unto de partida: dos periodos, separados por 46 años, en mis vivencias, como profesor de asignatura que soy, en la licenciatura de pedagogía en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). En 1978 los grupos de primer ingreso a la carrera eran muy numerosos, y tuve la encomienda de atender uno de sociología educativa con 83 estudiantes en lista: 73 mujeres y 10 hombres. Durante el semestre que terminó en diciembre de 2023, atendí dos grupos, en igual asignatura, también de primer ingreso, con un total acumulado de 89 estudiantes inscritos: 75 mujeres y 14 hombres.
¡Vaya, las cosas no han cambiado! Presencia mayoritaria de la población femenina estudiosa de la educación. Nadie, en su sano juicio, puede estar en contra de que las mujeres se dediquen a estudiar la educación en número considerable, sobre todo si lo hacen para poner la educación al servicio de la transformación del mundo. Pero ¿qué, en educación, con la población masculina? ¿Por qué, en pedagogía, el número de estudiantes varones es reducido en comparación con el de las mujeres? ¿Acaso la educación constituye un campo casi exclusivo para las mujeres? No, también compete a los hombres tomar en serio y enaltecer la educación, estudiarla y practicarla con la cabeza y el corazón. Considero conveniente que crezca la cifra de los jóvenes que manifiesten empeño en ello.
¿Por qué ese predominio numérico de las estudiantes? Puede haber diversas razones. Quizá una sea la proximidad de las mujeres con la niñez: como madres de familia, como educadoras en los jardines de niños y como maestras de escuelas primarias. Las estudiantes de primer ingreso a pedagogía, frecuentemente en la actualidad, igual que lo hacían en 1978, suelen decir que decidieron estudiar pedagogía porque les interesan los niños, y es legítimo.
Pedagogía, antes que nada, es una hermosa palabra que etimológicamente significa conducción de niños. La niñez es importantísima, pero la educación no se restringe a educarle, es algo mucho más amplio. La educación es compleja, tiene muchas aristas y una gran riqueza, por eso se estudia educación en las aulas del Colegio de Pedagogía de la UNAM, y también ahí se le practica todos los días. Los estudiantes de pedagogía han de ocuparse de todo lo educativo, nada educativo les debe ser ajeno, comenzando por su propia educación.
Una segunda causa del predominio numérico de las estudiantes puede explicarse de la siguiente manera: el desdeño que en la sociedad mexicana se tiene, tanto por la mujer, como por la educación. Ambas han quedado relegadas a un plano inferior, con poca importancia. ¿No será por ello por lo que las mujeres han sido las principales impulsadas a cursar la licenciatura en pedagogía dentro de la UNAM? Habría que indagar a fondo. De cualquier forma, apremia fomentar el enaltecimiento de las universitarias.
Por lo que se refiere a las mujeres y las universitarias, en el país y en la UNAM, en todos los ámbitos, predominan las concepciones y prácticas machistas que dejan mucho que desear, por ventura combatidas en la actualidad. Las mujeres en general, y las universitarias en particular, han ocupado en la historia de la humanidad, y no por decisión propia, un papel secundario respecto de los varones y los universitarios. El hombre se ha privilegiado en todo, desentendiéndose de muchas situaciones importantes; rara vez, por ejemplo, se ocupa de reflexionar en la educación, ni siquiera en la propia y en la de sus hijos; mientras a la mujer se le ha impuesto ocuparse de todo lo que despectivamente se considera secundario, destacando entre ello la educación y el cuidado de los hijos.
Respecto de la educación, en México y la UNAM, a pesar de que se presume que es lo más importante en la vida (discurso educacionista sostenido por la mayoría de los gobernantes y por numerosos rectores), en la práctica ha quedado reducida a una educación descuidada, olvidada, maltratada y hasta despreciada.
Las concepciones y prácticas educativas en la UNAM, a partir del bachillerato y en todos los niveles, se corresponden plenamente, y de forma mayoritaria, con la educación bancaria, enajenante y domesticadora, cuestionada por Paulo Freire. Una educación basada en, desde los pupitres rígidos, dar a toda hora la espalda a los compañeros y ver todo el tiempo las espaldas de los demás; una educación para obtener calificaciones, (¡viva la competición!), basada en el memorismo, los libros de texto, la rutina, los planes de estudio rígidos, el control autoritario, la inexpresión de los estudiantes, la exclusión, las evaluaciones sin sentido y todo lo demás que privilegia la educación bancaria (ahora también en la modalidad virtual que, poco a poco, se enseñorea).
Punto de llegada deseado: en el Colegio de Pedagogía, profesores y estidiantes tenemos una tarea inaplazable, un reto, necesitamos dignificar la educación. Hemos de pugnar por una educación libre, crítica, responsable, fincada en la autonomía estudiantil, en la democracia de cada clase y en la cooperación de todos. Una educación que descanse en el buen sentido, la sencillez de espíritu, la confianza, el respeto y la autoestima. Una educación que fomente la creatividad y el gozo. Una educación basada en el rigor, la curiosidad, el riesgo y la transgresión. Una educación inclusiva y sin violencia de ningún tipo. Diría el célebre maestro José de Tapia y Bujalance, introductor de la educación Freinet en España y México, que la educación es lo más sagrado que hay en el mundo, y san se acabó
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No estaría de más, en el Colegio de Pedagogía, una campaña inmediata, encaminada a orientar en su elección profesional a los estudiantes del bachillerato de la casa de estudios, sobre el significado y los alcances de la educación, como algo no exclusivo de mujeres, como algo verdaderamente importante para cualquier hombre, para cualquier persona. Lo anterior como una medida provisional, mientras se incorpora el estudio introductorio, serio y cuidadoso de la educación en el Colegio de Ciencias y Humanidades y en la Escuela Nacional Preparatoria. Algo verdaderamente impostergable. ¡Elevemos la mirada de la educación!
A mis estudiantes, benjamines de pedagogía.
Profesor en la UNAM