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Los que se quedan
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▲ Fotograma de la cinta Los que se quedan, del director estadunidense Alexander Payne.Foto
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assachussets, finales de los años setenta. En el colegio Barton, un exclusivo internado para jóvenes preparatorianos de familias acomodadas, se aproximan las fiestas navideñas y todo está listo para un periodo vacacional de dos semanas en el que los alumnos visitarán a sus familias. Todos, menos un puñado de cinco estudiantes rezagados, quienes por diversas razones (por problemas en casa o, en el caso de un joven coreano, por tener lejos a su familia), se ven obligados a permanecer en el colegio bajo el cuidado de un profesor neurasténico y resentido social, quien habiéndose siempre negado a tener un contacto sentimental verdadero, se ha ganado la fama de hacerle la vida imposible a sus alumnos y de negarles un mínimo de empatía o afecto.

Los que se quedan ( The Holdovers, 2023), el largometraje más reciente del realizador estadunidense Alexander Payne ( Entre copas / Sideways, 2004; Nebraska, 2013), con guion de David Hemingson, es una clásica comedia romántica ambientada en un medio académico, al estilo de Haciendo historia ( The History Boys, Nicholas Hytner, 2006), donde a partir de una historia de desencuentros entre los alumnos hartos de una férrea disciplina académica y un profesor de historia clásica Paul Hunham (Paul Giamatti, formidable), quien día a día les asesta su humor sarcástico y sus burlas prepotentes, se transita hacia una fábula sobre la madurez intelectual y moral que ese mismo maestro habrá de conquistar a lado del joven Angus (Dominic Sessa), el alumno por él más maltratado y, previsiblemente, el más querido.

Lo anterior suena. por supuesto, a un compendio de los clichés más socorridos en películas sobre planteles educativos donde se forjan aspiraciones y nobles sentimientos juveniles, y que va de La sociedad de los poetas muertos (Peter Weir, 1989), hasta una cantidad considerable de dramas aleccionadores del mismo tipo. Sin embargo, es justo señalar que Alexander Payne ha logrado sortear las facilidades del género a partir del guion muy eficaz de David Hemingson en el que abundan diálogos muy hilarantes proferidos por ese malicioso profesor Hunham, quien destila veneno y mala leche contra todo mundo, incluyéndose a sí mismo, y que el actor Paul Giamatti encarna a la perfección. Con un olor corporal muy rancio, causado por un desorden metabólico, y un estrabismo que desconcierta a quienes intentan fijar en él la mirada, el maestro misántropo no cultiva para nada el arte del autoengaño. La naturaleza no me dotó de un rostro que favorezca el romance, declara en un arrebato de sarcasmo. Un alumno, a su vez, añade material para el desprecio de sí mismo que siente Paul: Yo creía que todos los nazis se habían refugiado en Argentina. No en el colegio Barton, deja entender.

Con todo ello, el desafío de humanizar al personaje iracundo y perversamente seductor que interpreta Giamatti, resulta ser el aspecto más jocoso y entretenido de la cinta. Al quedar los cinco alumnos recluidos en la mazmorra académica, acompañados del inefable Hunham y un magro personal de servicio en el que destaca la cocinera negra Mary (Da’Vine Joy Randolph), el círculo se va cerrando con la salida tardía de cuatro alumnos, hasta sólo quedar, en primer plano, los personajes del maestro, el alumno y la cocinera, quienes habrán de encontrar las formas más inesperadas de conciliar sus fricciones y sanar heridas personales. “Ya sólo quedamos (en escena), declara el brillante alumno Angus, dos fracasados y una madre en duelo, aludiendo aquí a la muerte en Vietnam de un hijo de la cocinera. Los que se quedan es un relato agridulce sobre la soledad y la imperiosa necesidad estrechar lazos de fraternidad. Lo sorprendente es ver la manera en que Alexander Payne, con su característica sobriedad narrativa, consigue transformar los lugares comunes de esta historia en revelaciones morales realmente emotivas.

Se exhibe en Cinemanía, Cine Tonalá, Cinemex y Cinépolis.