamorado. Por otro lado, quería trasladar la sensación del presente al mundo de los niños. Por eso es autobiográfico.

La novela tiene su dosis de citas literarias, tanto a Ana como a Julián les gusta leer.

–¿Cómo se maneja el escritor para no proyectarse demasiado en el texto?

–Hay literatura para niños con muchas capas que sí es compleja y asume que el lector va a tener la experiencia como tal para entrar o no al texto. Hay niños que entienden todas las referencias. He sostenido conversaciones fascinantes porque ya leyeron los mismos libros, les gusta el tema, les da curiosidad o porque quieren ser escritores. Depende mucho del niño.

Dada mi formación de periodista, me interesa hablarle a un niño real. A veces uno tiene una idea hipotética de qué entienden o qué son los niños ahora, que no necesariamente encaja con su propia idea. Siempre hay una tensión muy fuerte en la literatura infantil entre lo que los adultos creen es apto para ellos y lo que van a entender. Este es el meollo del asunto: si los niños no entienden, no se conectan y cierren el libro.

Más que ingredientes para escribir libros para niños y adolescentes, Córdova sugiere “no separar el adulto escritor del niño a la hora de escribir. Seguir motivado por las preguntas que te mueven como adulto, pero hay que tratar de responderlas desde una perspectiva honesta. No me pongo un disfraz de escritor infantil ni empiezo a decir cosas en las que no creo. Soy el adulto que soy y hago un ejercicio de imaginación para ponerme en esta perspectiva. Todo ejercicio de imaginación requiere de mucha investigación porque ya no soy un niño. El adulto que soy entrevista y conversa mucho con niños. Trato de estar abierto a lo que les interesa, de lo que hablan, cómo hablan, qué les preocupa, a qué le tienen miedo, con qué sueñan; incluso, estructurar sus oraciones para que no se sientan falsas o impostadas.

Cuando es una novela realista como ésta hay que intentar crear una perspectiva y un ritmo que sean cercanos a los niños. Para eso algo muy importante es la escucha. Luego, guardar en el cajón al adulto que quiere ponerles una agenda muy particular a los intereses de los niños. Hay veces que se cruzan. No escribir para cumplir con un objetivo escolar, ideológico, religioso o político, sino hacerlo para ir al encuentro con esos niños y abrir una conversación entre ese mundo infantil que está en nuestra memoria y el mundo adulto que está en sus sueños, en sus proyecciones de futuro.