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La marcha de la economía mexicana: la quinta
E

n diversas ocasiones he comentado que el problema de le deuda no es la deuda en sí misma, sino su origen y su destino o utilización; así como su servicio, siempre dependiente de los plazos y tasas contratadas, pero también, evidentemente, de la capacidad de pago del contratante, capacidad que claramente depende del origen y del destino.

¿Quién o quiénes solicitan la deuda? ¿Para qué la solicitan? En el primer caso es muy importante diferenciar el endeudamiento necesario del innecesario, y dentro del primero diferenciar el que pudiéramos identificar como endeudamiento necesario productivo del endeudamiento necesario improductivo.

En estricto sentido y siguiendo la más nítida concepción teórica de la economía política clásica y de su crítica en Marx, el primero del primero –dirá Perogrullo– es el que apuntalaría las actividades y trabajos necesarios generadores de valor y –sin duda– de menor desigualdad y bienestar social. Siempre superior al representado por el monto de le deuda contratada y su servicio.

El segundo del primero –dirá de nuevo Perogrullo– es el que apuntalaría las actividades y trabajo necesarios, pero que sin generar valor contribuyen al abatimiento de la desigualdad y al bienestar social. Este, por cierto, de más difícil evaluación, precisamente porque no involucra un evidente flujo de ingresos, pero sí de beneficios sociales.

En rigor, el endeudamiento necesario –productivo o improductivo– debiera ser el único tipo de endeudamiento que las naciones, estados y gobiernos debieran contratar para impulsar su lucha contra la desigualdad, su bienestar y su desarrollo.

Endeudarse innecesariamente es una aberración. ¿Existe este tipo de endeudamiento?, claro que sí, el más evidente es el endeudamiento para financiar guerras, pero no sólo ese, hay muchos ejemplos de obras públicas absurdas e innecesarias o de obras necesarias con presupuestos inflados.

En los manuales oficiales de los organismos financieros, aparte de las divisiones entre deudas a corto y largo plazos, y entre deudas productivas e improductivas, se indica la diferencia entre deudas redimibles e irredimibles y, finalmente, deudas voluntarias y obligatorias. Pronto veremos ejemplos de ello.

Lo cierto es que el asunto de la deuda es y seguirá siendo un aspecto muy relevante para juzgar nuestros esquemas y líneas de desarrollo, así como para evaluar las políticas públicas. Ante el cambio de gobierno la evaluación es obligada, sobre todo ante la ausencia de la más mínima autocrítica del gobierno actual y sus presuntos continuadores, lamentablemente. Profundizaremos en ello y analizaremos las tesis que a veces con extrema superficialidad postulan. Una de ellas, reitero, la que asegura que es bueno mantener la relación de la deuda pública con el producto nacional, en nuestro caso del orden de 45 o 46 por ciento, pero esta tesis ignora que hace exactamente 20 años esa participación era menor en 10 puntos porcentuales, por lo que, al menos, es necesaria una explicación de la Hacienda Pública al respecto.

¿Por qué en tres sexenios se elevó en 10 puntos porcentuales la participación de la deuda pública en el PIB? ¿Cuál y por qué, en todo caso, debiera ser el porcentaje a lograr, como indicador no sólo del buen manejo de las finanzas públicas, sino del impulso al crecimiento y a la lucha contra la desigualdad? Y en ese análisis presentar la estructura productiva o improductiva de la deuda pública y si en efecto se solicitaron los recursos necesarios o, alternativamente, se solicitaron más de los necesarios por problemas de presupuestación.

Como podrá verse, una vez que ingresa uno al análisis de la deuda, aparecen muchos aspectos que no pueden ni deben ser ignorados, pues si algo debe cuidarse con rigor son los recursos públicos de los contribuyentes. De veras

NB. Nada es mejor deseo de estenuevo año que haya paz, seguridad,salud y empleo. Lo mejor siempre.