Opinión
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Adiós a Sergio García Ramírez
E

mpezamos muy mal el año con la muerte de uno de los mejores mexicanos que en el mundo han sido...

Nacido en Guadalajara, el 1º de febrero de 1938, pasó pronto a vivir en la Ciudad de México, aunque a lo largo de su vida nunca perdió una especial querencia por lo tapatío. Sin embargo, hay que reconocerle como uno de los capitalinos de la mejor calidad.

Fue producto de la UNAM y, en paralelo con una espléndida carrera profesional, nunca sacó el dedo del renglón académico; aparte de enseñar y fungir gran parte de sus días como investigador en la máxima casa de estudios, su paso por la administración pública lo dejó a punto de ser presidente de la República.

Cuando pensamos que lo hubiera sido en vez de Carlos Salinas de Gortari no podemos sino lamentarlo muchísimo más. Don Sergio participó en aquella pasarela que dispuso Miguel de la Madrid para que la ciudadanía tuviera una imagen más clara de quiénes podían sucederlo.

Fue el caso, según la opinión unánime de quienes estuvimos atentos, de que García Ramírez les dio 10 y las malas a los demás, especialmente al tal Salinas, que fue el escogido por De la Madrid. Se supone que ya lo tenía decidido, pero lo sobrevaloró y pensó que en una palestra como la que le organizó, quedaría plenamente justificada su selección.

Mas fue el caso de que se le volteó el chirrión por el palito y el gobierno de Salinas transcurrió con la conciencia generalizada de que estuvo lejos de ser el mejor.

Pocos mexicanos han alcanzado tal prestigio internacional, especialmente en materia de la defensa de los derechos humanos, con lo cual comenzó prácticamente su carrera con aquel enorme esfuerzo de que nuestras cárceles dejaran de ser tan indignas.

También nos gustó a muchos para que gobernara Jalisco, pero no logramos ponerlo en la palestra, con muchísimas posibilidades de ganar, porque él mismo se opuso. Íntegro como era, aun cuando tenía derecho por nacimiento a ocupar dicho cargo, esgrimió con la claridad que le caracterizó, argumentos contundentes en contra de su candidatura.

Mi amistad, respeto y querencia por él, lo mismo que para Carmen Valles, su esposa, se fortaleció sobremanera con el encuentro mensual que se produjo en la tertulia promovida originalmente por otro jalisciense capitalino, don José Rogelio Álvarez, fallecido en 2011. Por cierto que otro de sus dinamos fue el laguense Hugo Gutiérrez Vega, otra pérdida muy lamentable ocurrida en 2015.

Desde 2011 a cada miembro le toca la realización de una tertulia, según su conveniencia. La última fue precisamente en casa de Sergio y no pude asistir por enfermedad. Lo lamenté mucho entonces por perderme el placer del encuentro y eso sin saber que hubiera sido el último.

Desde ahora recordaré con más intensidad la última ceremonia de entrega del Premio Jalisco, en la residencia oficial del gobernador del Estado. En ella, mi entrañable amigo destacó enormemente por encima de los otros premiados y, claro, a él le tocó, sin previo aviso, decir las consabidas palabras de agradecimiento... Como es de suponerse, fue una improvisación que pareció preparada con mucha antelación. Mi entrañable y admirable amigo siempre tuvo algo inteligente y oportuno que decir.

Por ello podemos estar seguros que no ha callado para siempre: ahí está una retahíla de artículos cortos y largos, varios libros y, sobre todo, el recuerdo que miles y miles de mexicanos tienen de él.

A Carmen,
Con un doliente abrazo