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Es joya de la corona de Exxonmobil

Guyana: del auge petrolero a la maldición de tener riquezas naturales

En 2027 producirá un millón 200 mil barriles de crudo al día // Corrupción, grave daño ambiental y división nacional, advierten analistas

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▲ Plataforma de la petrolera estadunidense ExxonMobil en Guyana.Foto tomada de Internet
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Periódico La Jornada
Miércoles 3 de enero de 2024, p. 23

Georgetown. Convertida en la joya de la corona de ExxonMobil, Guyana enfrenta hoy el riesgo de padecer la llamada maldición de los recursos, una paradoja que han vivido varios países, donde la división nacional, la corrupción y el caos ambiental caminan de la mano de sus riquezas naturales, opinan analistas locales y extranjeros.

Y como si este peligro fuera poco, ahora también ve amenazada su soberanía ante los fervorosos reclamos de Venezuela, país decidido a recuperar la enorme extensión de 160 mil kilómetros cuadrados del Esequibo, cuyas tierras y costas prometen convertir a esa región en una de las mayores productoras mundiales de petróleo.

Tras retirarse de Venezuela en 2008, ExxonMobile inició ese mismo año exploraciones frente a las costas guyanesas y siete años después anunció el descubrimiento de gigantescos yacimientos, especialmente en el denominado bloque Stabroek, hoy con una producción calculada en 375 mil barriles diarios, cifra que según proyecciones deberá llegar a un millón 200 mil barriles en 2027.

Desde el primer yacimiento encontrado hasta hoy, la mayor petrolera estadunidense ha hecho 30 descubrimientos similares, la mayoría offshore (costa afuera), donde seis potentes perforadores apoyan la exploración y explotación del crudo en un área de más de 26 mil kilómetros cuadrados.

Las cifras son alentadoras, pero una cosa son los números y otra las repercusiones de éstos en la vida de los casi 800 mil habitantes de Guyana que todavía conviven con estremecedores niveles de pobreza y atraso, tal como afirman líderes sociales y fuerzas opositoras al gobierno del presidente Irfaan Alí, en el poder desde 2020.

Las festividades de fin año fueron pretexto para que muchas personas lanzaran mensajes alertando sobre la corrupción y el mal uso que se está dando a la avalancha de dólares derivada de la bonanza.

Los ingresos petroleros sólo están beneficiando a la élite gobernante , a sus amigos y a sus familiares, aseguró el legislador Aubrey Norton.

Más allá de lo que dice la gente, las calles de Georgetown hablan por sí mismas.

Paisaje de miseria y atraso

Canales de aguas negras, viviendas precarias, miles de personas deambulando en la indigencia y una deteriorada red de hospitales y escuelas públicas que se caen a pedazos, dan crudo testimonio de que el petróleo aún no chorrea para todos.

El faraónico edificio de Exxon, alto de paredes de vidrio negro, coronado por espigadas antenas de comunicaciones, no sólo desentona con el resto de la bella arquitectura tradicional del centro de la ciudad, donde se funden las huellas del estilo inglés con chispazos hindúes y chinos, sino que genera un caos de tráfico permanente a su alrededor.

Los altos funcionarios de la compañía alegan que están generando miles de empleos y que sus inversiones sociales en los últimos siete años han sido de 2.5 millones de dólares, pero esas cifras lucen ridículas frente a las ganancias derivadas de contratos, que algunos expertos califican eufemísticamente de indebidamente generosos.

A finales de 2023 el Financial Times reveló que el gobierno guyanés y Exxon pactaron un contrato 50-50, pero Alí aceptó que tres cuartas partes de la ganancias gubernamentales se destinen a cubrir los costos de funcionamiento del consorcio.

Mientras el petróleo fluye, las alarmas ecológicas se encienden. Estudios ambientales publicados por la prensa de Guyana refieren que, debido al tamaño de sus reservas de hidrocarburos, el país está sentado sobre una bomba de carbono, cuya explosión podría acelerar el cambio climático global.

Más allá de sus alegatos patrióticos y jurídicos expuestos en su reclamación del Esequibo, es obvio que la enjundiosa campaña emprendida por Venezuela tiene que ver con los hallazgos del mar de crudo frente a las costas de la región en disputa, dice a La Jornada la presidenta de la Asociación de Prensa de Guyana, Nazima Rajhubir.

Según un ex diplomático venezolano que prefiere el anonimato, hoy estamos frente a una especie de venganza de Exxon contra Venezuela, a raíz del caso de la explotación petrolera de Cerro Negro, un campo de altísima productividad en la llamada Cuenca del Orinoco, durante décadas concesionado a la petrolera estadunidense.

Explica que Exxon y Conoco fueron las únicas que no aceptaron los términos de la Ley de Hidrocarburos promulgada por el ex presidente Hugo Chávez en 2008, lo cual hizo que las partes se trenzaran en un fuerte pulso judicial en tribunales internacionales, que se saldó con el pago de Venezuela de una irrisoria indemnización a Exxon.

Ello, no obstante que el presidente de la compañía era Rex Tillerson, años más tarde nombrado por el presidente Donald Trump secretario de Estado.

Venganza o no, lo cierto es que en 2027 Exxon estará extrayendo cerca de un millón 200 mil barriles de pétroleo al día, un poco menos del doble de toda la actual producción venezolana, calculada en 700 mil barriles diarios.