Opinión
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Isocronías

Dos travesías

H

a muerto Amparo Rubín, a quien conocí en una casa de la calle Dinamarca que rentaba o pertenecía a Bellas Artes. No hacía mucho había brillado en el Festival OTI. Yo desgraciadamente no lo sabía, y al oírme ella decir que su nombre me sonaba sencillamente sonrió. Estábamos en un taller de poesía, al que por sus compromisos no siempre, bien que era disciplinada, podía asistir. Enviaba entonces algunos chocolates con su chofer para avisar y disculparse.

Me invitaría luego a dar algunos talleres para compositores de canciones en Televisa San Ángel, donde, sorprendido, me la pasé muy bien. Pero lo que más recuerdo de ella, indirectamente, es que estando en un hotel de San Luis Potosí me despertó entre 11 y 12 del día la joven que afuera de mi cuarto barría o trapeaba, imprecisa mi memoria, mientras entonaba enjundiosa: “Corro, vuelo, me acelero…”. Sabía que Amparo le había confiado a no sé quién que en el taller aprendió a acentuar y agradecidamente me dije esa mañana un tanto neblinosa: ¡Cierto!

El otro tema. Comenté de paso hace semanas mi fugaz rencuentro en Chihuahua con Juan Manuel Ramírez Palomares, poeta al que conocí como funcionario y por quien año y medio di taller en Celaya. Resulta que un tiempo, no sé cuántos meses, el hombre desapareció del panorama. Nadie sabía de su paradero, y todos preocupados. Había motu proprio ido a dar, algunos podrán decir que el verbo correcto es caer, a uno de los llamados escuadrones de la muerte.

Salido de eso hizo una plaquette, Travesías, que ilustrada por Cuauhtémoc Trejo Barajas publicó Pacholabra Ediciones el pasado octubre. Veamos:

“Juan / Alacrán / Pájaro nocturno con alas de fuego en que se consume lento / Pájaro de polvo / Preso en su jaula aspirando la madrugada, su madriguera…” O: Malasombra se llama el lugar de donde vengo, texto que finaliza: donde lamentos son el único sonido / y alimento el extravío.

El abismo tiene su belleza, alecciona o reconoce en otra parte. Desesperanza se escribe con las letras de mi nombre, asevera en poema que termina: Turbia tonada de un réquiem por todo lo perdido.

Aunque Se van las cosas al aire / con el aire que las trajo / Se van y nunca vuelven, aunque “somos hombres de paja […] Profundos sueños / Pájaros muertos”, acaso sea verdad que Vivir [¿a?] los cuatro vientos y bajo el capricho del aire, del sol inclemente, / da sentido // al reto de estar vivo.